La noche del 6 de agosto de l955, se celebró un acto hermoso y de noble reconocimiento cívico: “Los abogados de la Confederación de Colegios Profesionales Universitarios provinciales y otras instituciones sociales e intelectuales de Santiago, ofrecieron un banquete al licenciado Federico C. Álvarez, en el hotel Matúm con motivo de cumplir cuarenta años como abofado este respetable ciudadano.
El acto constituyó un encuentro de los más distinguidos miembros de la sociedad santiaguense para honrar uno de sus munícipes más prominentes, evento cual también acudieron reconocidos abogados y personalidades de distintos lugares el país, así como altos funcionarios de la Nación.
En la mesa principal del acto, un gran adorno floral ocupaba el centro de dicha mesa y de entre las flores emergía una foto del generalísimo Trujillo. El licenciado Agustín Acevedo, inició con un breve discurso introductorio del acto en un salón abarrotado de personalidades. Eduardo Sánchez Cabral, pronunció el discurso de elogio y dedicación al homenajeado describiendo la trayectoria profesional del licenciado Álvarez, adornada con dentro de un marco histórico. No pasó inadvertido al término del evento, que Trujillo y su obra no fueron mencionados en ningún momento durante el homenaje. Sobre. Esa inadvertencia, diría mas adelante Sánchez Cabral, que “allí se estaba festejando a un compañero y no exaltando la obra de un gobernante”.
A partir de esa misma noche, la imperdonable omisión pasó a ser lo mas comentado del ágape y tan grave olvido fue creciendo, porque, precisamente había ocurrido en momentos en que el país se encontraba comprometido con los grandes fastos programados con la celebración de los 25 años del inicio de la Era de Trujillo, por lo que tal lapsus resultaba un sospechoso contrasentido.
Joaquín Balaguer, quien para el momento ocupaba la Secretaría de Estado de Educación, previendo la tormenta política que estaba a punto de desatarse, tal vez apoyado en su prestigio creciente ante el Generalísimo, en lo que podría entenderse como un cuidadoso intento por atenuar la reacción oficial que se sentía llegar parta los participantes en aquel homenaje, produjo un artículo titulado “Trujillo sí fue mencionado en Santiago”.
En esa defensa implícita de los asistentes al homenaje, este brillante intelectual, recurriendo a su admirable uso del lenguaje metafórico, con un brillante contraste señaló la presencia simbólica de Trujillo en aquella desdichada celebración: “Cuando se habló allí del decoro profesional, se mencionó implícitamente a Trujillo, que es quien, en 25 años de formidable acción constructiva (…) ¿se ha querido enaltecer a un abogado? Pues nadie tiene en ese campo méritos tan excelsos como los de Trujillo que solo ha defendido la causa del país (…)
El castigo por la deslealtad de aquella noche llegó rápido. Comenzó con la Nota del Día del periódico La Nación, del día 14: “El elocuente silencio de los histriones –elocuente porque descubre la hondura de sus bajas pasiones- la falsa de los señores Álvarez y Sánchez Cabral no pudo ser más vil y atrabiliaria (…) Al día siguiente, ambos fueron cancelados como catedráticos numerarios de la Universidad de Santo Domingo y el Senado de la República aceptó una moción reprobando su actitud “al silenciar y pretender desconocer, maliciosamente, la patriótica y extraordinaria obra que ha realizado en la República el Generalísimo Trujillo”. La Academia de Ciencias Morales y Políticas los expulsó de su membresía por sus “indecorosas actuaciones”.
El Partido Dominicano constituyó un Tribunal de Honor “para conocer el caso suscitado la noche del 6 del corriente mes de agosto en el Hotel Matúm, en el cual incurrieron en graves inconsecuencia políticas los licenciados Federico C. Álvarez y Eduardo Sánchez Cabral y los miembros del Partido Dominicano que asumieron injustificada actitud de silencio” Los debates que fueron llevados a cabo en el Tribunal de Honor se concentraron más en la exaltación histórica que hizo Sánchez Cabral de Francisco J. Peynado a quien citó como “Prócer de la Tercera República”.
En sus declaraciones, Federico C. Álvarez contradijo a Sánchez Cabral cuando afirmó: “yo no creo que él creó la Tercera República. Yo creo que él fue un hombre de bufete, un abogado nada más y cuando se le buscó como líder el pueblo dominicano yo voté por el partido contrario porque consideré que no tenía aptitudes para dirigir los destinos del país” (…)
Prominentes figuras pidieron a la Academia de la Historia que dilucidara el papel del licenciado Peynado en las negociaciones que culminaron en 1924, en un gobierno provisional de la República, y una encuesta concluyó que la Tercera República no nació el 12 de julio, aunque reconoció el papel preponderante de Peynado en las negociaciones que dieron por resultado el Plan de Evacuación.
Para Trujillo, a quien apenas tres meses atrás le había sido otorgado el título de “Padre de la Patria Nueva”, y el día l6 de agosto, mientras se encontraba efervescente el homenaje del Matúm, recibió en una solemne ceremonia en el Altar de la Patria, el Gran Collar de la Patria, debió resultarle inaceptable que en aquel homenaje a Federico Álvarez, se omitiese su nombre y en cambio, se resaltara la figura del licenciado Francisco J. Peynado con carácter de proceridad, aun cuando el mismo Trujillo, durante los actos de su sepelio lo había hecho antes: “en rasgo que lo magnifica fue el primero en atribuir, en elocuentísimo discurso la investidura de Prócer”, tal como lo expuso Sánchez Cabral al dirigirle una carta, quejándose de su expulsión, como afiliado del Partido Dominicano y como abogado.
En cuanto al licenciado Álvarez, luego de dilucidado quien fue el verdadero creador de la Tercera República, según los resultados de la encuesta, le fue concedida la condecoración de la Orden del Mérito Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Caballero, considerando que ha ejercido “con acrisolada honradez y competencia la profesión de abogado amparado en la garantía que ofrece la justicia dominicana en esa Era de engrandecimiento general.
14 de febrero de 2005
sábado, 15 de enero de 2011
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