viernes, 10 de diciembre de 2010

ROQUE DALTON

Roque Dalton, es uno de los poetas más importantes de El Salvador y demás pueblos centroamericanos. El reconocimiento a su obra poética alcanza a los círculos de toda América. Fue asesinado el 10 de mayo de l975, tras ser encontrado culpable en juicio a que fue sometido por la dirigencia del Ejército Revoluci0onario del Pueblo (ERP)., movimiento político al cual pertenecía.

Ese hecho fue un pesado fardo que tuvo que cargar aquella agrupación y que luego se extendió al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), cuando bajo esa dirección se unificaron los varios grupos de izquierda para abrir un frente de lucha armada en El Salvador contra su gobierno..

La forma y causa de la muerte de este poeta, le han rodeado del martirologio y ha so brevenido el mito, como suele contecer con ciertas trágicas ocurrencias políticas, que en su caso, le habrán contrariado mucho en el más allá, por haber sido opuesto a esas canonizaciones, como el dijo a la muerte de su compañero, el escritor Otto René Castillo, con expresiones que tanto se ajustan a su propia y trágica desaparición: “Su afán de vivir intensa y apasionadamente le cobró su precio frente a la severidad de sus camaradas. El motivo más importante de citar este aspecto es el de salvarlo de el riesgo de pasar a la historia como un santón, como uno de esos personajes planos a que nos tiene acostumbrado el apologismo póstumo…”

El poeta Dalton fue ejecutado cuando sólo le faltaban cuatro días para cumplir cuarenta años. Su vida había sido intensa y rica en experiencias. A los dieciocho años viajó a Chile para estudiar Derecho y su espíritu inquieto nada más le permitió permanecer allí once meses. Viajó a la Unión Soviética, en ocasión del Festival de la Juventud y regresó a El Salvador en el mismo año 1974. Se registró en la cátedra de Derecho de la Universidad Nacional y allí creó el Círculo Literario Universitario.

Se dedicó al periodismo y hasta llegó a abrazarse con la muerte cuando fue detenido por asociarse a los grupos desafectos al régimen del presidente José María Lemús. Le salvó del paredón de fusilamiento, la caída oportuna de ese gobernante. Entonces viajó a México y mas tarde a Cuba, donde echó raíces profundas. Trabajó en Radio Habana, La Casa de las Américas y en la Unión de Artistas Cubanos; además produjo dos libros: “Mía junto a los Pájaros” y “La Ventana en el Rostro”: “Querido Jorge: Yo llegué a la revolución por la vía de la poesía. Tu podrás llegar (si lo deseas, si sientes que lo necesitas) a la poesía por vía de la revolución. Tienes por lo tanto una ventaja. Pero recuerda, si alguna vez hubiese un motivo especial para que te alegre mi compañía en la lucha, que en algo hay que agradecérselo a la poesía”.

En el año l963, regresó de forma oculta a su patria y un año después fue detenido. Escapó de la prisión cuando un terremoto afectó la cárcel de Cojutepeque, donde lo mantenían prisionero y por eso logró huir. Regresó a La Habana y luego se trasladó a Europa, donde permaneció por unos años. En el año l973 regresó de nuevo al El Salvador.. Su vida trashumante y aventurera concluye cuando recibe instrucciones de integrarse al quehacer subversivo en su patria. El poeta había llegado a la edad en que las utopías comienzan a desvanecerse en el individuo cuando la vida le hace comprender “que no se puede bajar el cielo a la tierra”, como aspirábamos: “que la vida sólo nos puede dar un poco y eso sucede poco a poco”.

En conversaciones con algunas personas que fueron sus amigos, me confiaron que el poeta comenzaba a mostrar escepticismo, desencanto y cierta irreverencia ante el fanatismo y rigor ideológico de sus compañeros, por lo que fue dejando acumular sedimentos de desconfianza hacia él entre sus compañeros del ala más radical del partido político al que estaban unidos.

Su tendencia a la dipsomanía y renuencia por ajustarse a las rígidas normas disciplinarias del grupo a que pertenecía fueron haciéndole sujeto de cuestionamiento en aquellos momentos en que la rectitud y apego a lo más fiel de la doctrina marxista llegaba al límite, por encontrarse las agrupaciones subversivas en la antesala de su gran momento.

Las dudas sobre la lealtad y entrega del poeta a la causa que representaba el FRP, flotaba como una sombra ominosa sobre su laureada cabeza, hasta que al fin le fue levantado juicio por “insoburdinación e indisciplina”; además de “espía de una potencia extranjera”, que se dio por descontado que esa potencia lo era los Estados Unidos de Norteamérica, pues en las acusaciones le incluyeron ser “agente de la CIA”, etiqueta inescapable en la izquierda de entonces para aquellos camaradas que podían ser disidentes o haber perdido el entusiasmo ideológico. Pero según la tesis de su amigo, el escritor cubano Heberto Padilla, tal potencia pudo haber sido Cuba, pues según éste, el asesinato de Roque Dalton, “se debió a una fuerte tensión entre la posición sectorial de la guerrilla salvadoreña y la más pragmática del gobierno cubano”

“Tal vez ya no estaré frente a los vientos./ (no lo puedo decir sin que me tiemble la flor de la sonrisa) / Tal vez se habrá extraviado mi figura y ya mi pecho erecto será espacio de ascendientes raíces./ Tal vez yo no estaré, tal vez ya estaré muerto./ Mas cuando llegue, cuando fructifique, cuando estalle la dicha y esparza sus dinámicos retornos por el mundo mi voz, mi altura y yo volveremos a ser porque mis huesos navegarán alegres los pasos conquistados como nuevos bajeles”

Al término del conflicto bélico por vía de la imposición de los Acuerdos de Paz, el fantasma del poeta ejecutado surgió para reclamar a quienes decidieron su absurdo y estéril sacrificio. Ya, dos años después de su muerte, el propio FRP había reconocido que “el pragmatismo, la miopía, la sed de poder y control individual y el excesivo militarismo había llevado a trágicas consecuencias para la organización”. Joaquín Villalobos, quien para la fecha en que fue fusilado el poeta, recién había llegado a esa organización y contaba unos veinte años de edad y más tarde, sobresaldría como uno de sus principales comandantes guerrilleros y por demás fue no de los artífices de los acuerdos que pusieron término la lucha armada, aceptó su “responsabilidad política” de aquel “error histórico”, aun cuando se desligó de haber tenido alguna relación directa con la muerte de Roque Dalton..

El Volcán de San Salvador produjo a principios de este siglo que termina, una correntada de lava que se desbordó desde su cráter hacia el lado opuesto a la ciudad capital. Hoy día, se observa en el valle que por ese lado existe, un amplio espacio cubierto por pedruscos de color gris oscuro, casi negro, porosos y livianos, como recuerdo de aquella erupción ocurrida hace casi noventa años. Toda la zona que contiene esa roca volcánica la llaman “El playón” y a su lado corre una estrecha carretera asfaltada que conduce al pueblo de Quezaltepeque, desde el oriente de San Salvador.

Los días domingo, particularmente, la zona se torna festiva por los muchos vehículos que, desde la capital se dirigen al velódromo “El Jabalí”, ubicado en aquel valle, para disfrutar de competencias deportivas de autos. Allí, debajo de esas piedras, reminiscencias del volcán que ahora está dormido, entre mayo y junio del año de su sacrificio fue llevado el cadáver del poeta Dalton y enterrado de forma rápida y furtiva a pocos centímetros de la superficie, debido a lo cual los animales se encargaron de que sus restos se perdieran para siempre.

“Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre porque se detendrá la muerte y el reposo/ Tu voz que es la campana de los cinco sentidos/ Sería el tenue faro buscando por mi niebla/ Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas/ Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta/ No dejes que tus labios hallen mis once lenguas/ Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio/ No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto/ Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre”.



Revista Temas, del periódico HOY,
17 de enero de l998

Fuentes: “En la Humedad del Secreto”,
CONCULTURA, 1994, San Salvador, El Salvador,
El Diario de Hoy, ediciones 6-2-1992/ 17-7-1994

miércoles, 8 de diciembre de 2010

TRUJILLO Y SANTIAGO

Santiago estuvo más cerca en el afecto de Trujillo que cualquier otra comunidad nacional, incluyendo la benemérita San Cristóbal. Santiago lo atrajo desde que, con rango de oficial subalterno llegó allí por poco tiempo para completar su instrucción de oficial. La “ciudad corazón” quedó prendida desde entonces en su corazón.

Santiago y sus gentes sobresalían como un conglomerado que era timbre de orgullo para la República por su pasado y sus aportes y sacrificios a las causas de la patria, al igual que el talento de sus principales hombres y el carácter emprendedor que servía de ejemplo gratificante en el país. Tal vez por eso se identificó de manera ardorosa con el hombre en quien la intelectualidad de allí, señera en la República, vislumbró en él un espíritu enérgico y acometedor con el cual podía identificar sus aspiraciones para el cambio social que ansiaban las mayorías.

Entre esa hidalga comunidad y el nuevo gobernante hubo una admiración sólida y sostenida, aunque, claro está, hubo excepciones que representaban puntos luminosos de disidencia y valor, integridad y sacrificio que pagaron con sus vidas su oposición a los rasgos de uniformidad en la voluntad colectiva, hacia donde dio muestras el General Trujillo, que desde su inicio mostró trazos inocultables de intolerancia con la divergencia por el derrotero dictatorial que impuso; y con esto, a veces tuvo métodos desentendidos con la dignidad humana y el respeto a la vida.

Así cayeron los Perozo y los Patiño, representaciones dignas de otros hombres que en su momento revivieron el espíritu de rebeldía y amor por la libertad que desde un pasado glorioso le recordaban sus antepasados.

Santiago se ayuntó con devoción al trujillismo, con todo el derecho que le otorgó la primogenitura del surgimiento de ese movimiento político. Un joven que figuró entre las legiones de intelectuales que, con entusiasmo y espontaneidad sirvieron de ilustrados propulsores al general Trujillo., con vigoroso estilo describió el sentir de la generalidad de los dominicanos de entonces; sobre todo, de sus coetáneos, entre los cuales el panegirista ocupaba un sitial distinguido. Ese es Joaquín Balaguer quien le señala como “hombre único; una voluntad que está quebrando la rutina del Poder, que está rompiendo a saltos y zarpazos los moldes del pasado (…). Así lo definió en su artículo “Jefes y Tiranos”, Juan Bosch, aunque con otras palabras, años después, para referirse al gobernante que asombraba con sus ejecutorias:”El Jefe auténtico por la sola autoridad de su presencia, por la gravitación de su personalidad, actúa sin necesidad de previa meditación, llevado por su instinto infalible, arrastrado por esa huracanada energía que lo impulsa…”

Por esa admiración santiaguense hacia Trujillo, su llegada allí, a ocho meses de haberse juramentado fue doble motivo de regocijo inmenso. Se trata de su primera visita oficial y porque un Decreto suyo disponía que la Presidencia del Poder Ejecutivo estaría asentada en esa ciudad desde el momento de su llegada. Este traslado era como “consecuencia de las diversas crisis políticas desde los últimos días de febrero hasta la instalación del actual gobierno el l6 de agosto de l930. Desde allí estaría en mejores condiciones para iniciar una acción eficaz en relación con las circunstancias imperantes”. Ese mismo mes de abril de l931, caería en los campos de Mao, el Senador y legendario guerrillero Desiderio Arias.

Es incuestionable el celo y dedicación que tenía Trujillo en su ejercicio de gobierno, estuvo recorriendo el país de manera regular a todo lo largo de su mandato y las principales cabeceras de provincias recibieron en algún momento la sede del Poder Ejecutivo; pero ninguna otra ciudad, con lógica excepción de la Capital de la República tuvo esa oportunidad tantas veces como Santiago.

En reciprocidad, esta comunidad lo honró con muchas iniciativas laudatorias. La Sociedad Amante de la Luz, dio luz a muchos proyectos que satisfacían la megalomanía del gobernante. Por encima de todos los halagos ha perdurado el hermoso y majestuoso monumento que esa comunidad decidió iniciar con suscripción popular en el año 1944, cuya conclusión se completó a principios de los años cincuenta y desde entonces es el símbolo por excelencia de la ciudad corazón.

La vinculación Trujillo-Santiago tuvo tan fuerte arraigo afectivo que, durante los diez primeros años de la Era el Movimiento Cívico del 23 de Febrero de l930, fue celebrado cada año con actos oficiales como el inicio de la “Era de Trujillo”. En esos aprestos se encontraba el oficialismo en febrero de l94l, cuando la víspera de varios actos programados por el Partido Dominicano y el Ejército Nacional, el diputado Anselmo Paulino Alvarez presentó una moción “que declara Día de Fiesta Nacional el l6 de Agosto de cada año, en conmemoración de la primera elección del Generalísimo Trujillo Molina, como Presidente de la República”.

El Listín Diario, el mismo día 23 de febrero en su editorial se refiere al mencionado proyecto de ley con el cual está de acuerdo porque: “lleva a cabo una rectificación histórica que ya era indispensable, pues, como punto de partida de la Era de Trujillo se había tomado el movimiento cívico…”

Años después, el director de La Nación, Rafael Vidal Torres, con la gracia de su ágil pluma se refiere a esa profunda vinculación histórica entre Trujillo y Santiago, cuando en una pieza oratoria en recuerdo de aquel momento lo señala: “como un acontecimiento de profunda raíz santiaguera (…)”Santiago amamantó con la ubre siempre plena de su gloriosa decisión la infancia de la Era de Trujillo”


22 de enero 2005,

TRUJILLO Y ORNES COISCOU

Germán Emilio Ornes Coiscou, viajó hacia Nueva Orleáns el 29 de octubre de l955, para asistir a la Asamblea Anual de la Sociedad Interamericana de Prensa. No era previsible que cumpliría su última misión como representante de la prensa dominicana ante ese organismo en la Era de Trujillo.

Los viajes de Ornes a los congresos de la SIP, constituían para él una actividad de trabajo al igual que otras coberturas de eventos internacionales de importancia. Su talento periodístico le había distinguido entre los mejores de esa profesión desde que comenzó a ejercerla, en los primeros años de la década del cuarenta en el recién establecido periódico “La Nación”.
Sus viajes venían desde aquel tiempo, cuando a fines de l943, viajó a Hollywood para cubrir la condecoración con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella que le fue otorgada a la actriz María Montez por su actuación en el filme “Las mil y una noches”, cuyo estreno en el país, la hermosa artista criolla lo había ofrecido con “legítimo orgullo”, al generalísimo Trujillo

Su participación en la Asamblea de la SIP correspondiente al año 1953, celebrada en Méjico fue particularmente memorable para Ornes. En esa reunión, su celo trujillista lo llevó a promover un gran escándalo al golpear con un rollo de periódicos a un intruso que se introdujo en el evento y lo tildó de “lacayo de Trujillo”.
Ya el día antes de ese incidente, Ornes Coiscou había calificado de “mentiroso” a Enrique Cotubanamá Henríquez, cuando éste denunció la falta de libertad de información que existía en la prensa del país, contradiciéndolo, al afirmar que: “en la República Dominicana existe absoluta libertad de crítica en la prensa”.

La actitud asumida por Ornes en aquella agitada asamblea de la SIP, complació tanto al gobierno que, por decreto del Poder Ejecutivo se dispuso “que el pueblo de Ciudad Trujillo concurra al aeropuerto General Andrews para darle la más calurosa bienvenida y ofrecerle un voto de confianza por su actitud”.

El Secretario de Interior, J. Furcy Pichardo ostentando la representación oficial y ante “nutridas representaciones de todas las clases sociales de Ciudad Trujillo que acudieron al aeropuerto en jubilosa romería cívica., dijo al doctor Ornes al descender del avión: “En nombre de nuestro gobierno y en nombre de nuestro pueblo, esos dos poderes ejemplarmente sustentados en una sola fuerza os doy la bienvenida”.
Al dia siguiente, como muestra de agradecimiento, el doctor Ornes Coiscou dirige un mensaje al Generalísimo Trujillo reiterándole “irrestricta adhesión a vuestra persona y a los ideales que han hecho de vos el más prestante campeón anticomunista en América” (…)

Posterior a ese nuevo mérito por su devoción al régimen, Ornes pasó a ostentar la presidencia de la Editora del Caribe, en sustitución de Anselmo Paulino Alvarez, quien era su protector y lo había llevado a las funciones de Jefe de Redacción del periódico en enero de l949, cargo que nominalmente mantuvo durante los casi ocho años que permaneció en ese medio de prensa, aunque de hecho, desempeñaba la funciones que correspondían a un director, con todas sus prerrogativas.

En el orden estrictamente jurídico, el periódico “El Caribe” en ningún momento había pertenecido a Trujillo, como éste tampoco figuró como dueño del diario “La Nación”, cuyas acciones en su momento fueron propiedad de Rafael Vidal Torres, su fundador y director hasta 1945, y, mas tarde, de Mario Fermín Cabral.

Algunos meses antes de comenzar a circular “El Caribe”, un periodista de “La Nación”, preguntó a Trujillo su opinión acerca de “un nuevo diario que se comentaba sería instalado en la ciudad capital” y, según la reseña, éste se limitó a responder: “Tengo entendido que se acaba de formar una compañía para fundar un gran periódico en Ciudad Trujillo”. Con esa respuesta volvía a mostrar el cuidado de no aparecer directamente vinculado a medios de prensa. Por tal razón, con Ornes también se cumplió fielmente con los trámites financieros que le permitieran adquirir la propiedad de la Editora del Caribe.

Cuando Ornes emprendió su viaje hacia Nueva Orleáns, los efectos de la caída en desgracia de Anselmo Paulino se dejaban sentir todavía entre sus protegidos. El había sido una de las pocas excepciones. El día antes de su partida, apareció en el periódico que dirigía una fotografía de un acto celebrado en la ciudad de Azua, cuyo pie contenía una grave errata: “Fue depositada una ofrenda floral ante la tumba del Ilustre” (…) Más tarde, al desligarse del régimen, el importante periodista disidente se referiría a ese error para denunciar al gobierno dominicano ante la prensa neoyorquina y la supuesta suerte que habían corrido los redactores que cubrieron aquel acto.

Mientras tanto, Ornes cumplió su papel en Nueva Orleáns y todavía el l4 de noviembre seguía vinculado políticamente con el régimen, desde Nueva York declaró: “La Carta Fundamental de su país que elaborará la Asamblea Constituyente (…) debe llamarse, con justicia y equidad Constitución Trujillo”.

El 25 de diciembre la disidencia de Ornes se hizo pública porque El Caribe publicó una extensa carta que él envió dos semanas antes a Trujillo en la que trataba de la entrevista que: “V. E. me concedió en Kansas City donde tuve la honra de comunicaros que en aquellos días mi salud se encontraba totalmente resentida y que debía buscar otras actividades lejos del medio en que he vivido hasta ahora”.

En otra parte de su extensa carta, Ornes le hace a Trujillo una proposición en la que se puede entender que contenía una velada amenaza de extorsión: (…)”Como un medio inmejorable de no causar interferencia al armonioso clima en que se desenvuelve las actividades de la prensa dominicana, la venta de la totalidad de las acciones de la Editora del Caribe, por la suma de RD$760,000.” (…) Trujillo responde en forma lacónica al doctor Ornes: “Lamento sus quebrantos y formulo votos porque recupere rápidamente su salud. La adquisición de acciones de empresas periodísticas aquí o en el extranjero no deseo realizarlas. Deséole felicidad y prosperidad”.

A partir del rompimiento que significó ese intercambio epistolar, Ornes se lanza a una cruzada antitrujillista desde Puerto Rico. El gobierno dominicano por su parte, utiliza algunas de sus mejores plumas periodísticas para descalificar al disidente. La columna “Minutero”, del veterano y cultísimo hombre de prensa, Francisco Prats Ramírez, con su prosa desbordante de mordacidad e ingenio, le enrostra su pasado: ¿“Cómo justifica este camaleón pesetero las inmedibles columnas de su prosa almibarada trujillista que figuran en la prensa dominicana? No ofende quien quiere, sino quien puede. El no puede. Ni siquiera es un político. Es simplemente una rana que croa en la laguna de un desengaño comercial”.

Cuarenta días después de concluida la Era de Trujillo, o sea, el 31 de diciembre de l961, el periódico El Caribe fue devuelto a Germán E. Ornes, según anuncio que hizo el secretario de la Presidencia: “El propietario Ornes, en compañía de su esposa Dianne y el señor Jules Dubois, de la Sociedad Interamericana de Prensa, agradecieron al Presidente Balaguer la medida”.

TRUJILLO Y LA ESTRATEGIA DEL TRIUNFO

La abrumadora presencia de Rafael Leonidas Trujillo Molina en la vida dominicana terminó hace cuarenta y seis años. El análisis de las causas que le llevaron a su encumbramiento comienza a ser estudiado con mayor madurez de juicio, lo que se traduce en enfoques que, desde el punto de vista estrictamente histórico, pueden contribuir a una dilucidación más serena de la trágica personalidad de aquel gran protagonista de nuestra historia contemporánea; por tanto, la “Era de Trujillo” ha entrado en el tiempo en que esta etapa nacional sea presentada sin la gran carga de prejuicios que tanto ha abundado en la literatura sobre este tema y eso permita conducir a una comprensión más reflexiva de ese personaje y su tiempo.

La carrera militar de Trujillo fue meteórica, como es generalmente conocido. En apenas una década, recorrió todos los grados castrenses, a partir del 18 de diciembre de l9l8 cuando, atendiendo a una solicitud suya, fue llamado para ingresar a la Guardia Nacional Dominicana con rango de teniente, hasta alcanzar el grado de Coronel Comandante de la Policía Nacional Dominicana en el año l925. Dos años más tarde, recibió en imponente ceremonia pública ofrecida por el gobierno al contralmirante de la Armada norteamericana, Hughes, el grado de general que había estado ostentando desde un año antes, cuando se llevó a cabo la conversión del cuerpo policial en Ejército Nacional.

Cuando Trujillo fue llevado a la comandancia de la Policía Nacional Dominicana,- recordemos que eso fue en el año l925- las disensiones políticas surgidas entre el Partido Nacional que lideraba Horacio Vázquez, y el Partido Progresista, de Federico Velásquez y Hernández, que se habían unido con la finalidad de llevar a la presidencia de la República a Vázquez, y a la vicepresidencia a Velásquez, comenzaron a tener trascendencia pública, apenas trascurrido un año y pocos meses de haber ganado las elecciones.

El rompimiento político entre las dos agrupaciones era inevitable, y cuando ocurrió, el general Trujillo actuó como un firme aliado del Partido Nacional. Desde que Trujillo había sido comandante de la Policía Nacional en la región nordeste del país, con asiento en San Francisco de Macorís, antes de las elecciones, ya éste había dado muestras de preferencia política por Vázquez. Su parcialidad motivó, que políticos opositores en aquella comunidad denunciaran ante el presidente provisional, Vicini Burgos, la actitud partidaria que mostraba el jefe policial de allí, por lo que fue trasladado a la ciudad capital.

Esos antecedentes, junto al celo que mostró Trujillo en el momento de tensión que ocasionó en la ciudadanía la ruptura entre los dos partidos aliados, junto a sus conocidas aptitudes de eficiencia, disciplina y dedicación a sus obligaciones hacían fácil entender las razones por las cuales fue adquiriendo cada vez mayor relevancia, como fue notorio al cumplir el primer año de su promoción al grado de coronel y haber recibido a la vez el comando de la institución policial.

Esa conmemoración llegó cuando todavía los desafíos que había generado la enconada disolución del pacto político ya conocido se expresaban públicamente. Para ese aniversario, entre otros festejos hubo una gran celebración en el cuartel de la Policía, donde acudieron los más altos funcionarios de la nación, incluyendo al presidente Vázquez, para participar en “esos actos estimuladores y eficaces al honor y la eficiencia”. También fue deslumbrante y con gran asistencia el banquete que le fue ofrecido a Trujillo en el hotel Colón, como parte de los festejos por ese aniversario, organizado con mucho entusiasmo por los elevados miembros del Partido Nacional, Ricardo Limardo, José Dolores Alfonseca, Ernesto Bonetti Burgos y Sergio Bencosme.

Tales expresiones y alabanzas a la gestión del comandante policial, llevaban una advertencia implícita ante cualquier intento levantisco que, llevado por su inconformidad pudieran intentar los opositores a la reforma constitucional que se había estado debatiendo en aquellos momentos con la finalidad de extender el período gubernativo por dos años.

La vieja tradición de apego al poder por encima de cualquier otra consideración que ha marcado la vida política desde la fundación de la Republica, fue más fuerte en el residente Vázquez y su gente que, los compromisos y las ataduras legales, quienes desarrollaron un laborantismo intelectual y jurídico que involucró a muchos hombres de luces, entre los que se destacaba el joven Manuel Arturo Peña Batlle, quien, en la defensa de sus argumentos continuistas refutó “al eminente jurisperito Lic. Rafael Justino Castillo al tratar el delicado problema creado por la tesis jurídica que lanzáramos sobre la duración del actual período presidencial”.

Conocida y aprobada la trascendente decisión constitucional que daba paso legal a la prolongación del ejercicio gubernamental por dos años más allá de 1928, la Policía Nacional Dominicana fue transformada en Ejército Nacional con la estructura de una brigada y su comandante Trujillo escalaría el último grado de la carrera militar al ser promovido a general de brigada.

Así se va desenvolviendo la administración del presidente Vázquez en su práctica política que va perfilando a la vez la imagen del brigadier Trujillo como aliado virtual, cada vez más decisivo en las aspiraciones del viejo caudillo y de su partido en sus afanes por retener el poder.

El otro objetivo, o sea, el proyecto reeleccionista, tomó carácter de compromiso público del Partido Nacional a los pocos días de haber sido escogido José Dolores Alfonseca para el cargo de Vicepresidente de la Republica, en agosto de l928, cuando éste anuncia la reelección de Vázquez, por considerarla “Una necesidad nacional”. Alfonseca se había convertido en hombre determinante en su partido. Sustituyó en la posición de Vicepresidente de la Republica a Federico Velásquez cuando este rehusó ser juramentado para continuar en ese cargo por no haber estado de acuerdo con los acomodamientos que se habían hecho para legalizar la prolongación del mandato gubernamental para el cual fueron electas las autoridades públicas en las elecciones de l924.

El año de 1929 comenzó con la campaña para la reelección en plena efervescencia. Definitivamente la figura del brigadier Trujillo gravitaba notoriamente en la vida política nacional. Su nombre había figurado meses antes en una lista entre los hombres presidenciables del Partido Nacional. Este mismo año, se recogerían firmas en San Cristóbal y La Victoria para proponer su candidatura en las próximas elecciones como Senador por San Cristóbal.

La prensa destacaba su membresía en la Sociedad Nacional de Geografía, en Washington, al igual que una condecoración que le fue otorgada por el gobierno de Italia. Dentro de sus múltiples ocupaciones, el brigadier, como le llamaban, sacaba tiempo para donar leche a los asilos de la ciudad capital. En fin, Trujillo se expresaba como una realidad política.

El gobierno seguía contribuyendo a la exaltación de su militar favorito. El presidente Vázquez, creó la orden del Mérito Militar para honrar al leal oficial. Esta condecoración le fue impuesta en una extraordinaria reunión social que tuvo lugar en el hotel Fausto a fines de enero. El vicepresidente de la República, Alfonseca, encabezó el esplendoroso acto donde se reunió una cantidad de trescientos invitados entre las personas más importantes del país y en el cual estuvo presente el Cuerpo Diplomático acreditado. También allí se habló de “la lealtad, el honor y la eficiencia del General Trujillo”, esta vez en la voz de Alfonseca. Luego del Vicepresidente se turnaron otros oradores, y el conocido periodista, Francisco Ureña Hernández cerró el lucido acto, expresando, en aquel derroche de elogios hacia el festejado que: “En sus manos no perecerá la libertad”, emotiva frase que llevó a la magnífica concurrencia a una cerrada y larga ovación final.

Ese acto, de nuevo puso en relieve la importancia del Comandante del Ejército en medio del debate político reeleccionista, que, por cierto, no ofrecía ninguna duda en cuanto a obtener el triunfo pues, era claro que el Partido Nacional contaba con gran respaldo. Este partido tenía presencia en todo el país y su campaña contaba con el favor de grupos influyentes como lo eran ricos comerciantes y empresarios, respetables núcleos de intelectuales e importantes medios de prensa. Por el contrario,” la falta de unidad entre los grupos de la oposición”, se hacia cada vez más evidente, como lo admitió el doctor Juan Bautista Pérez, un prominente santiagués, al rechazar los ofrecimientos para postularlo que le habían hecho dos de las tendencias anti reeleccionistas; y Francisco Prats Ramírez fue certero cuando, al afiliarse al Partido Nacional señaló: “La oposición está constituida por grupos pequeños sin cohesión”.


Pero el doctor Luís Eduardo Aybar, en un documento público que lanzó para motivar su renuncia a la candidatura presidencial que había aceptado para representar la oposición, guiado nada más que con el fin de adecentar la actividad política, fue más amplio en su enjuiciamiento de la práctica política que se llevaba: “(…) la experiencia que he hecho ha sido breve, pero de un valor edificante. Los partidos políticos no han evolucionado. Las ideas políticas no han evolucionado y los métodos políticos tampoco han evolucionado. Es más, no se advierte ni siquiera una remota tendencia de evolución en los hombres, en los partidos y en los objetivos políticos. Son los mismos viejos caudillos conduciendo las mismas huestes por los mismos viejos caminos (…)”

El laborantismo político en pugna tan poco edificante era lo que se le había ofrecido al pueblo dominicano durante el último lustro de los años veinte. “(…) la política caciquil, anarquizante, de compadrazgos inmorales, había tomado nuevamente la fuerza que le habían restado los años de ocupación Norteamericana”,como también señalara el respetable médico en su vibrante exposición pública.

En el contexto económico, cabe señalar que, el país había experimentado cierta dinámica económica debido a los arreglos de la renegociación de la deuda pública. Esta se tradujo, mayormente, en un programa de obras gubernamentales. Otros sectores también resultaron beneficiados debido a los buenos precios de los productos de exportación que habían prevalecido hasta los dos últimos años de la década.

Ese relativo bienestar había llevado a los grupos favorecidos a demostrar su apoyo al Partido Nacional en sus dos propósitos políticos ya expuestos. Entre esos grupos cabe señalar influyentes hombres de negocios como lo eran Pedro R. Espaillat, J. A. Bermúdez, Anselmo Copello, E. R. León Jiménez, Salomón Jorge, Baduì Dumìt, Ulises Franco Bidò, Cosme Batlle, Juan Tomás Brugal, Josè María Nouel, M. Mallén Ortiz y Quiterio Berroa Por tanto, el ambiente reeleccionista se tornó muy favorable para este partido, cuya organización como ya conocemos se extendía casi a todos los rincones del país con líderes locales de predominio en sus respectivas comunidades.

La reelección de Horacio Vázquez pues, se presentaba como una certeza. Sólo un imprevisto trascendente podría variar la corriente favorable que llevaba en su cresta esa candidatura. Tal casualidad se presentó en forma de una dolencia renal que había estado molestando a don Horacio con fiebres intermitentes desde principios del mes de octubre. El día 23, fecha en que cumplía 69 años de edad fue celebrada una gran manifestación en los jardines de la Mansión Presidencial para anunciarle al viejo caudillo que su partido le había escogido candidato para la presidencia de la Republica en las elecciones que serian celebradas en mayo del año siguiente, unos siete meses más tarde.

Después de tan grata, aunque no sorpresiva noticia; sino más bien esperada, las fiebres continuaron molestando a don Horacio quien, por la recomendación de su médico, el doctor Ramón de Lara, decidió viajar a los Estados Unidos para tratarse su quebranto en un centro avanzado de medicina. Allá fue el presidente Vázquez y junto a su llegada a la ciudad de Baltimore, en cuyo famoso hospital John ,Hopkins se haría los chequeos médicos, se desencadenó en aquel país el “jueves negro” del 29 de octubre de l929 que hundió la Bolsa de Valores y arrastró esa gran nación a la crisis económica más grave de su historia, dando inicio al período de “La Gran Depresión “, cuyas consecuencias sociales y económicas repercutieron en el mundo y produjeron, particularmente en los pueblos de América Latina, dramáticos cambios políticos.

A principios de diciembre, luego de más de un mes de estudios y observación, el venerable anciano fue intervenido quirúrgicamente y le fue extirpado el riñón izquierdo. Su permanencia en la Presidencia de la República, a partir de su delicada condición de salud comenzó a erosionarse y lo que fuera para él promisorio y firme se tornó sombrío e inseguro.
Es oportuno referir que, tan pronto Horacio Vázquez se embarcó hacia los Estados Unidos para tratar su quebranto, surgieron en el país “condiciones de intranquilidad” que llamaron la atención hasta en aquel país, y el periódico New York Times se hizo eco del malestar político nacional. La sorda rivalidad que existía entre los principales hombres del Partido Nacional se hizo cada vez más notoria y todo apuntaba a especular sobre quien sustituiría la candidatura de Vázquez, en caso de su muerte o imposibilidad de concurrir a las elecciones por su precaria salud.

A partir de ahí es cuando Trujillo asume definitivamente el rol de la personalidad dominante en esa repetición de desgarramientos entre los distintos aspirantes potenciales a la Presidencia de la República. Los vínculos entre él y el vicepresidente José Dolores Alfonseca se encontraban bastante debilitados desde que el Brigadier había sido incluido en una lista de quince candidatos a la presidencia, cuando Alfonseca buscaba ser nominado, según la información que hizo pública Francisco Espaillat de la Mota, un destacado periodista y horacista, conocedor de las interioridades de su partido.

La relación de Alfonseca y Trujillo se volvió abierta y enconada rivalidad cuando aquel asumió la Presidencia provisional de la República por ausencia de don Horacio, debido a su enfermedad. Para ese momento Trujillo jugaba sus propias cartas e iniciaba su estrategia para lograr el triunfo en aquella sorda lucha por el poder que se libraba en el Partido Nacional. Por vía de terceros había iniciado relaciones con algunos políticos, no sólo en el propio Partido, sino, además, con otras importantes figuras entre aquellos que intentaron oponerse a la reelección de Vázquez, y éstos a su vez consideraban oportuna una alianza táctica con el decisivo militar, lo que podría brindarles la oportunidad que tanto buscaban de reemplazar a Vázquez y su grupo en el ejercicio gubernamental.

Así se estableció una alianza, aunque cargada de recelos, considerada útil y necesaria por los intereses comunes que acercaban a Rafael Estrella Ureña y Desiderio Arias, principalmente, al brigadier Trujillo. Esos conocidos líderes, de proyección legendaria en la vida nacional, fueron las cabezas visibles de un movimiento subversivo aparente, bajo la protección encubierta del general Trujillo, por lo que el Presidente Vázquez, agobiado por el conjunto de circunstancias en que se había estado debatiendo su precario ejercicio gubernamental tuvo que renunciar.

En ese quehacer político deplorable llega el año l930 en medio de un empobrecimiento general. “El aparente mejoramiento de la situación que indican cifras estadísticas globales no guardan relación con la desastrosa realidad”. Hasta la naturaleza había sido adversa con el gobierno del Presidente Vázquez. Entre los meses de octubre y noviembre del año de la prolongación de su mandato, o sea, el l928, se desató un temporal que duró más de treinta días provocando, desde Bonao hasta Montecristi, inundaciones, arrase de puentes, desaparición de ganado, derrumbes; y las labranzas de esos lugares quedó bajo muchos pies de agua.

Más tarde, en la zona noroeste, hubo una gran sequía que completó el cuadro de miseria y desolación que había dejado el temporal en aquella región. “Desde Tamboril hubo de enviarse allá camiones cargados de víveres para distribuirlos entre los campesinos que deambulan de un lugar a otro sin encontrar medios de subsistencia.”.
La propia capital de la República mostraba gran deterioro, incluso los arreglos de calles que había iniciado el gobierno hubieron de ser suspendidos debido a la crisis económica seriamente agravada por el colapso financiero que había sufrido los Estados Unidos. Sólo el acueducto de Santo Domingo sobresalía como la gran obra de los pasados años de prosperidad. “La obra más trascendental y civilizadora que se ha realizado en la República desde su fundación”.

Esos hechos políticos, económicos y sociales, fueron, a grandes rasgos, las causas que llevaron a Rafael Leonidas Trujillo al triunfo electoral en las elecciones celebradas en mayo de l930. Su candidatura, si bien despertó justificada desconfianza en algunos sectores y dichos comicios estuvieron teñidos con asesinatos políticos y actos de abusos y coacción, contó con una amplia base social de sustentación, compuesta por una mayoría de la población rural y urbana que se sumó con entusiasmo a la candidatura del general Trujillo.

También expresaron públicamente simpatías con la candidatura trujillista, muchos de los intelectuales nacionales más prestigiosos, como lo fueron Marino Incháustegui, Andrés Avelino, Domingo Moreno Jiménez, Federico Henríquez y Carvajal, Américo Lugo, Jaime Vidal Velásquez, Emilio Morel, Manuel de Js. Galván (hijo) Leoncio Ramos, Ulises Heureaux (hijo) y Max Henríquez Ureña. Sin dejar de tenerse en cuenta en ese triunfo electoral el aparato organizativo del Partido Nacional cuyos principales dirigentes, con escasas excepciones, se unieron a la candidatura Trujillo-Estrella Ureña; y, como hemos señalado, la influencia de esa organización se extendía por todo el país, y contaba entre su militancia y simpatizantes a reconocidos periodistas y profesionales, oradores y a destacados intelectuales de una larga experiencia política que pusieron al servicio de su nueva causa.

El análisis de los hechos conocidos demuestran que aquel fracaso del incipiente ejercicio democrático intentado a partir de las elecciones de l924, se vino abajo por la falta de visión de futuro y altura de miras en aquellos hombres que tuvieron la oportunidad de construir un verdadero proyecto de Nación, comprometiéndose en el ejercicio de un quehacer político que demostrara patriotismo, desinterés personal o de grupo y se dedicara a una práctica educativa del pueblo por medio de una conducta publica inspirada en los mejores intereses nacionales.

Por el contrario, aquellos hombres en quienes recayó la responsabilidad de propiciar la reconstrucción moral de la República con sus ideas y accionar anclados en el pasado, sin un pensamiento más allá de sus ambiciones particulares en el usufructo del poder, orientaron al pueblo hacia el brigadier Trujillo, en quien, por instinto, la gente intuía lo que con su sapiencia había observado desde la Argentina, Pedro Henríquez Ureña, tal como lo expuso en una charla que pronunció seis meses después de haber llegado al país para ocupar el cargo de Superintendente de Enseñanza:

“(…) Por eso quiero explicar como concibo la orientación del actual gobierno: como intento de avanzar en la organización técnica de la administración del país en todos los aspectos de su actividad (…). El Presidente Trujillo es militar de carrera, hombre de disciplina y método. Esa diferencia imprime al actual gobierno fisonomía original, nueva para el país (…). En vez de la mano del Jefe cuya esencial preocupación es el privilegio de mandar, descubrimos la mano del hombre de disciplina que aspira a organizar”.



Editado abril l4, 2007
inédito.

ANTESALA DE LA ERA DE TRUJILLO

TRUJILLO DE CARNE Y HUESO

Trujillo nació el 24 de octubre de l891. De niño sufrió de enfermedades propia de esta etapa de la vida; la más severa le llegó a los siete años y fue un ataque de difteria. Ya adulto, las fiebres palúdicas, endémicas en el país, lo afectaron y además, contraía gripe con relativa frecuencia. En el año l935 admitió que había sido intervenido quirúrgicamente en tres ocasiones por el eminente urólogo francés Georges Marión. Seis años después hubo de serle extirpado un ántrax del cuello.

Aun con ese historial clínico no puede considerarse que Trujillo tuvo una naturaleza débil o enfermiza. Estaba dotado de gran vitalidad. Sus jornadas de trabajo eran largas, como también lo fueron sus extensos recorridos a caballo que acostumbraba hacer por las distintas regiones del país en sus primeros años de gobernante.

Desarrolló una gran afición por ese noble animal y sus visitas a las carreras hípicas fueron su diversión deportiva favorita. Uno de los militares que lo acompañaron desde los inicios de su larga carrera militar y política, como lo fue el general Federico Fiallo decía de Trujillo que sólo le gustaban tres cosas: “las mujeres, los caballos y los hombres inteligentes”, según nos contó el reconocido hombre público Marino Vinicio Castillo, quien a su vez lo escuchó de alguien a quien el citado general se lo había comentado cuando Trujillo decidió atraer al servicio del gobierno al intelectual Manuel Arturo Peña Batlle.

Desde su juventud, Trujillo mostró un esmerado cuido por su apariencia personal, por lo que siempre lucía con gran pulcritud. En él sobresalía la disciplina y el método, lo mismo que un agudo sentido intuitivo y de astucia, conjunto de atributos que supo aprovechar para su elevación. No se le conoció inclinación por la lectura entre sus hábitos, pero sí un gran erotismo, lo que contribuyó a darle mayor intensidad a su vida.

No hizo militancia política aun cuando se le atribuyó haber participado en un movimiento revolucionario a favor del caudillo Horacio Vázquez, y en 19l4, durante el gobierno del general José Bordas Valdéz, estuvo brevemente detenido junto a su padre y otros amigos, señalados como simpatizantes del horacismo.

Cuando Trujillo ingresó a la carrera militar tenía 27 años y una estatura de 5’ 7” con figura de complexión delgada y fuerte. En su rostro de rasgos mulatos sobresalía una mirada dominante. En un tiempo relativamente corto, apenas doce años, alcanzó todos los grados militares y obtuvo la Presidencia de la República por vía electoral. Para Trujillo era razón de orgullo ser tenido como hombre trabajador y de inflexible apego al deber; no omitía oportunidad para hacerlo recordar.

Un joven oficial, Darío Trujillo, sobrino suyo por demás, fue asignado a prestar servicios en la Hacienda Fundación, uno de sus residencias campestres favoritas, no dio importancia a un visitante de apellido Barinas con porte de antiguo general, con chamarra abotonada hasta el cuello que se había presentado a la hacienda y le había preguntado por el Generalísimo. El militar incurrió en el error de informarle al visitante, que Trujillo no se encontraba disponible y el visitante se marcho. Un rato mas tarde, Trujillo preguntó si acaso se había presentado un visitante que él esperaba y el teniente enseguida recordó al señor a quien no le había dado importancia y, para salir del paso, le informó que, debido a los pocos días que llevaba de servicio allí había olvidado anunciarle la visita. Trujillo le respondió con toda energía: “Yo tengo todos los problemas del país en la cabeza y no se me olvida nada. Considérese trasladado de inmediato”.


Trujillo se consideraba hombre de campo. Su día de trabajo comenzaba antes del alba donde quiera que durmiera, y en su Hacienda Fundación atendía con riguroso celo su “triple condición de agricultor, ganadero e industrial” como señala uno de sus más calificados biógrafos. Dedicaba un especial cuidado a sus reses. A veces, cuando el río Yubazo, que pasaba por su hacienda hacía una de sus eventuales avenidas y arrastraba alguna vaca, se desesperaba, gritaba e increpaba a los peones para que se lanzaran a las aguas turbulentas a rescatar el animal, con la promesa de recibir compensación económica.

En sus funciones de Gobernante, Trujillo era cortante al dar órdenes: “eléctricamente impartía instrucciones breves y precisas y quien las recibe se limita a retirarse dándole la espalda respetuosamente. A ningún subalterno se le ocurre sobrepasar en su presencia el motivo de una llamada”. Trujillo era gregario y conversador; a pesar de la personalidad temible que desarrolló en su ejercicio despótico del poder. En su círculo familiar y de amigos se mostraba cálido y expresivo; tenía por costumbre ofrecer medicamentos, que los guardaba en abundancia. Brindaba sugerencias médicas a quienes hablaban ante él de sentir algún malestar.

Héctor Incháustegui Cabral, recuerda en su hermoso libro “Pozo Muerto”, acerca de las llamadas que le hacía el Presidente Trujillo cada día al hospital de La Habana, para animarlo y hacerle recomendaciones al doctor Nuñez Portuondo, acerca de la grave enfermedad que éste respetado médico atendía en el hijo enfermo del diplomático y eximio poeta nacional. El doctor Abel González, en un opúsculo suyo de reciente publicación cita que, Trujillo, cuando se trataba de familiares “él quería opinar y recetar también”.

Trujillo vivió para el poder por lo que recurrió a un ejercicio permanente de la simulación e histrionismo. Su fuerza como gobernante descansaba, mayormente, en la sensación de miedo que trasmitiera a los demás. A veces de manera sorpresiva, promovía espectaculares sacudimientos de su gobierno, con resultados de purgas que llevaban a prisión funcionarios del mayor encumbramiento, para que, luego de pasado el desconcierto colectivo, recibir la renovada claudicación y exaltaciones de fidelidad.

Otra herramienta útil en su práctica autocrática del poder, consistía en seguir la vieja máxima “divide y vencerás”. Así alimentaba celos y rivalidades entre sus principales colaboradores para aprovecharlas cuando les venía al caso. Hasta el chisme hogareño, lo mismo que incómodas intimidades en la vida privada de sus funcionarios y allegados las conocía al dedillo y las guardaba como reservas para su uso oportuno.

A Trujillo se le ha señalado un instinto asesino y sangriento; sin embargo, no se conoce que hubiese incurrido, personalmente, en algún asesinato ni tampoco que haber asistido a cárceles para disfrutar ú ordenar prácticas de vejación o torturas. Contrario a esa imagen de crueldad con que se le ha presentado, Jesús de Galíndez, quien vivió en la República Dominicana desde l939 hasta febrero de l945, en su conocida obra de tesis doctoral para la Universidad de Columbia, “La Era de Trujillo”, editada en l956, y a la cual se le ha atribuido su secuestro ordenado por Trujillo, señala, en las conclusiones de su sobrio estudio: “solo cabe matizar en el régimen trujillista que a veces adquiere tintes sangrientos, suele manifestarse más bien en otro género de opresión mas sutil porque busca la humillación moral sin dejar rastros acusadores”.

Los crímenes políticos de la Era de Trujillo, perseguían causar un efecto intimidante que sirviera para “aterrorizar primero y disciplinar después al conjunto de la sociedad”, dentro de un rígido orden social. Tales acciones no eran aplicadas para satisfacer una aberración del gobernante. En su primer lustro de gobierno, Trujillo aplicó una política de eliminación de los caudillos regionales más díscolos y obtener de ese “esfuerzo”, como lo llamó el humanista Pedro Henríquez Ureña, “la verdadera unificación del país”.

Durante esos primeros cinco años de gobierno, fue cuando se produjo, en conjunto, el mayor exterminio de opositores políticos. Una obra publicada en Puerto Rico en el año l937, por el periodista Francisco O.Girona, fue la primera publicación en señalar una relación amplia de los asesinatos cometidos para la consolidación del régimen. Dicho libro se titula “Las Fechorías del Bandolero Trujillo” y cita los nombres de los mas conocidos personajes que fueron sacrificados e incluye, sin mayores detalles, supuestas eliminaciones masivas ejecutadas en determinadas comunidades.

El balance luctuoso que ofrece la mencionada obra alcanza unas quinientas personas. A partir de ahí, gran cantidad de libros sobre Trujillo han repetido aquella violencia inicial y las que siguieron ocurriendo, mas selectivas, pero con igual motivación como nuestra del carácter criminal del Trujillo, según tantos autores que han reclamado “sus propios valores y una objetividad mas allá del alcance de la historia”.

Emilio Cordero Michel, uno de nuestros más respetados historiadores, en un trabajo que hizo sobre “Los movimientos sociales y políticos durante la Era de Trujillo”, detalla las conspiraciones que se fraguaron contra el régimen y la cadena de muertes a que condujeron esas conjuras. Además hace referencia a los asesinatos antes señalados, incluye en su estudio las tramas militares y los crímenes políticos en los cuerpos castrenses que, en su totalidad, superaron en poco las doscientas muertes.

Agregándoles a todas esas muertes las ocurridas en los dos intentos de insurrección armada que llegaron desde el exterior; el primero en el año l949 que dio por resultado el sacrificio de unas quince personas, entre ellas los siete expedicionarios y los pilotos del avión cañoneado, junto a los que fueron vinculados como colaboradores de la expedición en la ciudad de Puerto Plata; mas 217 que cayeron en Constanza, Maimón y Estero Hondo, diez años mas tarde, entre muertos en el campo de acción y capturados y sacrificados luego, así como los casos esporádicos de muertes en cárceles y en calles en todo el largo de la Era de Trujillo, se podría hacer un ejercicio especulativo que aproxime a cifras razonablemente creíbles sobre la criminalidad del régimen, ya que resulta del todo imposible llegar a conclusiones definitivas.

Cuando ocurrió el atentado en que Trujillo perdió la vida, éste se aproximaba a cumplir los setenta años de edad. El aplomo que había mostrado en sus actuaciones pasadas había perdido firmeza, lo mismo que su equilibrio emocional; esa fisuras en su recia personalidad lo llevaron a cometer errores de Estado mayúsculos, como lo fue dejar la responsabilidad del destino de los prisioneros de las incursiones insurgentes que llegaron en junio de l959 a la decisión de su hijo Ramfis, conocida la inexperiencia de éste en asuntos políticos.

El sentido común y de la oportunidad perdió lucidez en Trujillo a partir del año l959. Sus accione en medio de la crisis nacional e internacional a que hacia frente así lo daba claramente entender. Entró en abierta y hostil relación con la Iglesia Católica, su fiel y útil aliada por tres décadas. También incurrió en su mayor desatino, como lo fue el atentado contra la vida del presidente venezolano Rómulo Betancourt, irreflexiva acción que provocó sanciones diplomáticas y económicas contra el país
por los países de América latina y Estados Unidos.

El ultimo eslabón de esa cadena de desaciertos finales en que incurrió el régimen trujillista, llevado por su razonamiento errático, lo fue endosar su autoridad para el asesinato de las hermanas Mirabal, crimen sin el menor sentido de justificación y por demás inoportuno, que, como señala un historiador francés, ese hecho “rompe los lazos de solidaridad que aun lo une a la sociedad”.

A su muerte en mayo de l96l, Trujillo deja como legado principal, en contraposición al sometimiento en que mantuvo a la sociedad dominicana durante su largo mandato, un país limpio del caudillaje político y con instituciones eficientes en un proceso de desarrollo que lo sitúa en el mundo moderno, aunque sin el desarrollo del pensamiento político colectivo que le hubiera podido permitir aprovechar mejor la oportunidad hacia un avance social y político al pueblo dominicano y lograr mejores niveles de satisfacción ciudadana en el ejercicio democrático en que se ha desenvuelto a partir de aquel momento trascendente en la historia dominicana que se inicia con su desaparición.

1 de octubre, 2006

TRUJILLO, HISTORIA Y ALDEANISMO

Hace años, cuando Frank Moya Pons, dedicaba su sólido academismo, su prosa culta y atractiva para educarnos con sus valiosos aportes a la historiografía nacional, en alguna ocasión utilizó el calificativo de “aldeano” para referirse a rasgos de comportamiento intelectual de nuestra personalidad colectiva. Tal expresión causó escozor y fue objeto de críticas de parte de algunas de nuestras “reputaciones académicas consagradas” por lo poco receptivo que hemos sido cuando nos enrostran lo que podemos considerar que afecta nuestra egolatría o nos advierte fallas y defectos como sociedad.

Ya antes, Jean Price Mar, aquel erudito haitiano que escribió “La República Dominicana y la República de Haiti”, un importante ensayo sobre las relaciones históricas entre ambos pueblos, en dicha obra nos acusó de ser una sociedad “bovarista”, que dicho en lenguaje simple, significa negarnos a reconocer lo que realmente somos. Sobre él se desató la ira de los más reputados hombres de luces de la época, quienes no le perdonaron lo hiriente que para ellos resultaba aquella calificación que apoyaba su importante trabajo historiográfico y sociológico, sobre los dos pueblos.

En estos días hemos asistido a dos muestras que guardan relación con esas esporádicas manifestaciones de respuestas carentes de reflexión y madurez, que a veces se puede considerar ridículas o hasta risibles, aun cuando son elaboradas con la mayor seriedad. La primera ha sido por la condición de “Estado fallido” que nos ha atribuido una organización internacional. A quienes se han molestado por ese juicio olvidan o tal vez desconocen que el primero que así nos calificó lo fue el eximio Américo Lugo, cuando a raíz de producirse la Intervención norteamericana de l9l6, reafirmó su convicción de que nunca hemos sido un Estado, porque aun cuando lo hemos constituido, no lo hemos formado.

Tal aseveración que hizo aquel patricio hace ya noventa años, tiene hoy día la misma vigencia que en aquel momento en lo expuso. . La otra muestra ha sido la cancelación del director regional de Cultura, en la ciudad de San Cristóbal, por haber promovido éste, una exposición fotográfica de la obra que Trujillo realizó en esa provincia. Tal medida de arbitrariedad oficial fue tomada porque el Secretario de Cultura “no permitirá que ningún empleado (…) para exaltar la figura del dictador (…) según lo reseña este periódico HOY, en su edición del sábado último.

Mueve a reflexión la actitud de la institución del Estado creada para la divulgación de todo lo que tenga que ver con la cultura y la presentación fotográfica que originó la infeliz respuesta de Cultura, no es nada menos que una recreación histórica. Y no debemos olvidar que la historia no es ni buena ni mala; entenderla así, dentro de esa dicotomía entre el bien y el mal es superficialidad, parcialidad y pasión.

Todavía larva en muchos de nuestros intelectuales el comportamiento aldeano cuando de Trujillo se trata. Pretendemos el descomunal absurdo de querer erradicar de la historia nacional su obra, ejecutorias e influencia. (Hace poco hubo otro monumental dislate de hablar sobre la exclusión de algunos de nuestros personajes que han ejercido la Presidencia de la República, de una galería de sus fotos que sería exhibida en el Palacio Nacional.) El rechazo afectaría, según el juicio que dictaron algunos historiadores, estaría basado en que esos mandatarios unos fueron “títeres” unos y otros porque sus ejercicios no fueron democráticos (¡¡!!)

Con una tozudez impropia de la condición de reconocidos académicos algunos intelectuales cuando se Trujillo se trata, se expresan con un encendido lenguaje moralista y arrastrados por sus particulares apreciaciones y valores, en claro desaire a los hechos y causas históricas cuyos análisis sosegados y científicos sobre esa larga etapa de la historia es que deberíamos guiarnos para llegar a conclusiones con el menor grado de pasión y, por tanto, mas esclarecedoras sobre aquel período.

El abrumador predominio de Trujillo concluyó hace cerca de cincuenta años y el estudio de las causas que llevaron a esta sociedad a solidarizarse tan íntimamente con aquel gobernante intimidante y feroz, ha comenzado a ser permitido con un mayor grado de ponderación, a pesar de que todavía se aprecian rasgos de intolerancia como el que hemos visto en la actitud que ha dado motivo para este artículo.

El pecado social que significaba unos pocos lustros atrás referirse a Trujillo sin anteponer epítetos degradantes, que vulgarizaran en extremo su recia personalidad va quedando en el pasado para dar paso a la ponderación reflexiva y analítica que puedan dejar sedimentos mas maduros y menos estrechez en las opiniones sobre Trujillo y su tiempo. Por tanto, exabruptos anti culturales o estridencias emocionales como el acontecido en estos días ya no resultan graciosos ni aplaudidos por las mayorías, que desean conocer mejor aquel dramático acontecer tan profundamente enraizado en la vida dominicana.

Vale la pena volver a citar a Américo Lugo, quien con su profundo discernimiento, como el maestro de maestros que fue, sentenció que “no debemos temer al pasado, porque la oscuridad no está en el pasado, sino en nosotros mismos”


Julio 07, 2005

HACHAZOS EN EL AGUA

El Estado dominicano confirma cada vez que no está organizado para enfrentar con eficiencia sus propias responsabilidades. Los gobiernos que lo han representado, con las conocidas excepciones, nada más se han ocupado del disfrute del poder y el relumbrón. Las instituciones públicas se han desenvuelto en una rutina marcada por la inercia cuando no por la improvisación, el capricho y la voluntad medalaganaria.

Las medidas intempestivas y emocionales que se han dispuesto con la finalidad aparente de enfrentar la delincuencia y que ocupan ahora los mayores comentarios, es otra prueba de esa incapacidad, que a veces llega a la irracionalidad, como lo ha sido la aplicación del decreto que arrastra de forma olímpica, determinados derechos ciudadanos que son fundamentos del sistema democrático que tanto se ufanan en sostener las autoridades.

No es dando hachazos en el agua, como reza un viejo refrán haitiano, que se van a resolver los problemas del país, los cuales cada vez se presentan más dramáticos y de proporciones romanas para su solución.

Mantener el cierre de los negocios de diversión y consumo de bebidas alcohólicas después de la medianoche tiene que resultar insostenible, a menos que se quiera correr el riesgo de quebrar la dinámica vida nocturna, que con su alegría y desparpajo ofrece una simpática imagen del país y su gente, aparte del solaz que eso proporciona a un pueblo agobiado de problemas y carencias.

Tampoco se debe ignorar que concurrir a divertirse a lugares públicos en las altas horas de la noche es consecuencia propia del cambio social que ha experimentado la sociedad dominicana en las últimas décadas, por lo que, “salir tarde” se ha vuelto habitual, sobre todo, en la juventud criolla de todos los niveles sociales. ¡Culpas del tiempo son y no de España!

Las disposiciones empleadas para frenar la delincuencia, al tenor del decreto recién promulgado, obviamente están impulsadas por el nerviosismo ante el crimen, que de forma gradual nos ha estado envolviendo desde hace años y los gobiernos de turno no han elaborado programas para enfrentar con sentido común y lógica, por su falta de visión de largo plazo. Ahora vienen a valerse de la prisa y la improvisación y como consecuencia, no han medido los resultados negativos, tanto en lo social como en lo económico, que ocasionan las batidas del cierre de negocios dedicados a expendio de bebidas, por brigadas oficiales en función coercitiva.

Las decisiones apresuradas como para salir del paso, por lo regular tienden a dar resultados erráticos, y a veces, hasta ridículos, como ocurrió poco antes de Trujillo visitar el Vaticano, allá por el año l954. El gobierno quiso enviar un mensaje a la Santa Sede que reflejara la moralidad y conducta social que imperaba en el pueblo dominicano y no encontró otra muestra que disponer el apresamiento de las prostitutas. Tan atropellante medida tuvo como complemento la detención de vagos, chulos y homosexuales bien conocidos en aquellas zonas, para ser enviados a la zona arrocera a del nordeste a recoger la cosecha del grano. Tan expeditiva acción, no del todo sorprendente, dada la naturaleza del régimen, llevó a los barrios altos donde se encontraba la mayor parte de las zonas de tolerancia de la ciudad capital y otras ciudades, a cubrirse bajo un manto forzado de silencio y contenido disgusto generador de sordas críticas.

Los cafetines languidecieron; los bares de chinos callaron sus velloneras y la alegría del bolero y el danzón desapareció. Por contagio, los cines de aquellos lugares vieron su asistencia muy disminuida, así como los puestos de frituras en las esquinas, las fondas y los hoteluchos de esos sectores sufrieron la embestida que la disparatada disposición les acarreó.

Cuando la vida alegre se volvió triste por la causa comentada y las consecuencias económicas adversas que ello representaba para esos negocios algunos funcionarios fueron cancelados y la odiosa medida fue anulada. El escape social que significaba para un pueblo aherrojado la vida bohemia con sus agradables pecados de romo y sexo, volvió y de nuevo se bebió y bailó al compás del son y la guaracha.

La aplicación del Decreto que ha motivado este artículo, hasta ahora, lo único que ha producido claramente, fuera de los perjuicios económicos al sector afectado que ya exponen los perjudicados, es la tranquilidad en los vecindarios donde existen colmadones; pero, para evitar las molestias de los ruidos altos que salen de esos negocios estridentes, debería haber otras medidas menos onerosas en todo sentido, que no sea, precisamente, como matar mosquitos a cañonazos, sino fuera por la triste condición de ineptitud que arrastra nuestro Estado y por extensión los gobiernos que lo representan.


6 de agosto de 2006

RECUERDOS DE ANTIGUA GUATEMALA

A media hora de la ciudad capital de Guatemala, el auto deja una moderna autopista para asomarse casi de repente a Antigua, que le muestra al visitante sus vetustas cúpulas, como hermoso avance de la huella que encontrará en el pasado de grandeza y esplendor que una vez mostró esa ciudad.

Al llegar a la que fuera la tercera ciudad colonial del Nuevo Mundo, sólo superada por Méjico y Lima, se siente una sensación de paz y el reflejo de la solemne magnificencia que tuvo esa capital. Los sólidos y gruesos muros de sus conventos e iglesias hacen surgir una emoción de reverencia y admiración ante esas muestras de la pujanza que tuvo en su momento de señorío aquella ciudad.

El convento de Santa Cecilia, donde se acogían como novicias aquellas que renunciaban a toda vida externa, sobrecoge al visitante por la imponente sobriedad y beatitud que emana de aquel lugar tan bien conservado. La austeridad extrema de sus celdas y los demás indicios que se observan, dan una idea del rigor extremo en que vivían las jóvenes allí recluidas en divorcio definitivo del mundo terrenal.

La iglesia de San Francisco, donde se encuentra la tumba del hermano Pedro, un religioso franciscano que vivió inmerso en santidad llevando a cabo su obra de bondad y dedicación a favor de los enfermos y menesterosos. A su muerte, se convirtió en hacedor de milagros y sanaciones, como lo atestigua la gran cantidad de placas de agradecimiento adosadas a la pared del añejo templo. Este lugar ha llegado a convertirse en foco de fe y peregrinación al igual que el otro gran santuario de Esquipulas, en el sur de ese fascinante país, donde se venera desde los tiempos coloniales una imagen de un Cristo de madera color negro, cuya fama se extiende por el mundo.

En el patio de la iglesia de San Francisco, amplio, y sombreado, entre venerandas piedras y rojas enredaderas de trinitaria, envueltos en esa sensación de paz y recogimiento que de allí emana, estudiantes de diversos países quienes viven en Antigua, aprovechan la quietud para sumergirse en estudios y lecturas al igual que también se puede observar en otras ruinas, evocadoras de su ayer místico y de grandeza.

No todo es sensación de sacralidad y pasado colonial. En Antigua fluye alegre, continuo y juvenil, como arroyo en la montaña, un turismo que recorre sus lugares de diversión y las empedradas calles rebosantes de historia y tradiciones admirando cada detalle de aquella ciudad colonial, la misma donde el regidor de su honorable cabildo, el vecino Bernal Díaz del Castillo, en su vejez, enfermo y casi ciego, con la autoridad del soldado que fue conquistador de Méjico y Guatemala, escribió la” Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España”, como homenaje a todos los que participaron en aquella verdadera epopeya y no sólo a la gloria de su capitán, como lo habían hecho los clérigos y escribanos al servicio de Cortés. Una tarja incrustada en el gran mercado de artesanía en el centro de la ciudad le recuerda al visitante ese hecho.

En los atardeceres, Antigua sirve de escape a los residentes de la cercana ciudad capital, para que ellos también encuentren solaz, luego de sus ajetreos cotidianos en la trepidante urbe que la ciudad Guatemala de hoy día. En Antigua Guatemala, se suceden los espectáculos artísticos y culturales de gran calidad en el marco de aquellas ruinas reminiscentes de sus días de grandeza. Allí un notable público, embargado de emoción, pudo apreciar los sostenidos en sus momentos más altos que salían de la garganta de José Carrera, para golpear las piedras grises por la pátina del tiempo y rebotar derramados como cascada musical maravillosa sobre aquel auditorio extasiado ante esa conjunción maravillosa de piedra ancestrales y música intemporal.

Desde cualquier parte de Antigua, en cercana distancia hacia el Oeste, el visitante encuentra la vista de la majestuosa montaña en cuya falda fue fundada en l524, la primera capital provincial llamada entonces Santiago de los Caballeros de Guatemala. Luego de lluvias intensas e ininterrumpidas durante dos días, temprano en la noche hubo un fuerte temblor de tierra y desde lo alto de esa montaña descendió una gran correntada que, como un episodio bíblico, cubrió la ciudad de agua, lodo y piedras.

Desde entonces esa montaña es llamada “Volcán de Agua”. La catástrofe, en su tarea de muerte y destrucción de la villa, también se llevó la viuda de otro conquistador del reino de Méjico y Guatemala como lo fue Don Pedro de Alvarado: “La sin ventura Beatriz de la Cueva”, quien, al conocer de la muerte de su esposo en lucha contra los indios de Méjico, en l541, se había encerrado junto a su servidumbre en su palacio al pie de la montaña, el cual había hecho pintar todo de negro y que fuesen tapiadas todas las ventanas, para convertir aquel hogar en un lóbrego sepulcro en vida para llorar la muerte de su esposo en un luto y aislamiento mas aterrador que la muerte misma. El cataclismo ocurrió el ll de septiembre, poco tiempo después de la muerte de Alvarado.

La destrucción de la capital impuso la necesidad de trasladar la ciudad, que fue edificada en l543 en un vallecillo cercano, donde llegó a la preeminencia conocída, hasta que fue castigada por una serie de terremotos, lo cual obligó por segunda a que la capital fuera abandonada en l577 y establecida en el lugar en que hoy se encuentra a partir aquel último traslado. Sin embargo, esa vez la ciudad colonial no desapareció, como la primera al pie del volcán, y se ha mantenido con el nombre de Antigua Guatemala, como tesoro de la arquitectura colonial en el nuevo mundo y figura entre los patrimonios culturales universales mas admirados.


31-7-98

PROSTITUTAS, REMESAS Y PAÍS

Somos un país cuyo principal producto de exportación se exhibe en muchas de las ciudades mas reconocidas del mundo. Desde Buenos Aires hasta Atenas se encuentra la más reconocida identificación dominicana gracias al mercado globalizado en que nos desenvolvemos.

Nuestras mujeres en ejercicio de la prostitución se han desplazado por toda Europa hasta llegar a la región del Levante. Son como la Coca-Cola y Mcdonald´s. El comercio internacional en ese renglón ha contado con esa mercancía desde hace un montón de años por nuestras meretrices, ahora llamadas trabajadoras sexuales.

Durante el decenio cuarenta el país abastecía de frutos menores las islas de Aruba y Curacao. Del puerto de Santo Domingo partían goletas rebosantes de vegetales y bastimentos; en algunas de esas embarcaciones iban grupos de mujeres a internarse durante semanas en un lugar llamado “Campo Alegre”, en Curazao, para satisfacer las apetencias sexuales de los “macambos” que trabajaban en las refinerías de petróleo instaladas allí.

Conocimos ese lugar de forma imprevista hace muchos años. Nos encontrábamos alojados en un Holliday Inn, de aquella isla no lejos del aeropuerto y al levantarnos, mientras tomábamos el desayuno, escuchamos por una estación de radio local, que el día anterior, le había sido otorgado el premio Rómulo Gallegos a una novela llamada “La Casa Verde”, de un escritor peruano llamado Mario Vargas Llosa, cuya fama comenzaba entonces. La obra premiada trataba de un prostíbulo establecido en la selva que llevaba por nombre el título de la obra.

La noticia de inmediato nos recordó que en esa pequeña isla en que nos encontrábamos, tal vez aun pudiera existir el gran prostíbulo del cual habíamos escuchado en nuestros días de muchachito en Villa Francisca. En la tarde recurrimos a un taxista para ubicar el lugar, conocerlo y compararlo con aquel recuerdo infantil, cuando lo concebimos como algo alegre, bonito y festivo. Llegamos cuando el lupanar se reponía para sus ajetreos de la noche.

“Campo Alegre”, para aquel entonces, no tenía nada de alegre; quizás había perdido el encanto de antaño, si es que alguna vez lo tuvo. Era un conjunto de casuchas de madera rodeado de una malla ciclónica. Algunas mujeres descansaban a la puerta de sus viviendas temporales. Lucían apagadas y mustias, agobiadas por un sol que achicharraba aquel vasto burdel ubicado en un erial salpicado de cactus y distante de la ciudad, como si se pretendiera mantener oculta esa llaga social.

Estas referencias a nuestra identificación como país generador de prostitutas desde hace tantos años la traemos al caso, avaladas por la información que ha publicado este importante periódico HOY, en edición reciente, donde describe las aventuras en esa actividad de trato carnal que vivió una joven, la cual formaba parte de una red internacional en Tel Aviv, para ejercer ese oficio.
Como se imaginará quien nos haya honrado leyéndonos hasta este párrafo, encontrará que también las han motivado las declaraciones atribuidas erróneamente a Alan Touraine, uno de los sociólogos contemporáneos mas importantes, quien en los años setentas hablaba de la sociedad post-industrial que entonces se asomaba con su desarrollo cibernético y la despersonalización definitiva del individuo.

El país tuvo el privilegio de recibirlo para la celebración de la Feria del Libro que celebramos el mes pasado, y algunas personas deben haberse enriquecido atendiendo sus charlas. Un parte noticioso de la agencia EFE le atribuyó al cientista social el pecado de haber dicho que el país no existe como tal, porque su economía descansa en el turismo sexual y las remesas.

El prestigioso académico ha desmentido el infundio que se derivó de sus palabras que pronunció en Brasil, y con eso es posible que haya evitado que desatemos los demonios contra su laureado y bien ganado respeto universal como sociólogo, siguiendo el hábito que nos caracteriza de atacar la honra y calidad de quienes dicen verdades que resultan inconveniente o que nos puedan doler.

Sin embargo, las declaraciones, que han resultado “apócrifas”, contienen verdades pesadas. Como la carta aquella que causó revuelo hace apenas algunas semanas. Las tergiversaciones de las palabras de Touraine nos dejan algo bueno, porque nada es del todo malo. Brindan una magnífica oportunidad para que nuestros entendido en el estudio de la realidad social dominicana, entren en un análisis sociológico para debatir el tema de sí existimos como país o no existimos., partiendo de que un país necesita, para considerarse tal, un aparato realmente productivo en constante desarrollo y crecimiento; y hasta ahora, no lo hemos tenido..

Lo mas estable y expansivo con lo que hemos contado es la prostitución, turismo chatarra, remesas y el lavado…no precisamente de nuestras culpas.

5-22-99

PONCIO PIIATOS. ¿IRRESPONSABLE?

Cuando Poncio Pilatos asumió el cargo de Prefecto romano en Judea, jamás pudo pensar que llegaría a verse envuelto en una querella político religiosa con los celosos dirigentes espirituales de aquel pueblo díscolo y conflictivo, hecho por el que su recuerdo se mantendría vivo durante los dos mil años que han trascurrido de aquel acontecimiento, y es posible que así siga por los siglos de los siglos.

La tarde del viernes 3 de abril del año 33 d.c. concluyó el juicio en que el celo religioso, el chantaje político y lo que ahora se llama manipulación de las masas se orquestaron para no dejar al prefecto Pilatos, otro camino que no fuera la condena a muerte del predicador Yeshu.

Según el magnífico libro del escritor Paul L. Maier, que recoge la vida de aquel funcionario romano, y que nos ha servido para elaborar este trabajo periodístico, Poncio Pilatos, era un alto miembro de la “clase ecuestre”, lo que llamamos en este tiempo la burguesía. Hombre de excelente educación, amigo y compañero de Elio Sejano, el Comandante de la Guardia Pretoriana, a quien el príncipe Tiberio le había concedido toda su confianza además de un gran poder. Sejano era hombre de ambiciones apenas disimuladas; colocaba a sus amigos en buenas posiciones y así llevó a Poncio Pilatos al cargo de representante de Roma en Judea.

Tan pronto estuvo al tanto de sus funciones su inteligencia y perspicacia lo llevaron a comprender que su jefatura en aquella hostil región estaría plagada de escollos, por lo que tendría que mantener su sentido de la prudencia todo el tiempo alerta, lo que pudo comprobar a causa de un incidente aparentemente trivial, como lo fue la colocación de unos estandartes de la Legión Antonio, bajo su control, en un lugar que los judíos consideraron una irreverencia a sus creencias religiosas.

El chisme se alargó, tomó cuerpo y llegó hasta Roma, desde donde le ordenó el César el retiro de los estandartes, lo que constituyó una humillación para el Prefecto ante sus poderosos enemigos, entre ellos el taimado, inteligente y ambicioso Tetrarca de Galilea, Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, y quien aspiraba a que el César lo elevara a monarca para tener también jurisdicción sobre Judea.

Sejano era antisemita visceral y en su interés por ver la zona palestina romanizada, incitaba a su protegido a decisiones que menoscabaran la autoridad de los sacerdotes. Una de esa medidas que tomó Pilatos para agradar a su protector fue retirarle al Gran Sanedrín su derecho a aplicar la ejecución en las casos de condena a la pena de muerte, prerrogativa que tenía ese tribunal cuando los judíos cometían hechos merecedores de esa condena.

En el quinto año de ejercicio de prefecto para Pilatos tuvo lugar el descubrimiento de la conspiración de Sejano contra Tiberio, quien reaccionó como era la costumbre; de forma expedita y sin debilidades. En un festival de terror fueron eliminados todos los comprometidos en la conjura, sus familias y hasta aquellos que presentaban la menor sospecha de haber tenido alguna vinculación con el caído, sin faltar las víctimas inocentes, fruto de las venganzas e intereses personales.
La conspiración frustrada de Sejano tuvo repercusión en todo el imperio y a partir de ese momento, Pilatos comenzó a caminar sobre el filo de la navaja.

Evidentemente, había caído en desgracia política y sus enemigos en Judea, intensificaron las zancadillas al prefecto, esta vez fortalecidos por la desaparición del hombre que desde Roma había estado incitando a Pilatos a tomar medidas que llevaran los judíos a un mayor sometimiento.

Poco después de esos terribles acontecimientos políticos ocurridos en la capital del Imperio, cuando todavía estaban frescas sus terribles consecuencias, apareció en Galilea “un hombre de cabellos largos y barba, con ropa limpia”, que se hacía llamar enviado de Dios, por lo que sería acusado ante los miembros del Sanedrín de agitador y practicante de hechicería contra la fe religiosa de Israel.

El 22 de febrero de ese año 33, fue ordenado su arresto en todos los pueblos de Judea y unos cuarenta días después llevado a juicio. Fue condenado a la pena capital por el tribunal religioso y siguiendo la ley romana buscaron la aplicación de esa pena con el Prefecto de Roma, quien había despojado de ese derecho al tribunal judío algún tiempo atrás, como ya expusimos. Por eso se vio Poncio Pilatos involucrado en ese juicio engorroso entre fanáticos religiosos y en su momento lamentaría con amargura haber privado a los sacerdotes judíos de aquella responsabilidad.

Los acusadores, en conocimiento de que el Prefecto no condenaría a un hombre por cuestiones de religión, agregaron acusaciones políticas e incluso llegaron a amenazar a Pilatos con apelar al propio Tiberio si la sentencia no era confirmada, pues, según los sacerdotes, el acusado, además de subversivo, se hacía llamar Mesías, o sea, rey lo que implicaba la acusación de alta traición, el peor crimen que contemplaba la ley romana. El mismo delito, todavía fresco en la memoria, que había sido aplicado a su protector Sejano y sus centenares de amigos y compañeros envueltos en la conspiración contra Tiberio. Fue una jugada maestra de los sacerdotes del Sanedrín, pues pusieron al Prefecto a escoger entre su carrera de funcionario del Imperio y , hasta su propia vida o la salvación de un profeta desconocido.

Pilatos comprendió que lo habían derrotado los políticos y religiosos de Judea. No obstante, hizo todo lo posible por liberar al predicador, aun cuando el acusado no lo ayudaba, negándose en todo momento a defenderse de las acusaciones que le hacían, lo que realmente exasperaba al Prefecto. “su conciencia no le permitía condenar a un hombre inocente, así que renovó sus esfuerzos por liberar a Jesús, aun a pesar de la intransigente actitud de la gente. Se preguntó hasta que punto la multitud era una comparsa reunida por la parte acusadora.”

Como último esfuerzo, presentó a la turba que escogiera entre el predicador y un asesino rebelde llamado Barrabás, haciendo uso de un recurso que contemplaba el calendario judío, el que consistía que, en cada pascua tenía como costumbre liberar a un prisionero escogido por la gente. Recordó a la multitud que se encontraba reunida ante la plaza a la espera de que terminara el juicio que expresara su preferencia para la amnistía del prisionero y ante el estruendo pidiendo a Barrabás, el procurador quedó atónito. Había quedado totalmente sin posibilidad de evadir la condena del Nazareno.

Publicado en la revista “Temas”,
Del periódico HOY,11-4-98

JUDAS ISCARIOTE, ¿PATRIOTA O TRAIDOR?

“Memorias de Judas”, novela histórica de Ferdinando Petruccelli Della Gattina, es un libro de gran riqueza literaria y erudición, escrito hace más de un siglo. Fue anatematizado en su época y el autor escarnecido y proscrito de Italia, debido a la reinterpretación histórica que hizo del drama evangélico. La lectura de esta obra sobria y reflexiva nos ha ofrecido el marco referencial para este artículo.

Palestina se había caracterizado por mantener una continua rebeldía ante el sometimiento de Roma. Particularmente el pueblo hebreo, que no cejaba en su empeño por liberarse de la dominación extranjera. En el séptimo año de Poncio Pilatos a cargo de la prefectura de Judea, fue articulado un movimiento subversivo entre los diversos grupos que se habían unido con propósitos conspirativos. El Consejo de Delegados de los distintos partidos tenía por cabeza visible al sagaz sacerdote Anás.

Esta vez la organización subversiva decidió buscar un Mesías y prepararle el escenario para que levantar las masas. Los conspiradores sabían que la búsqueda de su hombre no resultaría difícil, pues todas las provincias palestinas los producían por montones. Los profetas y mesías eran elementos de la vida diaria entre los hebreos y estaban involucrados en todos sus acontecimientos y circunstancias.

Entre los cabecillas del movimiento de liberación se encontraba un joven de unos veinte años llamado Judas, quien gozaba de gran simpatía por su nacimiento patricio, el partido al que pertenecía y hasta por su frivolidad. Poco antes había regresado de Roma donde maestros griegos le habían perfeccionado su educación. Luego viajó por Grecia, Egipto, Fenicia y Siria, sociedades estas que contribuyeron a su enriquecimiento cultural y espiritual.

Sus gustos distinguidos, sus aventuras y hasta su amante quien a su paso deslumbraba por su belleza, por el aroma de sus perfumes que dejaba tras de sí y su risa que atraía como melodiosa cascada, hacían sentirse admirado a este privilegiado entre la juventud de Jerusalén. Judas era ardorosamente patriótico y recayó en él la tarea de buscar el profeta que sirviera para los aprestos revolucionarios, representando de la manera mas fiel el papel que le fuera asignado, o sea, como dijo el sacerdote Anás: “Que fuera para la causa, lo que la palabra para el pensamiento”.

El hombre que buscaban, obviamente, no podía ser de Jerusalén; según los planes debería aparecer allí en su momento, como caído del cielo. Judas inició su búsqueda en Galilea, con doble entusiasmo porque aprovecharía su misión para visitar Magdala y tratar de averiguar acerca de María, la cual lo había abandonado sin conocer más de ella. En su búsqueda, pasó varios días como huésped del tetrarca Antipas y su esposa Herodías, con quien estaba emparentado. Les confió a ambos la causa en la cual andaba porque éstos eran enemigos de Pilatos. Por tanto, podrían ayudarlo en sus proyectos subversivos.

En la sinagoga de Cafarnaún, Judas observó un rabí que se dirigía al público y parecía muy conocido entre esas gentes. “El predicador llamó su atención por la voz suave, singularmente melodiosa, sus modales graves y de gran dignidad. “Aparentaba unos treinta años, era de estatura ordinaria, ágil, delgado, de piel tostada y barba negra cortada en punta. Los cabellos divididos en dos partes iguales sobre la frente a la moda de Galilea”.

Cuando el rabí abandonó el templo, Judas reconoció, entre los muchos seguidores que lo acompañaban a María de Magdala. Se las agenció para hacer contacto con ella mas tarde y cuando se encontraron notó un gran cambio en su personalidad. Había desaparecido su arrogancia y reflejaba una gran dulzura y sencillez. Ella le habló a su antiguo amante de su transformación y abandono de la vida mundana por devoción al Mesías. Judas le pidió que le presentar al rabí y ella le invitó a quedarse en su casa donde se había producido el encuentro, hasta cuando él llegara allí al atardecer.
El rabí llegó acompañado por Juan y de esa manera lo conoció Judas. Después de la cena hablaron a solas por largo rato mientras paseaban por el jardín de la vivienda. Así entró el rabí en los planes de Anás y Judas, el de de encontrar un profeta que cumpliera con sus planes.

El predicador reunía todas las condiciones para dar al populacho lo que requería para agitarlo. Atrevimiento, calma, tenacidad, franqueza, acento seductor y mirada fascinante. Judas se dijo: “Este es mi hombre si quiere ser mi hombre. Su presencia, su imperturbabilidad de ánimo en el debate que había demostrado en el templo cuando le hicieron algunas preguntas difíciles. Esos rasgos bien dirigidos harían de él un abanderado de gran utilidad”.

En una charla amplia y convincente, Judas le dijo al rabí que María le había asegurado que él no había salido de las orillas del lago de Galilea y por tanto no conocía el mundo. Había elegido mal el escenario. Le recordó que hacía pocos meses estuvo a punto de ser despeñado de lo alto de una roca en Nazaret por haberse declarado “ungido del Señor” y él mismo día en que se conocieron casi fue lapidado por haberse presentado como “pan de vida”, ante un pueblo “que espera hechos y tú le anuncias verdades. Que quiere ver y tú le impones creer”.

El rabí abandonó Galilea la misma noche de la conversación con Judas en casa de María. La perspectiva del inmenso horizonte que Judas desplegó ante sus ojos lo decidió. Sintió que debía arriesgarse en una jugada decisiva en la cual le ofrecían un gran papel, sin embargo, el rabí no creía en las palabras de Judas y aconsejado por las dudas, para comprobar todo cuanto éste le había dicho marchó aquella misma noche acompañado por
Simón y Juan hacia Jerusalén. Esos dos seguidores siempre lo acompañaban a donde fuera con el interés de lograr posiciones importantes cuando el rabí reinara.

Un abismo separaba el alma de rabí del alma nacional. El hebreo era materialista, tosco, cruel, puntilloso y de ardorosas pasiones. El, en cambio, era dulce, sencillo, tolerante y elevaba el espíritu y el ideal por encima de todo. El rabí partió hacia Jerusalén confiado en que daría su apoyo al movimiento político que entendía era de rechazo total a los romanos que según le describió Judas, existía en aquella urbe. Sin embargo, luego de un rápido recorrido por algunas provincias no hebreas pudo comprobar que el odio y miedo hacia los romanos no era un sentimiento generalizado entre el pueblo israelita, por lo que su papel subversivo no tendría una base política lo suficientemente amplia y sólida para lograr sus propósitos.

Sin dejar de tomar en cuenta el sentimiento que existía entre los hebreos de un Mesías que lo liberara de la ocupación extranjera, comprendió que ello no constituía para él motivo suficiente de subversión política y de elevación moral, por lo que reconsideró su interés inicial de atraerse al pueblo por esa vía. Al llegar a la gran ciudad de de Jerusalén su disposición de ánimo estaba totalmente cambiada de la que demostró a su salida de Cafarnaúm. El predicador no dijo nada del cambio de disposición interna que en él se había operado, ni sus instintos agresivos. Esto se vino a saber luego de una serie de desaciertos que cometió y ocasionaron un daño irrecuperable a la causa política en la que estaba envuelto.

Esos sentimientos se agravaron luego de su entrada a Jerusalén que el Mesías esperaba fuera toda una apoteosis y constituyó un claro fracaso por muchas razones; entre ellas, la falta de calentamiento de las masas que no se pudo programar por su llegada imprevista y en fecha inoportuna, porque se realizó la víspera del día en que comenzaba en esa ciudad la mayor fiesta que allí se celebraba que envolvía a todos sus habitantes en orgías desenfrenadas, como lo eran sus saturnales. de tanto éxtasis y colorido que su fama se extendía hasta otras naciones desde donde acudían multitudes a sumergirse en esos días de placer, lujuria y desenfreno.

La trepidante ciudad, con una población de ochenta mil habitantes sumergida en aquel ambiente desbordado de celebraciones que expandían el espíritu colectivo ni se percató de la entrada del profeta y éste culpó a Judas por esa ignorancia de su presencia en las masas de la gran ciudad. Decepcionado se dedicó de lleno a atacar a todos los partidos; a los ricos, a los sacerdotes, a los escribas. En fin, a todos cuantos tenían poder. El hombre cargó contra todos y eso no podía dejar de provocar una encendida reacción de los poderosos que se sintieron ofendidos.

Mas tarde, cuando la causa se encontraba irremisiblemente perdida, en el curso de una cena que le fue ofrecida al Mesías, la víspera de su detención, éste, visiblemente perturbado por lo acontecido, divagó ante sus compañeros y habló en términos confusos de traición mientras su mirada furibunda y perdida por momentos, la fijaba en Judas y los demás comensales, quienes sorprendidos por las incoherencias que salían de los labios del profeta, se miraban entre sí y se preguntaba cada uno acerca de que traición aludía y cual de ellos él entendía que la había cometido.

Las actuaciones del rabí, cargadas de graves imprudencias por sus desafíos a los poderosos, sus ofensas graves a la religión judía y los trastornos ocasionados al orden público provocados por sus acometidas contra los vendedores de mercancías en el templo, considerado como lugar común de todo el pueblo, terminaron por lleva al Gran Consejo a determinar su detención para ser llevado a juicio. El sagaz sacerdote Anás quedó desolado por la suerte del predicador cuyas acciones habían desbordado toda posibilidad de salvarlo.

La conspiración contra los romanos tuvo que ser aplazada y los dirigentes políticos y espirituales envueltos en la trama., particularmente Judas, lamentaron que un hombre como el Nazareno, que pudo convertirse en un símbolo de cohesión del pueblo en su lucha nacionalista, se perdiera “por no querer trocar su papel de reformador moral por el de agitador social”, el único que en aquel tiempo podía tener sentido y posibilidad de éxito en el deseo de los hebreos por liberarse de la dominación romana.

revista Temas, del
Periódico Hoy, en fecha 9 de abril del año 2000

LA POLITICA SOCIAL COMO SOPORTE

La labor de Joaquín Balaguer en sus ejecutorias de gobernante, ha sido tratada, en la mayoría de los casos, por críticos entre los que han predominado juicios apasionados y no pocas veces con virulencia y hasta mezquindad entre algunos de esos analistas cegados por intereses políticos unos, y otros lo han expuesto sus reflexiones desde sus apacibles ejercicios intelectuales puramente académicos.

Ha faltado en esos enjuiciamientos la serenidad del pensamiento para sobreponerse en sus análisis o interpretaciones, el condicionamiento que impuso el momento histórico en que inició su gestión gubernativa este experimentado hombre de Estado.

Aquellas dramáticas circunstancias dentro de las cuales inició su tarea como gobernante en el año l966, debería ser el primer asunto para someter al escrutinio cuando se intente analizar los hechos y actuaciones gubernativas del presidente Balaguer con cierto rigor histórico; esto es, al margen de valoraciones personales y despojarse del partidismo ideológico antagónico al gobernante que algunos de sus jueces de horca y cuchillo han representado en natural desmedro del análisis histórico frío y objetivo.

Ahí tiene que detenerse quien pretenda abocarse con ecuanimidad a la precipitada tarea de enjuiciar la labor de estadista de Joaquín Balaguer. La sociedad dominicana de aquel momento era entonces un conglomerado preñado de exigencias y arrebatos, cargado además de las mayores frustraciones ante las pocas perspectivas favorables que había experimentado en sus aspiraciones de todo tipo de reivindicaciones que esperaba ver satisfechas a partir de la muerte de Trujillo.

También el engaño que había sufrido todo el pueblo al llevarse a cabo el golpe de Estado de septiembre del año l963, y el desquiciamiento social que sufrió de nuevo el pueblo, esta vez causado por los graves acontecimientos ocurridos a partir del 24 de abril del año l965, cuando estalló el movimiento insurreccional cívico militar, hecho histórico que podría considerarse como la culminación de todo el desajuste que había dejado en la vida dominicana la súbita desaparición del largo régimen dictatorial de Rafael L. Trujillo.

Joaquín Balaguer regresa al país, luego de un extrañamiento al cual se vio forzado por las circunstancias imprevistas que se desencadenaron ante la abrupta caída del régimen trujillista. A su regreso, después de un exilio de cuatro años, Balaguer encuentra un país profundamente dividido y una sociedad desgarrada por el último de sus encuentros fraticidas, como el mismo estadista definió la acción bélica entre fuerzas regulares de las fuerzas armadas y aquellos militares y civiles que tenían como propósito la reposición del ex presidente Bosch, y que, en su luctuoso desarrollo en algunos sectores de la ciudad capital, dejó un gran saldo de víctimas y por demás, produjo la segunda intervención norteamericana del país en el siglo veinte,

No hay que hacer esfuerzo extraordinario de la imaginación para entender la difícil situación que imperaba en el país, donde a causa de lo señalado en el párrafo anterior, las pasiones se encontraban todavía en ebullición cuando el doctor Balaguer asume la presidencia de la República. Si bien es cierto que la violencia armada había formalmente cesado debido a las negociaciones que fueron impuestas a los bandos en pugna por los organismos internacionales que mediaron en el conflicto, la vida institucional del país no había superado el ambiente de tensión y desconfianza que generó el conflicto armado.

Esta síntesis histórica la hemos expuesto, como marco necesario para poder entender la obra social del presidente Joaquín Balaguer, y apreciarla como la más prioritaria y tangible a la vez para las grandes mayorías nacionales de aquel momento a las cuales necesitaba con dramática urgencia atender el gobernante, consciente de su responsabilidad, aun cuando fuera de manera mínima, pero que podría traerle algún alivio a los requerimientos ciudadanos mas palpitantes como lo era la necesidad de comer y la esperanza de un techo donde alojarse a aquellas gran masa pobre y desocupada cargada de las penurias mas acuciantes después del conflicto armado.


Cuando Joaquín Balaguer resulta electo a la presidencia de la República y asume tal cargo el primero de julio del año l966, reiteramos, encuentra un país, no solo desgarrado por los trágicos acontecimientos que había sufrido, sino algo todavía peor; el espíritu colectivo nacional se encontraba abatido en lo moral por la humillación de haberse visto de nuevo sometido a intervención extranjera y el trauma de haber superado un estado de violencia que no habían conocido las últimas generaciones.

Su llegada a la dirección del Estado, no obstante, en las condiciones nacionales descritas, resultó auspiciosa porque, en primer término, durante su corto exilio había mantenido una presencia en el pueblo dominicano a través de las charlas que enviaba desde la ciudad de Nueva York, para ser transmitidas por la radio, así como también a través de la publicación regular en un periódico local para que sus mensajes llegaran al mayor número de ciudadanos posibles,

El dinámico y esperanzador inicio de su período gubernamental, mostró al país lo que podía hacer una voluntad sapiente, experimentada y como la suya, dedicada con extremo celo a atender las necesidades de la sociedad. Con ese ejemplo de trabajo afanoso inicia el país una marcha hacia un estadio de grandes logros sociales con el propósito desarrollista que, aun cuando tuvo por razones del momento su punto mas sobresaliente en sus tres períodos de gobierno consecutivo -1966-1978 por continuidad electoral a su favor, en ese lapso estaría la más honda huella de la gestión gubernativa que cumplió, para totalizar veintidós años ocupados con marcada preferente en desarrollar una política social que sustentara su visión desarrollista del Estado.

Su gestión gubernativa inicial fue tan eficaz que logró de inmediato atraerse la colaboración de aquellos grupos sociales y económicos que en alguna medida representaban sectores comprometidos con la sociedad, porque estos se identificaron con las claras iniciativas y enérgicas medidas que mostraba el gobernante para llevar a cabo el proceso de recuperación nacional y reunificación de la familia dominicana

Con esa colaboración de los más representativo de las fuerzas vivas o sociedad civil, como llamamos ahora, en apenas seis meses, o sea cuando el año l966 llegaba a su fin, el país se encontraba envuelto en una trepidante marcha desarrollista, impulsando un abarcador programa de construcción en las principales ciudades con recursos obtenidos por el gobierno en sus recaudaciones internas que, por una rigurosa aplicación y fiscalización de tales recursos pudo mantener el Estado, sin necesidad de acudir a compromisos internacionales, aun cuando su amplio plan de construcciones y obras sociales requería de ingentes recursos económicos.

La mayor necesidad de aquel momento lo era encontrar la forma de proporcionarle como ganarse la vida a sus grandes núcleos desocupados. La población de los bajos estratos capitaleños se encontraba ociosa y el presidente Balaguer “concibió sus proyectos sociales en puntos álgidos”, como lo fueron las grandes urbanizaciones de “Matambre”, la “Plaza Trinitaria”, “La Loma del Chivo”, “Guachupita” y “Honduras”, siguiendo de manera indetenible, el vasto plan nacional de obras de viviendas para la gente de escasos recursos que se extendería por todas las provincias de la república.

Estas obras, aparte de su alta función social, como proyecto de contribución a paliar el crónico déficit habitacional que ha existido en el país, también perseguía la utilización de un gran número de obreros, en cuyas manos quedaba mas de la tercer aparte de las derogaciones que requerían tales proyectos de interés social, como eje de la política para un mayor desarrollo urbano de la ciudad capital y ciudades del interior, logrando a la vez el saneamiento de esas áreas capitalinas, degradadas por las ocupaciones ilegales, mientras llevaba ”comida para los miles de estómagos vacíos”, que poco antes se encontraban en condición vegetativa.

Aun cuando la obra social que construyó el presidente Balaguer, como base de su política desarrollista fue la principal impronta de sus fructíferos ejercicios gubernativos en la búsqueda del engrandecimiento nacional, tal vez resulte tedioso en esta intervención nuestra, abundar sobre tantos proyectos sociales ejecutados, todos de indiscutible valor por su contribución al desarrollo nacional. Ahí están esas ejecutorias. Todavía se encuentran cumpliendo su función en el bienestar social de la familia dominicana la multitud de liceos secundarios, hospitales multifamiliares y otros tantos aportes como testigo elocuentes de la visión desarrollista de ese estadista consagrado al progreso y desarrollo de su pueblo.

Se ha hablado mucho acerca de la política desarrollista que el presidente Joaquín Balaguer llevó a cabo en sus períodos gubernativos. Sus críticos han hablado de la intensa tarea de construcción de obras públicas, llamándola despectivamente “política de varilla y cemento”, como su mayor prioridad. También se ha enfatizado en esas opiniones adversas que en su obra social no dio suficiente importancia a la educación y a la salud pública particularmente. En pocas palabras, que en los logros obtenidos en el desarrollo y mejoramiento social su labor no alcanzó un desarrollo apreciable.

Es posible, que desde el punto de vista taxativo, no hayan dejado de tener razón aquellos que han llegado a esas conclusiones, así como también quienes han entendido que no fue suficientemente amplio en la ejecución de programas sociales ni en un sistema salarial universal, tanto para el sector privado, como para empleados del Estado que fuese mas justo y práctico, algo que tampoco ha sido suficientemente tomado en cuenta por ninguno de los gobiernos que lo ha sucedido en cuyos ejercicios los recursos económicos que han manejados han sido sustancialmente mas abundantes que los percibidos por el presidente Balaguer.

A Joaquín Balaguer le ha sido criticado con mayor acritud que reflexión despasionada que también fueron obviadas otras necesidades importantes, dentro del esquema del logro de la estabilidad y el desarrollo social de los dominicanos, sin tener en consideración esos críticos, los tiempos de turbulencia social en que el presidente Balaguer tuvo que actuar, algo que afortunadamente para los gobernantes posteriores no han ocurrido en sus gestiones, y sin embargo, estos no han mostrado un mayor aprecio y atención que el suyo por las necesidades sociales de sus gobernados, que cada vez carecen de forma más dramática de sus seculares necesidades.

Ante esos ataques que les han sido formulados de manera sistemática al presidente Balaguer, nos surge el gran dilema que han debido enfrentar los hombres en quienes han caído las graves responsabilidades públicas en determinados etapas, cuando les ha tocado definir lo que amerite la mas inmediata atención en sus deberes de Estado.

Qué tarea debe acometer, teniendo particularmente presente, si tales acciones hay que iniciarlas en un país que no puede esperar mas que soluciones, aunque parciales, pero de resultados inmediatos para el restablecimiento de la armonía o cohesión social y que además, sus fuerzas económicas se encuentren paralizadas por la incertidumbre, tal como era la situación de la República Dominicana al momento en que Joaquín Balaguer asumió su período gubernamental cuando todavía quedaban rescoldos encendidos del proceso revolucionario que había desarticulado la vida nacional y despertados pasiones desbordadas en distintos núcleos de la sociedad

En este punto., valdría la pena citar el viejo dicho usado para tratar de explicar esa necesidad que cada gobernante tiene que enfrentar, de acuerdo a las circunstancias en que le toque asumir funciones de gobierno en cualquier país: ¿Qué producir: cañones o mantequilla?

La dilatada experiencia de hombre de Estado no le creo esa duda a Joaquín Balaguer y esa sabiduría lo llevó a tomar una decisión firme e irreducible. La gravedad de la situación nacional en lo social y económico le imponía, sobre cualquier otra consideración, llevar el optimismo y estimular la inversión de capitales que permitiera arrancar el motor industrial y la energía empresarial de la nación para que el país recuperase la confianza en sí mismo en émulo de la dinámica emprendedora que mostraba él como ejemplo desde la presidencia de la República.

En esa dinámica creadora de riquezas y empleos no podemos dejar de citar, entre el conjunto de su obra social, las leyes de incentivo que en su momento fueron el acicate que esperaban las fuerzas económicas para por esa vía iniciar con entusiasmo su contribución a la gran obra nacional de ese gobernante enérgico y su cabal entendimiento de las necesidades de sus conciudadanos en aquel momento de postración e incertidumbre en que se debatía la república y el estado de ánimo colectivo del cual logró rescatarla en sus primeros ejercicios gubernativos.

El legado mas valioso que dejó Joaquín Balaguer, está marcado de forma indeleble como el artífice de aquella gran obra social y desarrollista inicial, cuando requirió el mayor empuje de su acerada voluntad y así pudo exhibir plenamente a su pueblo muestras de sus claras dotes de estadista quien, con decisiones firmes supo establecer en el país su modelo desarrollista como acción inmediata e impostergable para restablecer la paz y armonía entre la dividida familia dominicana, tarea fundamental para restablecer el equilibrio social que permitiría la recuperación de la confianza perdida por los núcleos impulsores del desarrollo, como la mas alta prioridad que imponían aquellos difíciles momentos en la vida de la República. No olvidemos, pues, que el hombre está obligado a actuar según las circunstancias de cada momento.

Para cumplir con ese objetivo, el presidente Balaguer tuvo que implantar un gran plan social que, por la calurosa acogida que recibió de las mayorías, le sirvió para labrarse el camino para construir el mayor liderazgo que ha acumulado dirigente político alguno dentro del espectro de la sociedad dominicana, a partir de la desaparición del régimen de Rafael L. Trujillo y hasta el momento de su propia muerte, ocurrida hace seis años.
El doctor Joaquín Balaguer fue el referente obligado durante en el proceso político dominicano de las últimas décadas y su nombre ha quedado grabado con caracteres profundos en las páginas de la historia dominicana por las altas dotes de gobernante que mostró en sus ejercicios presidenciales y sus celosos afanes en procura de lo mejor para su país.

Conferencia pronunciada el 30 de agosto de 2006
a alumnos de la Escuela de Formación Política del
Partido Reformista.