miércoles, 19 de enero de 2011

MIGRACIONES Y BRUJOS

La salerosa noticia que publicó el sábado último este periódico HOY, acerca de un “vidente” de nuestra nacionalidad, que le dio candela a la vivienda de un competidor suyo de nacionalidad colombiana en una comunidad rural de Méjico, ha despertado en nuestra memoria la imagen de un de esos brujos migratorios a quien tratamos en El Salvador. Deseamos fervientemente que el pirómano no haya sido el simpático personaje a quien conocimos, cuyas vivencias ahora narramos para cumplir el compromiso con este respetable medio que nos concede la indulgencia de acoger nuestra colaboración cada semana.

El dominicano es ingenioso y sabe buscársela. De un tiempo para acá ha descubierto que los “síquicos” ganan dinero fácil y rápido. En las zonas rurales de Centroamérica, abundan nuestras connacionales dedicadas a las sanaciones; a mitigar desamores y buscarles la buena suerte a los creyentes. Se han establecido en el campo porque allí está la fe, las creencias, la tradición y el pisto, o sea el dinero, que por aquellos territorios, en lenguaje coloquial le llaman con se vocablo.

Conocimos en El Salvador varios “síquicos” dominicanos que trabajaban con el campesinado de Sonsonate. El que ha motivado este artículo lo hacia en el pueblo de Izalco, donde se encuentra el majestuoso y negro volcán que lleva ese nombre y es lo más emblemático de aquel agradable país.

En la zona en que desenvolvía sus milagrosas actividades todavía está la cultura aborigen y se practica el animismo y los brujos hacen su agosto. Izalco es el principal bastión para ese quehacer en aquel país. El brujo a quien recordamos vivía muy bien; sus visitas a la embajada se hicieron frecuentes y nos contaba que ganaba lo suficiente para mantener decentemente a su familia aquí, en Santo Domingo.

Nos contó acerca de su conversión. Cómo se volvió intérprete de los misterios, prodigador y resolvedor de dificultades y apto para morigerar miserias humanas. Su explicación nos resultó algo prosaica, frustró nuestras expectativas de una conversión grandiosa, algo parecido a lo que ocurrió al León Rojo, Saulo de Tarso, en su camino a Damasco, o de Mahoma cuando se le apareció el arcángel Gabriel.

Nos dijo que el vendía pastelitos por el ensanche Naco y un día decidió cruzar la raya de Pizarro en espera de obtener riquezas y abundancias. Inició su aventura emigrando a Panamá, en calidad de “mochilero”, o lo que s lo mismo, en el hablar dominicano, ayudante de un “síquico”. En aquel país se adentraron en Chiriquí y alla, en la lejana frontera, entre indígenas, establecieron su tabernáculo, donde acudían la gente animadas por su secular tradición de fe y creencias para consultar, con esos hechiceros o sacerdotes recién llegados. En aquella zona selvática, permaneció lo suficiente hasta adquirir los conocimientos y la solemnidad gestual que le trasmitió la práctica y la observación a su maestro

Cuando se creyó en posesión de la destreza elemental para iniciar vuelo por sí solo, como escrutador del porvenir, dador de salud, curador de impotencia masculina y esterilidad femenina, cruzó la frontera e hizo pasantía profesional en Costa Rica, primero para recalar en Nicaragua, como nuevo vendedor de ilusiones –que dicho sea en respeto y beneficio del brujo que conocimos, este último término no ha sido escrito con la intencionalidad de igualarlo con nuestros altos dirigentes políticos-

En tierra de los ticos no permaneció mucho tiempo, esa campiña ubérrima no lo fue para su provecho. Siguió sus andaduras hasta llegar a la tierra de los pipiles, el antiguo señorío de Cuscatlán: El Salvador de hoy. Nuestro brujo pensaba en el porvenir y lo veleidosa que a veces se tornaba el éxito en su actividad maravillosa. Solo en Méjico podría asegurar su mañana y el de los suyos. Allí, entre aquella inmensidad aborigen estaban intactas las creencias de sus antepasados, sus tradiciones y sus supersticiones.

En la tierra de los aztecas ejercían su apostolado decenas de síquicos dominicanos que habían encontrado en el campesinado mejicano una nueva versión de la plata y oro que extrajeron los conquistadores. Ese país era el Dorado para el ejercicio de la brujería y de los síquicos.

A nuestro amigo brujo no volvimos a verlo. Sus visitas a la embajada se fueron haciendo mas esporádicas a medida que fue confirmando nuestra firme negativa a gestionarle visa de entrada a la meca de los síquicos, como lo era, a su entender, Méjico.


l de mayo de l999

TRUJILLO EN SU HORA FINAL

Para el martes 30 de mayo de l961, el generalísimo Trujillo al fin se había superado del aquejamiento gripal, que junto a compromisos en que había estado inmerso en el mes de mayo, entre éstos un largo viaje por el suroeste del país, le habían impedido cumplir con su costumbre de viajar a su residencia campestre de San Cristóbal cada miércoles por la noche para permanecer allí por el resto de la semana.

Le hacía falta su querencia, y por eso adelantó el viaje para acogerse al calor íntimo de la Casa de Caoba y encontrarse con su personalidad de hacendado meticuloso y exigente, como también lo era en su ejercicio de gobernante. Allí debía ser informado al amanecer de cuántas botellas de leche habían producido ese día sus vacas, al igual que recibía temprano y puntual el informe de las novedades que habían ocurrido en el país durante la noche.

Su hacienda marchaba con el sello distintivo de su recia personalidad: eficiencia, orden, al igual que en su otra finca que constituía todo el país. En esta última, las cosas habían comenzado a cambiar en los últimos años y la disciplina acostumbrada también había dado muestras de relajación cuando comenzó a soplar un viento fresco de libertad que fue inflando el espíritu del pueblo, hasta alcanzar que espíritus juveniles se inflaran y comenzaran a alterar la paz ominosa que imperaba ene toda la hacienda nacional, a despecho de la cruda represión que fue desatándose para desarticular aquel brote de rebeldía que no se rendía, a pesar del crimen, la tortura y la vejación a que eran sometidos núcleos de disidentes cada vez mas osados y contestatarios.

En este, su último viaje a San Cristóbal, iba algo mortificado; partía mas tarde de la hora que solía hacerlo, había pasado tiempo tratando de localizar por teléfono a su hijo Ramfís que se encontraba en París desde hacia meses. Cuando visitó a su hija Angelita, como hacia cada noche, ella le insistió que no fuera esa noche por que ya era tarde, pero el le dijo que tenía que ir, pues tenía que atender compromisos atrasados en su hacienda.

Ya en camino hacia la muerte es posible que el generalísimo reflexionara sobre los malos días que se encontraba viviendo su régimen en esos nuevos tiempos, y el respondía con la implacable violencia a que estaba acostumbrado. Ya tanto él como su régimen pertenecían al pasado y su actuación no podía ser diferente. Ahora la política regional norteamericana no necesitaba el papel de gendarme anticomunista en el área del Caribe, que él había desempeñado en el pasado. la Iglesia Católica igualmente había dejado de ser su útil aliada y desde la elección del Papa Juan XXIII, había dado muestras de iniciar un distanciamiento del gobierno dominicano.

Su largo y exitoso ejercicio de estadista, labrado por el viejo grupo de hombres de lúcido pensamiento y visión de grandeza para su país no lo acompañaba. Habían desaparecido. El generalísimo, como un viejo gladiador seguía empecinado en la lucha a sabiendas de que no podía sostenerse en la arena. Su régimen vetusto y carcomido se había convertido en una antigüalla histórica sacudida por el ánimo de renovación social y política que se había iniciado en esta parte del mundo cuyos más significados dictadores habían sido desalojados del poder. Dos nuevos gobernantes ambos carismáticos y seductores compartían el liderazgo de América Latina desde sus respectivas posiciones ideológicas. Al inicio de ese mes de mayo, el flamante presidente norteamericano electo en noviembre del año anterior, John Kennedy, le había enviado un enviado suyo para que lo convenciera de dejar el poder.

Estos dos hombres se constituyeron en la gran esperanza para estos pueblos con tan larga tradición de ejercicios de gobierno despóticos y avasallantes. Ambos representaban el binomio ideológico en que se dividía el mundo en aquel momento. Fidel Castro, no bien asumió el control de su gobierno revolucionario habló de que el próximo dictador en caer lo sería Trujillo y, Kennedy, en el discurso en que delineó cual sería la política de su gobierno para Latinoamérica, señaló concretamente que el régimen trujillista no tendría cabida en la Alianza para el Progreso. Los nuevos líderes continentales, aunque diametralmente opuestos en sus concepciones políticas, coincidieron en la necesidad de que Trujillo fuera sacado del poder: uno; enardecido por su espíritu revolucionario propugnaba la violencia, y el otro, por los métodos que la democracia ponía a su disposición.

En esas calamidades que le habían llegado juntas podía haber estado pensando el generalísimo mientras, discretamente el automóvil conducido por su chofer como su único acompañante se desplazaba por la autopista oscura y desolada, para su retiro campestre y allí acogerse a una grata aventura amorosa, en cambio, recibir la delicada atención y el calor humano de su ama de llaves Chichita, vinculada a su afecto filial desde décadas de devoto servicio.

En esos posible juegos de la memoria , quizás el Benefactor de la Patria recordaría que otro 30 de mayo, exactamente 31 años antes, en una radiante mañana, la Asamblea Nacional lo proclamó junto a Rafael Esrella Ureña, aquel vibrante y prestigioso abogado, su compañero de boleta electoral, ganador de las elecciones generales que habían sido celebradas ese mismo mes.

Si acaso esa memoranza, si es que llegó a su mente, pudo establecer una comparación en aquel tiempo ya tan lejano y el tiempo presente. Entonces hubo atropellos, persecuciones y muertes que tuvieron por finalidad consolidar el régimen y establecer un mando unificado y temido La campaña electoral del año l930 fue una mezcla de terror y entusiasta adhesión de núcleos importantes de la colectividad nacional. Sus más destacados opositores fueron perseguidos y amedrentados; pero también., por otro lado, fue inocultable el fervor que despertó en las masas urbanas y rurales su vigor y dotes de ejecutivo, cuyas muestras fueron generalmente conocidas desde su ejercicio en la jefatura del ejército

Estrella Ureña y Desidero Arias, los hombres de más arraigo y simpatías en el Cibao y el noroeste del país contribuyeron decididamente a su triunfo. La apoteosis del recorrido proselitista de los candidatos confederados en toda esa zona fue descrita con destellos de emoción por un joven abogado de reconocida templanza e independencia de juicio llamado Arturo Napoleón Alvarez. Este acompañó a los candidatos en ese recorrido y con viva expresión describió dejó su testimonio de aquellas escenas proselitistas: “Por doquier una caballería, tropas de gente a pie, grupos de hombres que esperaban, camiones que corrían repletos de hombres que vociferaban. En Puerto Plata del montón de cabezas masculinas se abrían paso como soles los ojos encantadores de la mujer puertoplateña”.

En la ciudad de Santiago, el momento electoral fue una fiesta continua. “Desde la madrugada tres orquestas recorrían las calles llevando alegría a los ciudadanos, invitándoles a concurrir a las urnas y en la noche anterior, Estrella Ureña, querido por todos y despejado, tomaba el freso en el parque rodeado de sus amigos, quienes se encantaban con su charla culta y grandilocuente. Y en la capital, la llegada el brigadier Trujillo, de ese último recorrido también fue un desborde popular de alegría y fervor de las huestes trujillistas que, como las exhortó el periodista Jacinto T. Pérez desde el diario La Opinión marcharon a votar “A paso de Vencedores”

El generalísimo pudo haber estado entretenido en esos recuerdos nostálgicos, sobre todo por la conducta mentalmente errática que había estado mostrando a medida que el control de la situación presente se le escapaba de las manos. Pero hubiese sido amargo para él pensar que en aquel mes de mayo de l930, sus andanzas por el país correspondían a un hombre joven, resoluto, que despertaba en el pueblo optimismo por su estrategia de triunfo, que incluía prometerle al pueblo lo que este ansiaba escuchar: “Bajo mi gobierno, el respeto a la ley y a la igualdad ante ésta de todos los ciudadanos aspiro a que no sea un mito o la simple e incumplida promesa de un candidato ganoso de obtener los sufragios populares…”

En estos últimos meses también había viajado por todo el país, pero ahora estaba agotado y no tenía argumentos para enfrentar la demanda de respeto a la vida, de paro a los encarcelamientos y las vejaciones que se cometían contra quienes se oponían a su ejercicio despótico de tres décadas. Su ciclo de gobierno se cerraba con dolor y sangre, como había comenzado, solo que aquella vez lo justificaba como la manera de establecer la paz que le permitiría crear bases para el necesario progreso y desarrollo que tanto necesitaba el país, según expresaban los hombres de pensamiento más esclarecido que entraron a servir en su gobierno. Ahora, Trujillo había viajado con intensidad, para manejar la estrategia de la derrota ante el agotamiento de su régimen agonizante, dispuesto a desaparecer en medio de una sinfonía de miedo, incertidumbre y terror.


En fecha 28 de mayo de 2003


Para el martes 30 de mayo de l961, el generalísimo Trujillo al fin se había superado del aquejamiento gripal, que junto a compromisos en que había estado inmerso en el mes de mayo, entre éstos un largo viaje por el suroeste del país, le habían impedido cumplir con su costumbre de viajar a su residencia campestre de San Cristóbal cada miércoles por la noche para permanecer allí por el resto de la semana.

Le hacía falta su querencia, y por eso adelantó el viaje para acogerse al calor íntimo de la Casa de Caoba y encontrarse con su personalidad de hacendado meticuloso y exigente, como también lo era en su ejercicio de gobernante. Allí debía ser informado al amanecer de cuántas botellas de leche habían producido ese día sus vacas, al igual que recibía temprano y puntual el informe de las novedades que habían ocurrido en el país durante la noche.

Su hacienda marchaba con el sello distintivo de su recia personalidad: eficiencia, orden, al igual que en su otra finca que constituía todo el país. En esta última, las cosas habían comenzado a cambiar en los últimos años y la disciplina acostumbrada también había dado muestras de relajación cuando comenzó a soplar un viento fresco de libertad que fue inflando el espíritu del pueblo, hasta alcanzar que espíritus juveniles se inflaran y comenzaran a alterar la paz ominosa que imperaba ene toda la hacienda nacional, a despecho de la cruda represión que fue desatándose para desarticular aquel brote de rebeldía que no se rendía, a pesar del crimen, la tortura y la vejación a que eran sometidos núcleos de disidentes cada vez mas osados y contestatarios.

En este, su último viaje a San Cristóbal, iba algo mortificado; partía mas tarde de la hora que solía hacerlo, había pasado tiempo tratando de localizar por teléfono a su hijo Ramfís que se encontraba en París desde hacia meses. Cuando visitó a su hija Angelita, como hacia cada noche, ella le insistió que no fuera esa noche por que ya era tarde, pero el le dijo que tenía que ir, pues tenía que atender compromisos atrasados en su hacienda.

Ya en camino hacia la muerte es posible que el generalísimo reflexionara sobre los malos días que se encontraba viviendo su régimen en esos nuevos tiempos, y el respondía con la implacable violencia a que estaba acostumbrado. Ya tanto él como su régimen pertenecían al pasado y su actuación no podía ser diferente. Ahora la política regional norteamericana no necesitaba el papel de gendarme anticomunista en el área del Caribe, que él había desempeñado en el pasado. la Iglesia Católica igualmente había dejado de ser su útil aliada y desde la elección del Papa Juan XXIII, había dado muestras de iniciar un distanciamiento del gobierno dominicano.

Su largo y exitoso ejercicio de estadista, labrado por el viejo grupo de hombres de lúcido pensamiento y visión de grandeza para su país no lo acompañaba. Habían desaparecido. El generalísimo, como un viejo gladiador seguía empecinado en la lucha a sabiendas de que no podía sostenerse en la arena. Su régimen vetusto y carcomido se había convertido en una antigüalla histórica sacudida por el ánimo de renovación social y política que se había iniciado en esta parte del mundo cuyos más significados dictadores habían sido desalojados del poder. Dos nuevos gobernantes ambos carismáticos y seductores compartían el liderazgo de América Latina desde sus respectivas posiciones ideológicas. Al inicio de ese mes de mayo, el flamante presidente norteamericano electo en noviembre del año anterior, John Kennedy, le había enviado un enviado suyo para que lo convenciera de dejar el poder.

Estos dos hombres se constituyeron en la gran esperanza para estos pueblos con tan larga tradición de ejercicios de gobierno despóticos y avasallantes. Ambos representaban el binomio ideológico en que se dividía el mundo en aquel momento. Fidel Castro, no bien asumió el control de su gobierno revolucionario habló de que el próximo dictador en caer lo sería Trujillo y, Kennedy, en el discurso en que delineó cual sería la política de su gobierno para Latinoamérica, señaló concretamente que el régimen trujillista no tendría cabida en la Alianza para el Progreso. Los nuevos líderes continentales, aunque diametralmente opuestos en sus concepciones políticas, coincidieron en la necesidad de que Trujillo fuera sacado del poder: uno; enardecido por su espíritu revolucionario propugnaba la violencia, y el otro, por los métodos que la democracia ponía a su disposición.

En esas calamidades que le habían llegado juntas podía haber estado pensando el generalísimo mientras, discretamente el automóvil conducido por su chofer como su único acompañante se desplazaba por la autopista oscura y desolada, para su retiro campestre y allí acogerse a una grata aventura amorosa, en cambio, recibir la delicada atención y el calor humano de su ama de llaves Chichita, vinculada a su afecto filial desde décadas de devoto servicio.

En esos posible juegos de la memoria , quizás el Benefactor de la Patria recordaría que otro 30 de mayo, exactamente 31 años antes, en una radiante mañana, la Asamblea Nacional lo proclamó junto a Rafael Esrella Ureña, aquel vibrante y prestigioso abogado, su compañero de boleta electoral, ganador de las elecciones generales que habían sido celebradas ese mismo mes.

Si acaso esa memoranza, si es que llegó a su mente, pudo establecer una comparación en aquel tiempo ya tan lejano y el tiempo presente. Entonces hubo atropellos, persecuciones y muertes que tuvieron por finalidad consolidar el régimen y establecer un mando unificado y temido La campaña electoral del año l930 fue una mezcla de terror y entusiasta adhesión de núcleos importantes de la colectividad nacional. Sus más destacados opositores fueron perseguidos y amedrentados; pero también., por otro lado, fue inocultable el fervor que despertó en las masas urbanas y rurales su vigor y dotes de ejecutivo, cuyas muestras fueron generalmente conocidas desde su ejercicio en la jefatura del ejército

Estrella Ureña y Desidero Arias, los hombres de más arraigo y simpatías en el Cibao y el noroeste del país contribuyeron decididamente a su triunfo. La apoteosis del recorrido proselitista de los candidatos confederados en toda esa zona fue descrita con destellos de emoción por un joven abogado de reconocida templanza e independencia de juicio llamado Arturo Napoleón Alvarez. Este acompañó a los candidatos en ese recorrido y con viva expresión describió dejó su testimonio de aquellas escenas proselitistas: “Por doquier una caballería, tropas de gente a pie, grupos de hombres que esperaban, camiones que corrían repletos de hombres que vociferaban. En Puerto Plata del montón de cabezas masculinas se abrían paso como soles los ojos encantadores de la mujer puertoplateña”.

En la ciudad de Santiago, el momento electoral fue una fiesta continua. “Desde la madrugada tres orquestas recorrían las calles llevando alegría a los ciudadanos, invitándoles a concurrir a las urnas y en la noche anterior, Estrella Ureña, querido por todos y despejado, tomaba el freso en el parque rodeado de sus amigos, quienes se encantaban con su charla culta y grandilocuente. Y en la capital, la llegada el brigadier Trujillo, de ese último recorrido también fue un desborde popular de alegría y fervor de las huestes trujillistas que, como las exhortó el periodista Jacinto T. Pérez desde el diario La Opinión marcharon a votar “A paso de Vencedores”

El generalísimo pudo haber estado entretenido en esos recuerdos nostálgicos, sobre todo por la conducta mentalmente errática que había estado mostrando a medida que el control de la situación presente se le escapaba de las manos. Pero hubiese sido amargo para él pensar que en aquel mes de mayo de l930, sus andanzas por el país correspondían a un hombre joven, resoluto, que despertaba en el pueblo optimismo por su estrategia de triunfo, que incluía prometerle al pueblo lo que este ansiaba escuchar: “Bajo mi gobierno, el respeto a la ley y a la igualdad ante ésta de todos los ciudadanos aspiro a que no sea un mito o la simple e incumplida promesa de un candidato ganoso de obtener los sufragios populares…”

En estos últimos meses también había viajado por todo el país, pero ahora estaba agotado y no tenía argumentos para enfrentar la demanda de respeto a la vida, de paro a los encarcelamientos y las vejaciones que se cometían contra quienes se oponían a su ejercicio despótico de tres décadas. Su ciclo de gobierno se cerraba con dolor y sangre, como había comenzado, solo que aquella vez lo justificaba como la manera de establecer la paz que le permitiría crear bases para el necesario progreso y desarrollo que tanto necesitaba el país, según expresaban los hombres de pensamiento más esclarecido que entraron a servir en su gobierno. Ahora, Trujillo había viajado con intensidad, para manejar la estrategia de la derrota ante el agotamiento de su régimen agonizante, dispuesto a desaparecer en medio de una sinfonía de miedo, incertidumbre y terror.


En fecha 28 de mayo de 2003

TRUJILLO Y LOS NACIONALISTAS

Una rica colección de documentos de gran valor para el estudio de la historia dominicana, lo constituye la voluminosa obra “Vetilio Alfau Durán en Anales”, publicada por el Banco de Reservas de la República Dominicana, en l997.- En este enjundioso esfuerzo de recopilación que hizo el respetado historiador ya desaparecido nos detuvimos con especial atención en algunos documentos que tratan sobre la formación del Partido Nacionalista, principalmente, en su declaración de principios.

Ese partido surge como una nueva expresión del vigor que demostró un amplio y respetado sector de la sociedad dominicana en aquella época y llevó a los más comprometidos con el fervor nacionalista intransigente a organizarse como órgano para canalizar esos sentimientos y tiene como punto de partida, una exhortación pública que dirige Américo Lugo el 24 de julio de l924 a sus compatriotas, en la cual les expresa: “La disolución de las Juntas Nacionalistas en los actuales momentos conlleva ría a la perdición del país. Al contrario, los Nacionalistas debemos agruparnos inmediatamente en una estrecha asociación patriótica ante la bochornosa ejecución del plan Hughes-Peynado”.

Así se inicia el aglutinamiento de las Juntas Nacionalistas formadas durante el período de ocupación militar norteamericana, cuya iniciativa había correspondido al maestro don Federico Henríquez y Carvajal, quien crea la primera de esas Juntas en Santiago de Cuba, de allí se establece otra en La Habana y luego en Nueva York hasta llegar al país, donde se extiende en todas las provincias, según detalla Luís F. Mejía en su obra “De Lilís a Trujillo”.

Los hombres que integraban el Partido Nacionalista, en su mayoría, tenían un gran perfil moral: Américo Lugo, Max Henríquez Ureña, Teófilo Hernández, Luís Conrado del Castillo, Manuel Arturo Peña Batlle, Viriato Fiallo, Antinoe Fiallo Cabral, Noel Henríquez, Rafael Estrella Ureña y Germán Ornes S., son algunos de los respetables ciudadanos que habían mostrado sus sentimientos nacionalistas, de lo cual habían dado vibrantes pruebas en su celo patriótico ante al gobierno militar que se había instaurado durante los ocho años anteriores.

El pensamiento de los patriotas promotores del Partido Nacionalista, entre otras razones lo guiaba la carencia de un “sentimiento enérgico del Estado”, que, al no haber existido desde la fundación de la República y por la falta de educación política de las masas no había permitido al pueblo ser certero en quienes había escogido en sus elecciones para dirigir la nación; pero, como “el sufragio universal le ha sido otorgado desde el primer albor de su vida independiente, hay que mantenerlo en el goce de tal prerrogativa y empeñarse en enseñarle a usar de ella con la instrucción política del niño y de los campesinos, el servicio militar y la instrucción primaria obligatoria”.

En ese sentir se advierte claramente el entusiasmo de esos prohombres por la ideología nacional-militarista que tomaba cuerpo en Italia y más tarde en Alemania, impulsada por los partidos fascistas en esos países bajo el liderazgo de dos grande impulsadores de masas que interpretaron a plenitud las aspiraciones de esos pueblos luego de concluida la Gran Guerra de l9l4-l9l8.
Los prestigiosos miembros del Partido Nacionalista también ofrecían a los dominicanos “las restauración de la República Dominicana en su primordial condición de Estado ab- solutamente soberano”, y “la preservación de la República Dominicana y su mayor auge en prosperidad y grandeza” (…).

La Declaración de Principios que explica la razón de ser de ese efímero partido político lleva necesariamente a pensar, a quien estudie la Era de Trujillo con amplitud, en el intenso y creador programa de gobierno que se inicia a partir de la llegada al poder de ese régimen a partir del año l930, con el establecimiento de inmediato de “un sentido enérgico del Estado” que ellos habían considerado inexistente, tal como lo consignaron en el documento que les sirvió de plataforma.
En ese programa de gobierno que presentaron al pueblo los Nacionalistas en 1925, entre otras de sus premisas principales, declaran que “el poder militar del Estado es el mas importante. La fuerza militar del Estado es su fuerza y debe ser aprestada, tanto para la ofensiva como para la defensiva” (…).

La inmigración debe ser de agricultores de raza blanca, evitándose la acumulación de poblaciones en las urbes y promoviendo, la densidad de los campos (..)Las regiones fronterizas deberán ser preferidas para el establecimiento de inmigrantes. De ninguna manera debe provenir de focos extranjeros de miseria y desesperación para evitar la implantación de males sociales que aquí no existen (…). “Reivindicación laboral y legal de todos los derechos de la clase laboral y legal de todos los derechos de la clase obrera, descanso dominical con salario, jornada de ocho horas, construcción de habitaciones ob reras y barrios de mejoramiento social” (…)

En el paralelo que se encuentra entre las aspiraciones políticas y sociales de los nacionalistas y las ejecutorias llevadas a cabo por el régimen trujillista, en su primera parte, se puede apreciar más que una coincidencia programática, una identificación ideológica envuelta en un proyecto de nación. Bastaba tener presente que esta interpretación que la mayoría de los hombres que con fervor nacionalista expusieron en su Declaración de principios, sus sentimientos patrióticos y su altura de miras para lograr “auge y grandeza para la República”, estuvieron entre los lúcidos colaboradores que sobresalieron en la Era de Trujillo, tal vez con la íntima convicción de que, así podrían ofrecer sus aportes al país, como desearon cuando decidieron agruparse en asociación política, al término de la intervención y, con el “hombre único” que le daba el “sentido enérgico del Estado” del que había carecido la República , podrían contribuir a las transformaciones beneficiosas que ellos habían aspirado menos de una década atrás.


2 de febrero de 2005

TRUJILLO Y ERCILIA PEPIN

El cinco de enero del año l931 el Presidente Trujillo ordena al prestigioso médico Luís Eduardo Aybar, trasladarse a Santiago para hacer los esfuerzos necesarios que puedan aliviar los serios quebrantos de salud que afectan a la ilustre educacionista Ercilia Pepín. El diagnóstico del galeno, conjuntamente con sus colegas de esa ciudad, determina que la señorita Pepín tiene tres cálculos en un riñón, por lo que la junta de médicos decide su traslado a la clínica “Las Mercedes”, en la ciudad capital, para ahí ser operada por el doctor Aybar con la asistencia de varios facultativos que vendrían de Santiago para asistirlo en la intervención quirúrgica. Una ambulancia militar es enviada para el traslado de la respetable paciente.
El doctor Aybar reconsidera su opinión en cuanto a intervenirla en su clínica, porque, a su juicio, tratándose de tan ilustre enferma “no se debía dejar de agotar a favor de ella los mejores recursos de la ciencia sometiéndola, preferentemente, a especialistas que ya hubiesen realizado repetidas veces la clase de intervención quirúrgica que reclama su caso”. Por tanto, se decide el traslado de la venerada enferma, considerada “honra y prez de la mujer dominicana” al hospital John Hopkins en los Estados Unidos. A fines de ese mismo mes de enero le fue extirpado el riñón derecho por estar en malas condiciones, según dio a conocer el Presidente Trujillo, en telefonema que le envió al señor Daniel C. Henríquez. A principios de marzo regresa la eximia educadora a bordo del vapor “Borinquen”, coincidiendo su viaje con la primera entrada que hizo al puerto dominicano este barco, cuyas llegadas regulares se harían tan familiar para los capitaleños como ya lo eran las del “Coamo”.
Tan pronto desembarcó la señorita Pekín visitó al Presidente Trujillo para expresarle su reconocimiento y agradecerle que costeara su viaje y la operación a que fue sometida.
Recuperada su salud se reintegró a sus labores docentes en la dirección de la escuela Méjico, hasta que en el mes de mayo, tanto ella como el profesor Sergio Hernández, Director de la Escuela Normal Superior de Santiago, fueron reemplazados por “haber dispuesto un Duelo Escolar con motivo de la muerte de un maestro que cayó en una acción de armas contra el Poder constituido”. Ambos fueron jubilados por disposición del Presidente Trujillo quien, refiriéndose a ese acto cometido por los dos respetados profesores, dijo sentirse extrañado porque el Duelo Oficial sólo puede ser declarado por al Consejo Nacional de Educación; además, por las consideraciones y afectos suyos a los profesores Hernández y Srta. Pekín, por cuya salud se interesó últimamente por admiración a ella y a Santiago que consideraba a la educadora como su Madre Espiritual”.
Luego de ese incidente que la la definitivamente del magisterio, Ercilia Pepín vive erguida dentro de la comunidad santiaguense en la cima de su pasado glorioso. La pensión que le corresponde por su jubilación no le es entregada, lo que era normal en aquellos tiempos de precariedades económicas del Estado. Un año antes de concluir su vida fecunda en ejemplos de entrega altruista a la causa de la patria y el magisterio, dirige una sentida carta al Presidente Trujillo, a quien trata de “distinguido amigo mío” y le expresa en alta voz, antes de que mi organismo físico sea vencido por la cruel dolencia que mina mi existencia y ya no pueda hablar”. Reconoce, además “la gallardía de usar sus facultades de gobernante ordenando que me fuese pagada la creencia que desde hace tiempo tiene contraída a cargo del Estado por concepto de servicios prestados en la profesión del magisterio como Directora y Maestra de la Escuela Méjico de Santiago”.
En su larga y evocadora carta, desempolvando recuerdos que reflejan la mutua admiración y respeto que existía entre esas dos fuertes personalidades; entre otras memoranzas, la señorita Pepín cita: “cuando el 24 de julio de l924, el entonces Mayor Trujillo comandaba las fuerzas militares en Santiago y la Fortaleza San Luís estaba ocupada por un millar de soldados y oficiales norteamericanos. La acción nacionalista encabezada por mí había preparado un acto de reafirmación patriótica que consistía en enarbolar en dicho recinto y en presencia de las fuerzas de ocupación la bandera dominicana…El sentimiento patriótico que es timbre de honor en el Generalísimo, brilló en las acciones del mayor Trujillo…solícito prestó su decidido concurso para que yo pudiera enarbolar en aquel acto inolvidable, el pabellón nacional, y dispuso que a tal acto concurrieran a participar las tropas dominicanas bajo su mando”.El Presidente Trujillo responde a “su distinguida y fina amiga” su afectuosa carta que es “una bella página de exaltación de la gratitud y que usted traduce en virtud y deber y también en placer de la mente y del espíritu que no sabe callar ni olvidar”.
El 12 de agosto de l938, Ercilla Pepín vuelve a dirigirse a su “viejo y gran amigo” para agradecerle el otorgamiento de la Cruz de Juan Pablo Duarte, por lo que “cumple a mi gratitud no olvidar nunca la fuente que apagó mi sed ni el oasis que el amigo noble y generoso abre en mi infortunio como paréntesis de consuelo y esperanza”.
En un importante acto lleva do a cabo en su residencia de la avenida Duarte, por el delicado estado de salud en que se encuentra, la señorita Ercilla Pekín recibe la condecoración de manos del senador Mario Fermín Cabral, quien al imponerle la Orden pronuncia hermosas y confortantes palabras que reflejan el sentir de todo el pueblo de Santiago hacia “esa dulce y buena amiga, maestra de nuestros hijos, madre de los hijos de Santiago”.



12 de Diciembre 2004

TRUJILLO Y EL VATICANO

Con el auspicio de la Federación de Abogados, Manuel Arturo Peña Batlle, diserta en el Ateneo Dominicano la noche del l de junio de l95l, tratando el tema “Matrimonio y Divorcio en Santo Domingo”. En su conferencia, esa esclarecida inteligencia expresa: “está bien que el Estado, esfera laica del poder civil, organice y reglamente el matrimonio como expresión del consentimiento de las partes; pero eso no impide que el Estado (…)le dé a los contrayentes la posibilidad legal de unirse en matrimonio canónico, incluso en la indisolubilidad , si ellos desean hacerlo así” (…)

Diez días después, el diario El Caribe publica una carta del doctor Héctor R. Galván refiriéndose a esa conferencia, y dice que “debido a ella el matutino La Nación ha iniciado una encuesta acerca del divorcio de sus proyecciones sociales”(…) Agrega el doctor Galván que “un estudio sereno de la conferencia, que en el fondo el castizo escritor, autor de la misma, parece desear o insinuar la creación de un ambiente propicio a la concertación de un Concordato que pueda estar gestionándose con la Santa Sede”(…). El Caribe, “considera de supremo interés público la sugestión relativa a la cuestión del Concordato hecha por el doctor Galván” y Procede a invitar a 33 notabilidades de la vida nacional a exponer sus puntos de vista sobre tal posibilidad.

Así, al inicio del decenio de los años cincuenta comienza a emerger una etapa de cooperación internacional, dentro del marco más caliente de la Guerra Fría, que acerca a la Iglesia de Pío XII y el régimen de Rafael L. Trujillo, en un plano de mayor dimensión al que había mantenido hasta entonces. A ambos líderes los caracterizaban sus claras posturas anticomunistas y en su acercamiento se perfilaba cada vez más un intermediario de iguales sentimientos ideológicos radicales, como lo era Francisco Franco, a favor de quien Trujillo se había esforzado ante la política de Washington contraria a que fuera admitido en las Naciones Unidas; y, cuando dos años mas tarde, en l953, España y los Estados Unidos firmaron un acuerdo que hace a las dos naciones miembros de la defensa del mundo occidental contra la agresión comunista, Trujillo, regocijado, declara a la prensa internacional que tal convenio “ha de ser acogido con genuina satisfacción por todos los pueblos libres”

La fuerte vinculación de alta política establecida entre el Estado dominicano y El Vaticano se mantendrá hasta el final de la década. Se hace notoria la designación de Oscar Robles Toledano en l953, en calidad de delegado ante las Naciones Unidas. Este cultísimo sacerdote va a ese organismo “para combatir con las armas de la fe y caridad cristiana” (…) y con esas armas hace un violento ataque al delegado soviético Andrei Vishinsky y lo acusa de “torpedear la conferencia de paz en Corea”.
En el país, la Iglesia Católica adquiere mucho mayor relevancia; el apoyo oficial para esta institución se fortalece y amplía recibiendo mayores “bienes y mercedes” a partir de la firma del Concordato en junio de 1954, “de líneas similares al firmado un año antes por España, el cual destaca la adhesión del pueblo dominicano bajo la rectoría de Trujillo a los ideales de la Iglesia Católica”, según reseña L’Oservatore Romano.

El Vaticano, por su parte, crea nuevas circunscripciones eclesiásticas para la República Dominicana y así surgen la diócesis de Santiago, La Vega y la prelatura de San Juan de la Maguana, “como un reconocimiento del papel que desempeña en defensa de la fe católica”, de acuerdo al vocero oficial de la Santa Sede. Entre 1956 y 1959, varias iniciativas confirman de parte del gobierno dominicano su sólida adhesión a su alianza anticomunista con la ¨Santa Sede.

A los pocos días de concluido el Congreso Internacional de la Cultura Católica, que se celebró “con el auspicio del gobierno dominicano y el Papa Pío XII”, entre el último día de febrero y el 6 de marzo de 1956, el arzobispo Octavio Antonio Beras, transmite al Presidente Eisenhower el mensaje del Presidente Héctor B.Trujillo y el Generalísimo Trujillo, recomendando al Congreso de aquel país la intervención del presidente norteamericano en favor del establecimiento de planes de relaciones diplomáticas entre El Vaticano y los Estados Unidos. Por otra parte, surge una encuesta solicitando la opinión de numerosos intelectuales sobre el llamado “sistema hostosiano” en la escuela dominicana..

En marzo de l957, Trujillo anuncia su intención de crear una cátedra de Moral Profesional Católica en la universidad.” destinada a los futuros miembros de las profesiones liberales, para inculcarles los principios saludables del catolicismo” (…). Al año siguiente se crea en el país una congregación mariana y también se autoriza la institución del Patronato Nacional San Rafael para la región fronteriza y otros lugares, “cuya finalidad será procurar la elevación y el nivel religioso, cultural” (…)

El Arzobispo de Zaragoza, monseñor Casimiro Morcillo, en el discurso que pronunció durante la firma del Contrato que establecía dicho Patronato dijo:”Corresponde la gloria plena de esta trascendente obra al Generalísimo Trujillo,(…) que en un momento particularmente decisivo para la vida de su pueblo fue a Roma a firmar con la Santa Sede un histórico documento que definía y clarificaba la órbita de acción de ambas potestades”.

A partir del año siguiente, o sea l959, la situación política entraría de manera rápida en una etapa crítica para el régimen de Trujillo. Un nuevo Nuncio, Lino Zanini quien desempeñaba esas funciones con carácter interino en Irán, fue trasladado a Santo Domingo y su llegada significó un cambio inmediato en las relaciones entre la Iglesia y el régimen. En su discurso correspondiendo a las palabras de bienvenida que le dio monseñor B eras, en la Catedral, Zanini dijo:”Cúmpleme tributar el merecido homenaje a quien la gratitud nacional no duda en llamar Benefactor de la Patria y al cuala le cupo la gloria de haber firmado el Concordato destinado a estrechar cada vez mas las relaciones entre la Iglesia y el Estado”.

Con esas palabras estaba la nueva autoridad papal en el país haciendo un reconocimiento postrero al viejo aliado, quien, por los nuevos tiempos resultaba una inconveniencia política de vista al porvenir para la Iglesia en la República Dominicana. Con la sabiduría milenaria que acumula esta institución, ha sido diestra en adelantarse a los acontecimientos, y, por lo que dijo el Arzobispo de Zaragoza, se pudo intuir que en Trujillo, la carcoma del tiempo minaba su p0ermanencia en el poder desde hacia años.
Por eso cuando llega el 30 de mayo de l96l, la sólida e inconmovible institución política y religiosa, cuyas directrices emanan desde El Vaticano, ya estaba apercibida para el rol directriz en la vida nacional que asumiría, papel que se ha ido acentuando inversamente proporcional a la quiebra y agotamiento de los partidos políticos en este país, como es cada vez mas evidente.


mayo 2, 20 05

TRUJILLO Y EL CONCORDATO

El Concordato suscrito entre el Estado dominicano y la Iglesia Católica, en l954, ha surgido a la opinión pública luego de un largo silencio, desde el mes de abril de l96l, cuando fue la última vez que es trató públicamente acerca de este tema.

El asunto surgió originalmente al debate luego de una charla que pronunció Manuel Arturo Peña Batlle, el l de junio de l95l y tal disertación motivó que El Caribe invitara treinta y tres personalidades, entre juristas, historiadores y periodistas, para que expusieran en las páginas de este periódico sus puntos de vista sobre la conveniencia o no, de que el país se vinculara a la Santa Sede por vía de un Concordato.

Entre el 13 de junio y el 12 de julio, diez de las personalidades invitadas a emitir su opinión habían correspondido a la encuesta y ocho de ellas fueron claramente opuestas a la idea de concertar un Concordato. Tan abrumadora respuesta de casi la tercera parte del total de los encuestados debió ser bastante representativa del resultado final que arrojaría dicha encuesta, en perjuicio del interés del gobernante, lo que pudo haber sido el motivo para que se suspendiese la publicación de las respuestas a dicha encuesta en la prestigiosa intelectualidad de aquellos tiempos.

A partir de la última respuesta publicada por el periódico, que correspondió al jurista Federico Carlos Alvarez, claramente opuesta, como las otras, no volvió a tratarse más el asunto en la opinión pública, sino hasta el año l954, cuando el Concordato fue suscrito en El Vaticano, hacia donde se trasladó el generalísimo desde España, donde se encontraba. Unas pocas horas permaneció en la sede del Papa, lo suficiente para cumplir con el ceremonial de la firma del célebre acuerdo.

Seis años después, en l960, cuando el distanciamiento del alto clero y el gobierno se deterioró hasta llegar a un punto sin ninguna posibilidad de reconciliación, aquellas autorizadas opiniones que habían expresado los profesionales en su oportunidad, en cuanto a la conveniencia de comprometer al Estado dominicano en la firma de un Concordato con la Iglesia Católica, fueron reproducidas por el mismo diario El Caribe.

El entonces presbítero Zenón Castillo de Aza, fino y culto hombre de la Iglesia, a quien le cupo el hito de haber sido el primer sacerdote claretiano de la República Dominicana, en un párrafo de su documentada obra: “Trujillo y otros benefactores de la Iglesia”, hizo interpretación histórica muy válida, cuando dijo en la página 238 de dicho libro: “El Concordato de la República Dominicana con la Santa Sede es obra exclusiva de Trujillo. A pesar de la catolicidad del pueblo dominicano la opinión de sus intelectuales, externada en juicio que la prensa vernácula recogiera fue contraria (…) Pero Trujillo (…) consideró oportuna la celebración de un pacto de esta naturaleza y quiso ser él personalmente signatario responsable de este relevante documento”.


26 de julio del año 2006

TRUJILLO: SUS ULTIMOS MESES

El año l961 irrumpe en la República Dominicana cargado de inquietantes presagios, agravados por las dramáticas ocurrencias del año anterior. Todavía se percibe un ambiente de tristeza por el asesinato de tres damas envueltas en las actividades conspirativas contra el régimen. Cuando eso ocurre, en los últimos días de noviembre, la Navidad se aprestaba a lucir su atuendo de colores en un pueblo con sus alegrías menguadas.

El atentado contra la vida del presidente Betancourt, de Venezuela había decretado definitivamente la caída del decrépito régimen del generalísimo Trujillo y el crimen de las hermanas Mirabal “rompió los lazos de solidaridad que aún mantenía la dictadura con su pueblo”, como certeramente señaló un historiador francés en una importante obra sobre la “Era de Trujillo”
La muerte de las hermanas Mirabal, enervó hasta los espíritus que habían mostrado mayor fervor trujillista, y la pesadumbre subyacía en las gentes y alejó de ellas el ánimo de celebración y alegría en la Navidad de l960.

Cuando les llegó la muerte, enmascarada en un accidente automovilístico, se cumplió una sentencia implícita que había dejado escapar el Padre de las Patria Nueva en un gran homenaje que le tributó Santiago seis meses antes. Allí, denunció “las actividades clandestinas a que se han estado dedicando algunas personas en ciudades y secciones del Cibao”, recalcando que “en Conuco los comunistas han echado las raíces más hondas, donde en el pasado se destacaron los Mirabal y sus familiares…”

Si en el pasado los Mirabal habían sobresalido en sus desafecciones al régimen, como señaló el Benefactor de la Patria, la presencia vigorosa de esta familia en el anitrujillismo se destacaba esta vez por el laborantismo que encarnaba Minerva Mirabal, particularmente, entregada con intensa e irreductible devoción, tal como lo expresó al autor de este artículo, mas de treinta años después, el militar encargado de los servicios de inteligencia en la Zona Norte del país, quien tuvo a su cargo la logística para el operativo que condujo al triple asesinato. Aquel ex militar habló con gran respeto y admiración de las convicciones y el valor de esa dama por la causa a la cual se había entregado.
Todo el dramático acontecer del año l96o, las masivas prisiones de jóvenes y los numerosos asilamientos en embajadas mantenía azorada a la gente mientras la OEA, decretaba sanciones económicas contra el régimen, en los círculos de confianza se hablaba del final de la Era.

Empero, el Padre de la Patria Nueva, pretendía seguir mostrando sus rejuegos políticos que tan buenos resultados le habían dado en el pasado. Al comienzo de enero de l96l, se juramenta como gobernador de Santiago, donde había resultado electo en diciembre último. Antes de concluir el mes renunciaría a esa posición por haberse hecho nombrar presidente de los bancos del Estado,”frente a la manifiesta negligencia con que los gobernadores del Banco Central condujeron su gestión en el pasado, lesiva a la economía de nuestro país”.

En un nuevo intento por recuperar la confianza nacional anuncia nuevas obras como la Presa de Valdesia, a un costo de 34.5 millones de pesos, tal vez como un tardío reconocimiento hacia aquellos colaboradores suyos que seis años antes esperaban el inicio de esa gran obra, cuyos fondos estaban disponibles y, en cambio, fueron distraídos para la construcción de la Feria de la Paz.

En ese delicado y deteriorado ambiente, la Iglesia Católica hacía esfuerzos aparentes por reducir las tensiones que mantenía con el gobierno y los cinco obispos se reúnen con el Presidente de la República, Joaquín Balaguer y el Padre de la Patria Nueva, quienes reciben de monseñor Octavio A. Beras una exposición, donde dicen: “Nosotros nos hemos acercado aquí, mas como padres y pastores que tienen el deber de conducir a sus hijos que tienen desavenencias que fácilmente pueden ser allanadas”. Los obispos reconocen, además, que entr5e la Iglesia y el Estado “ha habido retroceso, pero jamás ha sido nuestra voluntad incitar a revoluciones ni alentar a nadie para ello”.

Apenas transcurridos diez días de la reunión, el Presidente Balaguer y su gabinete “solicitan a los obispos otorgar al Generalísimo Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia y para esto citan el memorándum que le entregaron el 10 de enero, en el cual se hacen eco con nobles y justicieras palabras de los beneficios, favores y mercedes que directamente ha recibido la iglesia Católica en nuestro país del gran estadista”. El día 23 de febrero, “El Caribe” publica la respuesta que dirigiera el Obispado, señalando que la concesión de tal título sobrepasa las atribuciones “no solo conceder sino aún apoyar esa iniciativa por tener la Santa Sede reservada para sí la promoción y concesión de tales títulos”

Un enfrentamiento abierto entre los obispos Francisco Panal, de La Vega, y Tomás Reilly, de San Juan de la Maguana, caracteriza los últimos meses de vida de Trujillo quien recorre el país y recibe multitudinarios homenajes. En La Vega, en el curso de un Tedéum ante el Padre de la Patria Nueva, expresa el obispo en un discurso que pronunció: “ Lo primero y principal que necesita un gran porción de habitantes de ésta y otras ciudades y lugares es trabajo honesto a cada uno y lucrativo de los medios indispensables para su subsistencia”

Por su lado, Reilly, en San Juan de la Maguana, acusó al gobierno de “actos de intimidación y persecución contra la Iglesia”…
Estos dos valerosos obispos recibieron los embates de furiosas turbas de antisociales y sus sedes y residencias fueron asaltadas.
Mientras tanto, en el ámbito internacional seguían acelerados los pasos para la liquidación del agonizante régimen luego que el presidente Kennedy esbozara su política económica hacia América Latina y entre sus objetivos señalaba que “la libertad política debe acompañar el progreso material(…) por consiguiente, alberga la esperanza de que la República Dominicana y Cuba se vinculen a la sociedad de hombres libres”(..)
El histórico mes de mayo, el Padre de la Patria Nueva lo inicia con un extenso recorrido por las comunidades del suroeste del país. Hace una pausa y regresa a Ciudad Trujillo y despide en el aeropuerto a su hijo Radhamés que viaja a Francia para, junto a su hermano, jugar polo con sus equipos “Cibao” y “la Pampa”. Regresa al Sur y recibe homenajes de las provincias de San Juan de la Maguana, Elías Piña y Azua .Luego viaja por el Cibao y una semana antes de su muerte, es vitoreado por los pueblos de Puerto Plata, Valderde y otros lugares que incluye en ese recorrido postrero.

El seguimiento de este último mes en la vida de Trujillo lleva a la conclusión, que el estado gripal que tanto se ha señalado como la causa de la posposición por varias ocasiones para llevarse a cabo el atentado que le costó la vida, por no asistir a su Hacienda Fundación, cuando los complotados lo esperaban, no existió o el ya mencionado malestar fue de muy breve duración.

Luego de la muerte del Benefactor de la Patria, seis días después, o sea, el 6 de junio, los obispos Panal y Reilly, en una muestra de sus nobles espíritus y vocación cristiana, dirigieron una circular a sus respectivas curas párrocos instruyéndoles oficiar misas por el alma del “esclarecido líder que tantas veces nos favoreció y por los beneficios innumerables que ha hecho a la patria y a la Santa Iglesia”.

Publicado en el periódico HOY,
El 26 y 27 de octubre de 2005

El año l961 irrumpe en la República Dominicana cargado de inquietantes presagios, agravados por las dramáticas ocurrencias del año anterior. Todavía se percibe un ambiente de tristeza por el asesinato de tres damas envueltas en las actividades conspirativas contra el régimen. Cuando eso ocurre, en los últimos días de noviembre, la Navidad se aprestaba a lucir su atuendo de colores en un pueblo con sus alegrías menguadas.

El atentado contra la vida del presidente Betancourt, de Venezuela había decretado definitivamente la caída del decrépito régimen del generalísimo Trujillo y el crimen de las hermanas Mirabal “rompió los lazos de solidaridad que aún mantenía la dictadura con su pueblo”, como certeramente señaló un historiador francés en una importante obra sobre la “Era de Trujillo”
La muerte de las hermanas Mirabal, enervó hasta los espíritus que habían mostrado mayor fervor trujillista, y la pesadumbre subyacía en las gentes y alejó de ellas el ánimo de celebración y alegría en la Navidad de l960.

Cuando les llegó la muerte, enmascarada en un accidente automovilístico, se cumplió una sentencia implícita que había dejado escapar el Padre de las Patria Nueva en un gran homenaje que le tributó Santiago seis meses antes. Allí, denunció “las actividades clandestinas a que se han estado dedicando algunas personas en ciudades y secciones del Cibao”, recalcando que “en Conuco los comunistas han echado las raíces más hondas, donde en el pasado se destacaron los Mirabal y sus familiares…”

Si en el pasado los Mirabal habían sobresalido en sus desafecciones al régimen, como señaló el Benefactor de la Patria, la presencia vigorosa de esta familia en el anitrujillismo se destacaba esta vez por el laborantismo que encarnaba Minerva Mirabal, particularmente, entregada con intensa e irreductible devoción, tal como lo expresó al autor de este artículo, mas de treinta años después, el militar encargado de los servicios de inteligencia en la Zona Norte del país, quien tuvo a su cargo la logística para el operativo que condujo al triple asesinato. Aquel ex militar habló con gran respeto y admiración de las convicciones y el valor de esa dama por la causa a la cual se había entregado.
Todo el dramático acontecer del año l96o, las masivas prisiones de jóvenes y los numerosos asilamientos en embajadas mantenía azorada a la gente mientras la OEA, decretaba sanciones económicas contra el régimen, en los círculos de confianza se hablaba del final de la Era.

Empero, el Padre de la Patria Nueva, pretendía seguir mostrando sus rejuegos políticos que tan buenos resultados le habían dado en el pasado. Al comienzo de enero de l96l, se juramenta como gobernador de Santiago, donde había resultado electo en diciembre último. Antes de concluir el mes renunciaría a esa posición por haberse hecho nombrar presidente de los bancos del Estado,”frente a la manifiesta negligencia con que los gobernadores del Banco Central condujeron su gestión en el pasado, lesiva a la economía de nuestro país”.

En un nuevo intento por recuperar la confianza nacional anuncia nuevas obras como la Presa de Valdesia, a un costo de 34.5 millones de pesos, tal vez como un tardío reconocimiento hacia aquellos colaboradores suyos que seis años antes esperaban el inicio de esa gran obra, cuyos fondos estaban disponibles y, en cambio, fueron distraídos para la construcción de la Feria de la Paz.

En ese delicado y deteriorado ambiente, la Iglesia Católica hacía esfuerzos aparentes por reducir las tensiones que mantenía con el gobierno y los cinco obispos se reúnen con el Presidente de la República, Joaquín Balaguer y el Padre de la Patria Nueva, quienes reciben de monseñor Octavio A. Beras una exposición, donde dicen: “Nosotros nos hemos acercado aquí, mas como padres y pastores que tienen el deber de conducir a sus hijos que tienen desavenencias que fácilmente pueden ser allanadas”. Los obispos reconocen, además, que entr5e la Iglesia y el Estado “ha habido retroceso, pero jamás ha sido nuestra voluntad incitar a revoluciones ni alentar a nadie para ello”.

Apenas transcurridos diez días de la reunión, el Presidente Balaguer y su gabinete “solicitan a los obispos otorgar al Generalísimo Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia y para esto citan el memorándum que le entregaron el 10 de enero, en el cual se hacen eco con nobles y justicieras palabras de los beneficios, favores y mercedes que directamente ha recibido la iglesia Católica en nuestro país del gran estadista”. El día 23 de febrero, “El Caribe” publica la respuesta que dirigiera el Obispado, señalando que la concesión de tal título sobrepasa las atribuciones “no solo conceder sino aún apoyar esa iniciativa por tener la Santa Sede reservada para sí la promoción y concesión de tales títulos”

Un enfrentamiento abierto entre los obispos Francisco Panal, de La Vega, y Tomás Reilly, de San Juan de la Maguana, caracteriza los últimos meses de vida de Trujillo quien recorre el país y recibe multitudinarios homenajes. En La Vega, en el curso de un Tedéum ante el Padre de la Patria Nueva, expresa el obispo en un discurso que pronunció: “ Lo primero y principal que necesita un gran porción de habitantes de ésta y otras ciudades y lugares es trabajo honesto a cada uno y lucrativo de los medios indispensables para su subsistencia”

Por su lado, Reilly, en San Juan de la Maguana, acusó al gobierno de “actos de intimidación y persecución contra la Iglesia”…
Estos dos valerosos obispos recibieron los embates de furiosas turbas de antisociales y sus sedes y residencias fueron asaltadas.
Mientras tanto, en el ámbito internacional seguían acelerados los pasos para la liquidación del agonizante régimen luego que el presidente Kennedy esbozara su política económica hacia América Latina y entre sus objetivos señalaba que “la libertad política debe acompañar el progreso material(…) por consiguiente, alberga la esperanza de que la República Dominicana y Cuba se vinculen a la sociedad de hombres libres”(..)
El histórico mes de mayo, el Padre de la Patria Nueva lo inicia con un extenso recorrido por las comunidades del suroeste del país. Hace una pausa y regresa a Ciudad Trujillo y despide en el aeropuerto a su hijo Radhamés que viaja a Francia para, junto a su hermano, jugar polo con sus equipos “Cibao” y “la Pampa”. Regresa al Sur y recibe homenajes de las provincias de San Juan de la Maguana, Elías Piña y Azua .Luego viaja por el Cibao y una semana antes de su muerte, es vitoreado por los pueblos de Puerto Plata, Valderde y otros lugares que incluye en ese recorrido postrero.

El seguimiento de este último mes en la vida de Trujillo lleva a la conclusión, que el estado gripal que tanto se ha señalado como la causa de la posposición por varias ocasiones para llevarse a cabo el atentado que le costó la vida, por no asistir a su Hacienda Fundación, cuando los complotados lo esperaban, no existió o el ya mencionado malestar fue de muy breve duración.

Luego de la muerte del Benefactor de la Patria, seis días después, o sea, el 6 de junio, los obispos Panal y Reilly, en una muestra de sus nobles espíritus y vocación cristiana, dirigieron una circular a sus respectivas curas párrocos instruyéndoles oficiar misas por el alma del “esclarecido líder que tantas veces nos favoreció y por los beneficios innumerables que ha hecho a la patria y a la Santa Iglesia”.

Publicado en el periódico HOY,
El 26 y 27 de octubre de 2005

sábado, 15 de enero de 2011

SANTIAGO; 30 DE MARZO 1844

La Compañía 33ª del Regimiento de Santiago, bajo el comando del coronel José María López, se encontraba ocupando el segundo fuerte militar que llevaba por nombre “Patria” y se encontraba frente al camino de Gurabito, por donde se esperaba que marchara hacia la ciudad el ejército haitiano desde allí, donde había establecido su campamento desde la noche anterior al 30 de marzo.

Ya en la madrugada, el coronel Fernando Valerio, jefe de las Fuerzas Cívicas, ocupaba el fuerte “Libertad” y había encabezado una aguerrida acometida al frente de sus macheteros contra el primer cuerpo del ejército haitiano, diezmando sus tropas cuando estas marcharon hasta la Sabana del Pueblo. Los hombres en derrota cruzaron el río Yaque por el mismo lugar que lo habían hecho para entrar, hasta que fueron enfrentados por los “andulleros” y acamparon en su orilla a la espera de la mañana, para unirse con el regimiento que debía atacar la ciudad desde Gurabito.

El día de la histórica Batalla del 30 de Marzo las tropas haitianas iniciaron la marcha en una formación cerrada avanzando hacia el fuerte “Patria”. La voz de alarma activó a los defensores de la plaza y su comandante el coronel López, ordenó disparos del cañón que se encontraba orientado hacia el lugar por donde apareció el enemigo. El artillero no ocupaba su puesto al momento de la orden y la voz firme del coronel le dijo al sargento mayor Infante Pichardo ¡“Fuego al cañón”¡

La bala del primer cañonazo abrió una brecha en la cabeza de la columna invasora. El artillero llegó a cubrir su lugar y continuó abriendo fuego mientras el coronel López dirigía también el fuego de fusilería de sus hombres sobre la columna enemiga que, a pesar de las fuertes bajas que la debilitaban, seguía su avance en la misma formación cerrada. El desarrollo de esta lucha se efectuaba a la vista de los otros baluartes que esperaban su momento para entrar en combate. Los hombres del general Imbert, que defendía el fuerte “Dios”, cargaron contra las tropas haitianas por su flanco izquierdo, mientras el coronel Fernando Valerio lo hacía por el flanco derecho.

Trascurridas varias horas de recia batalla, los atacantes haitianos iniciaron la retirada de la ciudad de manera estrepitosa, hasta volver a sus trincheras de Gurabito, donde se hicieron fuertes y se defendieron del fuego de los tiradores dominicanos quienes less persiguieron y hostilizaron durante el curso del día a partir del abandono del frente de lucha.

Por la noche, aprovechando la tregua del acosamiento que le habían mantenido los soldados dominicanos, quienes decidieron tomar un descanso de las fatigas que les había proporcionado el duro día de guerra, el derrotado ejército haitiano emprendió el regreso a su país a marcha forzada y desordenada, perseguido por guerrilleros que lo acosaron en todo el trayecto, ocasionándole más pérdidas en su caótico abandono del territorio dominicano.

Lo expuesto en los párrafos anteriores, es la versión de la Batalla de Santiago, según la describió uno de sus participantes: el sargento mayor Andrés Infante Pichardo, quien cargaba experiencia militar desde que fue nombrado por Jean Pierre Boyer, teniente del “33ª. Regiment a Saint Yaque”, cuyo cargo le fue ratificado por Pedro Santana, cuando asumió el poder en marzo de ese mismo año de l844, por la participación que este soldado había tenido en los acontecimientos que produjeron el movimiento separatista. El soldado Infante Pichardo, hombre de gran parquedad y modestia, se decidió a contar sus experiencias en ese importante hecho histórico, después que se lo pidiera con mucha insistencia su hija Rita Infante, quien fue directora del colegio “Santa Teresa”, de Santiago, por los años l887 y 88.

Con motivo del centenario de aquel hecho de armas que consolidó la Separación del Santo Domingo Español de la parte haitiana, Juan Tomás Infante Viñas, hijo de aquel hombre de guerra que fue su padre, el sargento mayor Infante Pichardo, produjo para ser publicado en el diario “La Información” la crónica que hemos recreado, como apunte que tal vez pudiere contribuir en algún momento a la revisión de esa batalla, dentro de un rigor científico e histórico y la búsqueda tal vez de documentos olvidados que confirmen de manera fehaciente, que en esos encuentros del 30 de Marzo de 1844, donde hubo lucha cuerpo a cuerpo según las crónicas y solo una de las partes combatientes sufriere numerosas bajas y la otra resultare sin ninguna muerte y apenas un combatiente resultare ligeramente lesionado, conclusión que guarda parecido con la versión de algunas de las batallas de la antigüedad que contiene el Viejo Testamento.


29 de marzo 2001

TRUJILLISMO SIN TRUJILLO

En nuestra ignorancia creemos que sobre Rafael L. Trujillo, se ha escrito poco y de forma parcial. La epidermis social de su período apenas ha sido arañada. La verdadera historia del fenómeno Trujillo espera que hurguen en sus entrañas y para que podamos acercarnos ahí, tal vez pasarán décadas, si antes el mito no envuelve al hombre y el suceso, como pone Roa Bastos en boca del Supremo, Gaspar Rodríguez de Francia, en su monumental biografía novelada.

Para buscar la verdadera historia del trujillismo habría que investigar profundamente la sociedad dominicana, sobre todo durante el decenio que antecedió a la llegada de éste personaje al poder, proyectado de forma meteórica por la fuerza impulsora inicialmente del ejército de ocupación y luego por una sociedad pobrísima; pero con carnavales y reinados esplendorosos, con su “gente de primera”, extremadamente genuflexa, trepadora y oportunista embriagada por el aroma de las costumbres que introdujeron los norteamericanos durante sus años de dominio directo.

Para tratar de comprender el fenómeno Trujillo sin el amor ni el odio, porque ambas pasiones nublan el entendimiento, habría que comenzar por revolver por todo el vasto “almacén” de papeles que se encuentra acumulado en el Archivo General de la Nación y romper el hilo de cabuya original que ata centenares de empolvados legajos y rimeros que se encuentran con sus secretos ocultos porque la mano del historiador no los ha tocado todavía..

Ahí, esos paquetes de documentos oficiales envueltos en papel del que se usaba en las carnicerías de barrio, esperan, resecos y amarillentos a causa del tiempo, la mano del investigador para dar claridad a aquel periodo tan dramático de nuestra historia. A esa conclusión hemos llegado luego de abrir algunos voluminosos legajos de los que pertenecieron al ministerio de Interior durante la Ocupación y hemos encontrado algunas pestilencias en las escarbaduras que hemos hecho al azar, las que hemos compartido con algunos amigos..

En esos estantes desvencijados, puede el investigador dedicado y escrutador, encontrar el caudal de información que le podría adentrar en aquella etapa en que las denuncias bochornosas sirvieron de plataforma para que ese hombre feroz que fue Trujillo fuera conociendo el fango en que comenzaba a sumergir sus botas, como claras muestras de lo que recientemente un notable escritor denominó como ”la profunda corrupción de la conciencia colectiva” que ha caracterizado en conjunto a los dominicanos de todo tiempo.

Por eso hemos visto que los grandes actores de la Era de Trujillo, gente con mucho que contar, se han marchado de este mundo sin dejar sus secretos, porque, según decía uno de esos servidores de Trujillo, destacado por su gran capacidad de trabajo y truculencia, y quien más poder por delegación llegó a acumular en toda la Era, él no podía escribir sus experiencias de Estado, pues de hacerlo comprometería muchas reputaciones de ilustre alcurnia ligadas a todo tipo de crimen e incluso, a la entrega complaciente de hijas y esposas a Trujillo.

Trujillo tiene una extraordinaria vigencia, porque supo encarnar las debilidades colectivas de su pueblo, como tanto se ha dicho. Hasta en la cotidianidad están presentes muchos de sus rasgos. Desde el hogar más humilde hasta las más altas autoridades del Estado hemos visto el autoritarismo mantenerse fresco y lozano. Cualquier partícula de poder público nos convierte en semidioses arrogantes a veces hasta la insolencia.

En lo ético, el deterioro ha persistido. Nada más que ahora mantenemos una particular percepción, como se desprende de la lectura de un hermoso ensayo titulado “Los Discípulos”, que publicó este diario Hoy, en su edición del martes l4, donde se lee: “Los que vivieron esa época, ¿No recuerdan en cada hogar aquella plaquita que decía Dios y Trujillo?. Los que vivimos en este fin de siglo en democracia de palabra. ¿No han leído en la prensa la declaración jurada de nuestros funcionarios… casi todos millonarios con dígitos dobles? (en rigor histórico, la plaquita decía: “En esta casa Trujillo es el Jefe”. El letrero Dios y Trujillo tiene otra historia.)

Trujillo, ciertamente, está entre lo peor que ha tenido la sociedad dominicana, desde un
juicio estrictamente ético y moral como bien expuso otro distinguido columnista de este periódico, quien se proyectó de forma sobresaliente por el arrojo que demostró en un determinado momento para defender de manea ejemplar sus creencias políticas y sociales. Pero la sociedad ha sido igualmente dañina en sus núcleos dirigentes, tanto en el pasado como en el presente. Se podría repetir que este hombre que nos gobernó de manera tan avasallante, fue producto acabado y eficiente de su ambiente, en muchos aspectos, porque, “todavía los criterios fundamentales, que aplicaba Trujillo en su estilo de gobierno perviven entre nosotros y rigen el comportamiento de las instituciones públicas”, como señaló ese veraz funcionario y columnista.

Lo cierto es que el país no ha experimentado un esfuerzo apreciable para cambiarle el rumbo en lo moral que le marcó Trujillo. Por el contrario, parece que el laborantismo de los grupos que lo han dirigido en lo social, político y económico han estado orientados hacia la degradación sostenida del pueblo, algo que todos hemos podido apreciar de manera elocuente en estos cuarenta años de trujillismo sin Trujillo en que hemos vivido

Si esto es así, no es posible dejar de escribir acerca de ese artífice de estilo de gobierno. con sus sombras y luces porque aquel estilo suyo no lo era tanto, sino ha sido una conducta nacional fuertemente enraizada, y ya se sabe lo difícil que resulta cambiar las costumbres, tanto en el individuo, como en la sociedad.


18 de septiembre de 1999

RECORDAR MACHU PICHU

Una edificante conversación entre un grupo de amigos, en los gratos días que disfrutamos quienes permanecimos en la ciudad durante la festividad de la Semana Santa, nos permitió recordar la visita que para esta misma celebración, hace apenas dos años, hicimos a la misteriosa ciudad precolonial de Machu Pichu. Un exquisito amigo contertulio quiso conocer nuestra impresión de aquel lugar, que él también había visitado en una ocasión. Ahora queremos ofrecer para aquellos que nos brindan la inmensa satisfacción de leernos, de la visión que ofrecimos al amigo de la imborrable experiencia de aquella excursión.

Para nosotros, la ciudadela que construyó la civilización quechua antes de la llegada de los conquistadores españoles, a pesar de su impresionante belleza por todo el entorno en que se encuentra y por si misma, es solamente un hito más en una cultural y hermosa experiencia que nos muestra los vestigios de un pueblo complejo y extraño que utilizaba la piedra con una destreza y técnica que todavía, al cabo del tiempo causa asombro en la ingeniería y la arquitectura.


Desde la llegada al Cuzco, aquel pasado esplendoroso de los quechuas se asoma por todas partes. Cimientos de enormes piedras que no pudieron ser demolidos por la piqueta del conquistador, por lo que tuvo que conformarse con edificar sobre esos muros irreducibles. El barrio de San Blas, fundido en el pasado con sus callejas empedradas sin que una fisura permita introducir la punta del más fino alfiler entre aquellas piedras colocadas unas junto otras desde hace siglos.

El valle de Sacsayhuaman y sus gigantescos monolitos de varias toneladas de peso y altura fuera de lo común, desafiando cualquier especulación en cuanto a los medios utilizados para su colocación en ese lugar.

En esa antigua ciudad sagrada del Cuzco, capital del imperio en el sur, tenía asiento el Inca. El soberano; por lo que, de ordinario así llamamos al pueblo e imperio quechua: con el nombre que se le daba al gobernante. Llegar al Cuzco y observar aquella ciudad con sus casas techadas de tejas color rojo opaco, vista desde un cerro cercano, donde se encuentra una enorme estatua de Cristo, lleva a reflexión sobre su pasado de magnificencia, poder y misticismo.

Nos relató el guía, que al momento de llegar allí los españoles, la ciudad tenía sesenta mil casas y el asombro de estos aventureros, al encontrarse perdida en las nubes una ciudad de tal magnitud les resultaba increíble el grado de desarrollo y esplendor. Ahora, desde aquel cerro convertido en mirador turístico, unas aborígenes con sus coloridos atavíos de fiesta esperan con su paciencia milenaria y de un hablar como un susurro musical, que los visitantes quieran fotografiarse por unos pocos pesos junto a ellas y sus llamas, ese animal de tiro que tanto identifica a su pueblo.

En esta ciudad, con su aire de misterio y melancolía nos llega el soroche a los habitantes de las tierras bajas cuando subimos a aquel nido de cóndores. Es un dolor de cabeza agudo a veces con trastornos estomacales, para recordarnos la altura y el aire enrarecido que allí se respira. Ni siquiera el té de coca que nos fue ofrecido en el hotel donde nos alojamos, garantiza inmunidad ante ese mal de altura, como también lo llaman.

El descenso desde el Cuzco, que se encuentra por encima de los tres mil metros sobre el nivel del mar, para dirigirnos hacia la ciudadela de Machu Pichu resulta una continuación azorada de aquella viva presencia cultural del pueblo quechua. El mercado aborigen de Pizac, que se encuentra en las ruinas de una antigua fortaleza inca introduce al visitante en un mundo que desapareció hace siglos y de repente regresa para mostrarse de cuerpo presente en su cotidianidad y sus hábitos milenarios.

Ahí se pueden encontrar, en amalgama con el pasado, pintores cuzqueños que ofrecen sus bien logradas acuarelas, y viejas gordas desdentadas que fuman hojas de coca mientras cuecen en enormes peroles los alimentos que consumían sus antepasados, mientras en otro lugar los productos medicinales y las artesanías se ofrecen, al igual que la interacción que mantenían hace siglos sus antepasados.

La llegada a la estación del tren, desde donde subiremos a la ciudadela de Machu Pichu, la hicimos en un quejumbroso ferrocarril que hace su viaje acompañando al espumoso y rugiente río Urubamba que sigue un recorrido desde el principio de los tiempos a encontrarse con el lejano Amazonas. El tren, cansino, deja la última parada antes de seguir su descenso hacia la zona selvática. En esta estación, una flotilla incansable de modernos minibuses sube y baja a los turistas por una estrecha carretera que va rodeando el monte y mostrando impresionantes precipicios, desfiladeros profundos y verticales que mantienen electrizado al pasajero hasta llegar a la meseta donde descansa la enigmática ciudadela envuelta en lampazos de niebla a media tarde.. Allí todo es dramáticamente bello, salvaje, sobrecogedor. Ahí está ese testimonio de aquella raza de constructores.

El pétreo conjunto gris de viviendas, terrazas, gradas y escaleras está escondido entre los picos Wayna Pichu y Machu Pichu, Y abajo, serpentea como un gigantesco ofidio, su guardián de antaño: el poderoso Urubamba. Y más arriba de estas ruinas, coronando la cresta del Machu Pichu, se observan algunos curiosos que han subido hasta allí para conocer en oratorio que existía cuando esta ciudad tenía vida.

Todavía no ha sido aclarado del todo y de manera inequívoca, la utilidad que le dio el Inca a esa ciudadela cargada de misterio y reverencia. Al igual que los cortes y desplazamientos de sus enormes piedras, como tantas otras obras de la civilización quechua sobre los que se mantiene la incógnita como un desafío en el tiempo.

El 5 de agosto 1998

ANTESALA DE LA ERA DE TRUJILLO

Desde que la Junta Central Electoral declara “legales y válidas las elecciones del l6 de mayo”, diez días después de celebrado los comicios, un viento abrasador comienza a levantarse sobre la República, como premonición de la llegada de un castigo bíblico para arrasar una sociedad decadente por haberse dejado abusar de políticos irresponsables e ineptos.

En ese torbellino, la muerte cabalga con charreteras de general. El primero en caer es un pugnaz político, quien también escribía poesía; padecía de tuberculosis y se encontraba descansando en su casa campestre para someterse en los días siguientes a una operación quirúrgica. Virgilio Martínez Reyna fue asesinado junto a su esposa con la complicidad de la noche y así pagó su enemistad con el flamante Presidente de la República electo. Su animadversión a Trujillo lo llevó a ser un recalcitrante instigador contra éste, ante su protector, José Dolores Alfonseca quien había quedado encargado de la presidencia de la República, seis meses atrás, debido a la ausencia del titular Horacio Vázquez, por razones de salud.

Rafael Vidal Torres, una de las lúcidas inteligencias del trujillismo emergente, dio muestras de gallardía y templanza de espíritu al expresar públicamente su dolor por la tragedia que se había llevado a su “entrañable amigo” Martínez Reyna. Lo mismo hizo otro poeta trujillista, Miguel Angel Jimenez, a quien la amistad fraterna con el sacrificado, también le impuso anteponer la decencia de la denuncia en vez del silencio degradante de la conveniencia política.

Arturo Napoleón Alvarez, hombre de convicciones y reciedumbre moral, dirige una vibrante carta al presidente Estrella Ureña, haciéndole saber que si les son “otorgadas ciertas facilidades antes de un mes pondría en manos de la justicia a los culpables de ese crimen”.

No ha desaparecido de la opinión pública el estupor que dejó el atroz doble asesinato cuando en las lomas de Moca, el general Trujillo, al mando de quinientos soldados persigue a Cipriano Bencosme y toma por cuartel la casa de éste para dirigir operaciones militares desde “El Mogote” hasta el llano, mientras por primera vez en el país aeroplanos nacionales hacen reconocimiento desde la altura. Ya antes, en l9l9 aviones de la fuerza de ocupación norteamericana habían surcado los cielos del país lanzando bombas contra los guerrilleros de la zona este.

Las tropas peinan los montes y en su operativo llegan hasta “Los Amaceyes”, para controlar a otro caudillo, Piro Estrella, bajo sospecha de no avenirse a la nueva situación. Este entrega las armas que posee y se le otorgan garantías para que pueda permanecer en libertad. Un nuevo orden político y social va tomando cuerpo en la República y se expresa de forma contundente. El pasado levantisco y estéril en el cual ha desgastado sus energías el país debe quedar atrás.

Hombres de gran respeto público y político son detenidos brevemente en la Fortaleza Ozama. Allí va el venerable jurista Angel María Soler, también Martín de Moya, Manuel de Js. Troncoso de la Concha, Pedro A. Lluberes, los hermanos Victor y E.O. Garrido Puello, Federico Nina, J.R. Cordeo Infante. Otros identificados como opuestos al nuevo gobernante abandonan rápidament4e el país. Angel Morales quien fuera el delfín del ex presidente Vázquez, evita ser apresado por el padrinazgo del hacendado Juan Rodríguez y de Teófilo Cordero, ambos representantes de la Confederación de Partidos en La Vega.

Federico Velázquez, presidente del partido Progresista y la principal figura de la oposición es detenido y enviado a la justicia inculpado del delito de tener en su poder municiones sin la licencia correspondiente y a poco es extrañado del país. El periódico “La Opinión” en un editorial describe el momento que vive la república y cierra su comentario con una cláusula que fija su posición: Cualquier intentona de perturbar la paz constituiría ahora un crimen. El país reclama paz, trabajo reconstructor, colaboradores y a ello estamos obligados todos”.

Pero no todo es represión política y detenciones admonitorias para hacer saber a la sociedad cual sería en lo adelante el camino a seguir. El pueblo también siente un clima de renovación y contento que se expande y expresa de diversas maneras. El artista Heriberto Payán, uno e los clarinetistas mas sobresalientes el país le dedica al Presidente Electo una pieza musical: un vals para orquesta y banda que lleva por título “Viva el presidente Trujillo”.

Con entusiasmo la gente disfruta la presencia del “Trío Matamoros”, a quien ha contratado la compañía de espectáculos Herman-Morita y sus presentaciones en el coliseo de la calle Padre Billini se realizan con “rotundo éxito. El hotel “Fausto” vuelve a llenar su terraza como en los buenos tiempos y los domingos hay que hacer reservación por anticipado por la afluencia de un público alegre y entusiasta.

Hasta una nueva marca de cerveza sale al mercado con el nombre de “Colón” y es vendida a treinta centavos la botella y cinco y diez centavos el vaso. Tal bebida adquiere de inmediato gran demanda. Los clubes “Casino Democrático” y “Centro de Dependientes” anuncian rumbosas fiestas para la inauguración del nuevo gobierno.

“La Casa de España” y el “Club Unión” que espera sobrevivir por la rebaja de la cuota que ha hecho a sus socios, según dice su secretario Osvaldo Báez Soler, se despereza y preparan sus salones para celebrar regias fiestas de gala por la toma de posesión del gobierno el l6 de agosto.

Esas explosivas demostraciones de satisfacción y confianza llevan incluso a celebrar en la Mansión Presidencial los quince años de vida de la señorita Flor de Oro, hija del “Benemérito General Trujillo”. Y los agasajos oportunistas al flamante mandatario no cesan y hasta lo importunan, por lo que éste, por vía de su secretario particular hace saber que tales actos le distraen de sus deberes, por lo que, en lo adelante los homenajes que le sean ofrecidos y exijan su presencia tendrán que tener su aprobación previa, lo que motiva un cáustico editorial del diario La Opinión
:
“El General Trujillo no quiere más banquetes ni cenas danzantes. Se acabó la adulonería ficticia. Ya muchos que creían envolverlo en las redes de seda de un banquete están de duelo. El primer bofetón les ha sido dado”.


27 fe octubre 2004

“LUDOVINO FERNANDEZ

Si algún mérito no se le negado el generalísimo Trujillo, éste ha sido la estricta y bien calificada selección que supo mantener entre los hombres que le sirvieron, para confiarles áreas y funciones en las cuales sus aptitudes o talentos cumplieran a plenitud su rol, según lo demandaran determinados momentos de aquel ejercicio gubernamental anonadante.

Desde los albores de ese período de nuestra historia, señalado con el nombre de su creador, Rafael L. Trujillo utilizó a sus colaboradores con inteligencia y propiedad. Así los adversarios políticos del General sufrieron el terror que imponía la presencia de ·”La Lechuza”, el carro Packard color negro que por las noches, con sus luces apagadas, recorría las calles imponiendo el miedo en los días previos a las elecciones de l930. En ese vehículo se desplazaba un grupo de hombres de probada valentía callejera, encabezados por Miguel Paulino, quien durante toda la Era llegó a ser ejemplo de arbitrariedad abusiva.

La presencia del poderoso general Fausto Caamaño, en cualquier comandancia significaba el terror para enemigos y desafectos al régimen en la jurisdicción de su comando. Además, su presencia en tales jefaturas alteraba el sosiego entre la oficialidad subordinada por la inclinación a la intriga y la fabulación que le era conocida a este militar. Del general Federico Fiallo, discreto y distante, su designación en un comando proyectaba sombras de temor difuso

En el ámbito civil sobresalió por un tiempo Anselmo Paulino. Su truculencia hacía estragos entre los servidores de la administración pública hasta el más alto nivel. En el fondo de todo esto emergía el Benefactor de la Patria, con su mirada felina y la intuición extraordinaria que le hacia saber el momento preciso para mover estos servidores, como haría un consumado jugador de ajedrez con sus piezas.

En contraste con aquellos hombres de eficiencia pavorosa, el régimen exhibía las luces que irradiaban las inteligencias de algunos colaboradores estimados por su hombría de bien y vocación de servicio como lo fueron, entre otros no menos meritorios, Víctor Garrido, Telésforo Calderón, Virgilio Díaz Ordóñez, José Antonio Caro Álvarez, Rafael F. Bonnelly a los que se unía el atruismo enriquecedor para el país de un Julio Ortega Frier, todos impulsados en un accionar civilizador en aquel período de nuestra historia, siniestro y admirable, cautivante y sobrecogedor, con la recia personalidad que lo encarnó.

El más sólido fundamento del gobierno trujillista lo fue el sometimiento colectivo y absoluto a la paz octaviana que había impuesto su forjador. Por la fuerza, el convencimiento o la sumisión, toda la sociedad tenía que acomodarse a esa fuerza avasallante que la impulsaba. Para esto, el gobernante tenía los cien ojos de Argos, el príncipe mitológico.

Uno de ellos lo fue el general Ludovino Fernández, quien por su rechazo visceral al robo común y actos de ratería, se convirtió en el brazo inflexible para erradicar esos hechos allí donde sentaba su plaza de comandante, por lo que su fama se hizo legendaria en el combate contra esa indisciplina social que iba en franca contradicción con el régimen entre cuyas consignas se resaltaba el “trabajo y la moralidad”, así como “mis mejores amigos son los hombres de trabajo”.

Sobre el general Ludovino Fernández, uno de sus hijos, el doctor Emilio Ludovino, ha escrito un libro que contiene testimonios acerca de aspectos desconocidos de su padre. En la obra puesta en circulación hace pocos días, sobresalen facetas del biografiado que le presentan como un militar cuya reciedumbre y disciplina nunca las usó para desconsiderar ni maltratar a nadie más, con excepción de los ladrones redomados.

La obra también da a conocer hechos que demuestran el hondo respeto por la amistad y la lealtad que identificaban al general Fernández. Esa es la otra cara del progenitor del autor, quien a nombre de la numerosa descendencia que dejó el recio soldado ha asumido la responsabilidad de llevarla al conocimiento público, para contraponerla al exterminador de ladrones, que es la que ha sobrevivido a Ludovino Fernández.

Esa profiláctica tarea es lo que ha hecho destacar más a dicho general, por lo que lo que ha sido calificado por el pueblo como arquetipo de ese control social extremo, como antes lo fue Domingo Lazala, aquel hombre de la banda fronteriza a quien Pedro Santana utilizaba cuando en algún lugar era necesario erradicar los ladrones, cuya semblanza nos dejó Manuel de Js. Troncoso de la Concha –otro insigne servidor de la Era- en su narración “Los Columnarios del Comandante”, cuyo recuerdo nos ha surgido al escribir estos comentarios con la intención de felicitar al fino y combativo escritor Milito Fernández y a toda su familia por el interés que han mostrado en dar a conocer la otra personalidad de su ascendiente, lo que constituye un hermoso gesto de devoción filial.

Dentro del contexto de la obra, por último, es bueno señalar que aporta datos que de seguro despejarán las fábulas que se han tejido en cuanto a la muerte del cacique noroestano, cazurro e impenitente perturbador de la paz social que fue Desiderio Arias, así como también sobre la propia muerte del general Ludovino Fernández.


11 de septiembre 1999

JUAN PABLO DUARTE

Orlando Inoa, ha puesto a circular una sobria biografía de Juan Pablo Duarte, llamada a establecer una visión mas íntima del prócer que concibiera la creación de la República Dominicana “libre de toda dominación extranjera”. Ese alto ideal al cual se dedicó el patricio con devoción apostólica, tuvo su primera etapa, cuando se llevó a cabo el movimiento separatista en la noche del 27 de febrero de l844.

El exhaustivo estudio de la gran cantidad de documentos bajo su observación y su agudeza como investigador, le permitió al historiador Inoa, presentar a las nuevas generaciones un Juan Pablo Duarte de carne y hueso; en quien la confrontación ni el arrojo formaba parte de su naturaleza, por lo que fue barrido por el vendaval de pasiones que siguió al hecho separatista.

Su inexperiencia en las controversias de aquel medio político taimado, también le resultó un impedimento para liderar en aquellas luchas sordas entre hombres fogueados por la perfidia y las maquinaciones, que forcejeaban, a veces con ímpetus arrolladores, en el escenario de la vida nacional de entonces, para imponerse en aquel proyecto de emancipación del dominio haitiano y aprovecharlo para acomodarlo a sus propios intereses particulares o de grupos.

Orlando Inoa, expone con valentía un Juan Pablo Duarte, cuya principal virtud estuvo en la fuerza de su convencimiento irreducible por el ideal patrio con cuya magia contagió y supo insuflar el espíritu libertario en la juventud de su época, hasta llevarla a cumplir aquel momento estelar en el proceso de creación del Estado nacional.

Duarte, sufrió el desconocimiento y desaire de los hombres de su época. Las ambiciones de los más ladinos que, haciendo galas del oportunismo y la profunda corrupción moral que ha anidado en el alma de los dominicanos de todos los tiempos, se confabularon para hacer más patético su abandono y olvido. Y hasta el desprecio que le fue mostrado a aquel sacrificado precursor de la creación de la nacionalidad dominicana, cuando, en un postrero esfuerzo del amor inextinguible que siempre mostró por su patria, regresó al país para ofrecer sus servicios a unos titanes montaraces fogueados por la pólvora y el fuego de la guerra restauradora. Este apóstol, menguado por la enfermedad física y mas aun por la del espíritu, había sacado fuerzas para allegarse al país bajo el incendio de la lucha redentora: “venía a consagrar a la defensa de los derechos políticos del país cuanto aun me restase de fuerzas y vida”.
Y, para colmo, cuando muere en Venezuela, estragado por la tuberculosis y la miseria, “la patria estaba en una situación tan difícil y lastimosa que no pudo dedicarle una sola lágrima”, como escribiera piadosamente José Gabriel García.
Esta obra de Orlando Inoa, ofrece una versión de Juan Pablo Duarte al que no estamos acostumbrados; sin embargo, el mismo autor señala que: “Este es el Duarte al que todos los dominicanos y dominicanas debemos retribuir sus esfuerzos y fe en la Patria, con amor a nuestro pueblo, pasión por la justicia, honestidad en la política y responsabilidad en nuestra acciones ciudadanas”.


Enero 16, 2009

LA TUMBA VACIA

En noviembre del 2008, con el auspicio del Banco Central fue publicada la novela cuyo título encabeza este artículo, la cual es de la autoría del doctor Arnaldo Espaillat Cabral.
Desconocía esta obra hasta que en días recientes vino a ser tema de conversación de mis buenos amigos Bill Wall y Alberto Campagña. La encomiástica opinión de mis dos contertulios sobre dicha obra, obviamente despertó mi interés por conocerla y Alberto satisfizo mi deseo facilitándome el ejemplar que conserva de dicha novela.

Aunque se trata de un libro de casi setecientas páginas me entregué a su lectura sin la aprehensión que por lo regular me causan las obras voluminosas, como lo es la que comentamos, no solo por la lucidez para enjuiciamientos literarios de quienes me la recomendaron, sino, además, porque la prosa atildada y cautivante del autor me atrajo desde el comienzo de la lectura, atracción que no decayó en ningún trazo de los treinta y tres capítulos que componen esa exquisita novela épica dominicana.

“La tumba vacía” pertenece al género de historia novelada cuya trama se desarrolla, en su primera parte, en el marco de la Guerra de Restauración y el autor recrea con su sólido conocimiento histórico y la ágil creación literaria del novelista, aquel escenario que protagonizan hombres de gran arrojo con sus actos de epopeya y valor extremo en ambos lados

“La tumba Vacía” a mi entender es una gran novela. Al concluir su lectura se me ocurrió pensar, si acaso no había estado leyendo la gran novela que los dominicanos hemos estado esperando por largo tiempo. El manejo diestro de los personajes envueltos en la tragedia de la guerra que cambió sus vidas de forma dramática, hacen que el lector se sienta en todo momento de la lectura de esta cautivante obra envuelto en el desarrollo de la trama; en sus intrigas, sus rasgos de grandeza y de debilidad moral en aquellos hombres a quienes la gloria le cayó encima por su entrega ciega y extrema a la reinstalación de la soberanía nacional.

La segunda parte de la obra, desarrollada durante el ejercicio gubernativo de Meriño, veinte años después de terminar la guerra restauradora, tampoco tiene desperdicios y es en esta parte donde el autor despliega sus grandes recursos de novelista, imprimiéndole además, un suspenso admirable hasta el final.

En ese período Heureaux, desde el ministerio de Interior y Policía despliega su gran inteligencia intuitiva y su inescrupulosidad sin límites para urdir las intrigas que le llevarán más adelante a hacerse el amo del poder y el mitrado y gobernante aparece como juguete de aquella trama el gran soldado restaurador.

La novela del doctor Espaillat Cabral es una apasionante obra histórico-literaria dominicana, merecedora de la mayor difusión por lo que aporta particularmente de la etapa que recrea, y por las reflexiones que puede inspirar al lector sobre nuestra azarosa historia.



Buena Lectura.com.
Noviembre 22, 2010

En noviembre del 2008, con el auspicio del Banco Central fue publicada la novela cuyo título encabeza este artículo, la cual es de la autoría del doctor Arnaldo Espaillat Cabral.
Desconocía esta obra hasta que en días recientes vino a ser tema de conversación de mis buenos amigos Bill Wall y Alberto Campagña. La encomiástica opinión de mis dos contertulios sobre dicha obra, obviamente despertó mi interés por conocerla y Alberto satisfizo mi deseo facilitándome el ejemplar que conserva de dicha novela.

Aunque se trata de un libro de casi setecientas páginas me entregué a su lectura sin la aprehensión que por lo regular me causan las obras voluminosas, como lo es la que comentamos, no solo por la lucidez para enjuiciamientos literarios de quienes me la recomendaron, sino, además, porque la prosa atildada y cautivante del autor me atrajo desde el comienzo de la lectura, atracción que no decayó en ningún trazo de los treinta y tres capítulos que componen esa exquisita novela épica dominicana.

“La tumba vacía” pertenece al género de historia novelada cuya trama se desarrolla, en su primera parte, en el marco de la Guerra de Restauración y el autor recrea con su sólido conocimiento histórico y la ágil creación literaria del novelista, aquel escenario que protagonizan hombres de gran arrojo con sus actos de epopeya y valor extremo en ambos lados

“La tumba Vacía” a mi entender es una gran novela. Al concluir su lectura se me ocurrió pensar, si acaso no había estado leyendo la gran novela que los dominicanos hemos estado esperando por largo tiempo. El manejo diestro de los personajes envueltos en la tragedia de la guerra que cambió sus vidas de forma dramática, hacen que el lector se sienta en todo momento de la lectura de esta cautivante obra envuelto en el desarrollo de la trama; en sus intrigas, sus rasgos de grandeza y de debilidad moral en aquellos hombres a quienes la gloria le cayó encima por su entrega ciega y extrema a la reinstalación de la soberanía nacional.

La segunda parte de la obra, desarrollada durante el ejercicio gubernativo de Meriño, veinte años después de terminar la guerra restauradora, tampoco tiene desperdicios y es en esta parte donde el autor despliega sus grandes recursos de novelista, imprimiéndole además, un suspenso admirable hasta el final.

En ese período Heureaux, desde el ministerio de Interior y Policía despliega su gran inteligencia intuitiva y su inescrupulosidad sin límites para urdir las intrigas que le llevarán más adelante a hacerse el amo del poder y el mitrado y gobernante aparece como juguete de aquella trama el gran soldado restaurador.

La novela del doctor Espaillat Cabral es una apasionante obra histórico-literaria dominicana, merecedora de la mayor difusión por lo que aporta particularmente de la etapa que recrea, y por las reflexiones que puede inspirar al lector sobre nuestra azarosa historia.



Buena Lectura.com.
Noviembre 22, 2010

MEMORIAS DE UNA DAMA

El Joven y laureado escritor peruano, Santiago Roncagliolo, ha publicado bajo el sello de Alfaguara una obra que lleva por título el que encabeza este artículo. Es un trabajo literario exquisito, lleno de gracia y tintes jocosos, en donde describe, bajo la libertad a la imaginación que concede al escritor la historia fabulada, la vida de una mujer que perteneció a una de las familias de mayor rango en la élite dominicana.

Estas “memorias” están desbordante de buen gusto narrativo en donde, hasta las breves procacidades que pone el autor en algunos de los protagonistas, no carecen de humor y elegancia literaria y en un colorido despliegue de donaire envuelve al lector en la vida trágica de esa dama, inmensamente pobre, porque sólo tuvo la descomunal riqueza del dinero de su padre y vivió toda su vida en un gran vacío existencial.

Roncagliolo describe las tensas relaciones del padre de la distinguida dama con Trujillo al comienzo del régimen, cuando fue despojado de las representaciones de las marcas de automotores que tenía. También recuerda la participación de aquel empresario en una conspiración para derrocar al incipiente dictador, debido a lo cual tuvo que salir de este país para establecerse en Cuba, donde desarrolla un imperio económico, no sólo por sus dotes de hombre de negocios, sino además, porque llegó a vincularse con otros hombres de visión y emprendedores, al igual que él lo era.

Allí se asoció a Meyer Lansky, Lucky Luciano, Frank Genovese, Tony Trafficante… legendarios gansters que hicieron de La Habana un gran centro de recreación turística para los norteamericanos y dieron impulso en gran escala al tráfico de drogas hacia los Estados Unidos.

La Cuba de los años de la guerra mundial y la post guerra, la asociación de su padre con los servicios de inteligencia norteamericanos y con los de su propio país, Italia; la maffia, el reclutamiento por la CIA del hermano de la dama biografiada, todo eso lo trata el libro con una dinámica y atrayente prosa que da a la obra interés y un gracioso suspenso por las situaciones, a veces patéticas e hilarantes que mezcla Roncagliolo en su atractiva narración.

En el fondo de la obra, la trágica vida de la distinguida dama hasta que muere de cáncer en París, donde fijó residencia definitiva. Vivió su vida carente del amor de su padre; la fría indiferencia que siempre mantuvo su hermano hacia ella, los esposos parasitarios que tuvo, quienes no ocultaron que sólo les interesaba la buena vida que ella les proporcionaba. Y por último, el despojo de su herencia por parte de su hermano aliado con su propio hijo.

Da pesar que los dominicanos no puedan acceder en nuestras librerías a obtener esta obra, pues “no está disponible para comercializarla en la República Dominicana”, por tanto, es de lamentar que esta historia fabulada, ejemplo de elegancia narrativa, no haya podido cumplir con el fin que le dio origen: “para que llegase a la República Dominicana y Cuba y la leyesen sus personajes y sus apellidos se ruboricen al menos un poquito de ver lo que se habían hecho a si mismos”.

3 de octubre, 2009