La columna “Qué se dice”, que publica este periódico, ofrece por lo regular, informaciones acerca de asuntos de interés público tratados con reflexión y sobriedad unas veces y otras ofreciendo análisis o enfoques que dejan entender lo que no se ve en la noticia simple y pura. Ese manejo periodístico inteligente, inquisitivo y auscultador, ofrece al lector la oportunidad para comprender hechos y situaciones que van más allá del contenido de las crónicas.
De ahí la importancia de esa sección y del penetrante y sagaz olfato de la redacción que le permite al público lector enterarse de cosas que no se expresan en muchas informaciones noticiosas, porque, en la prensa escrita, al igual que en política, hay cosas que se ven y otras que no se ven, como alertó el maestro José Martí hace mucho tiempo
Dentro de la amplia gama de interpretación que puede encontrarse en las informaciones de esa columna, a lo que no escapan eventuales comentarios de contenido ético y hasta alguna dosis de causticidad en el estilo, hemos querido escoger en la valoración noticiosa que tiene como subtítulo “Tenía que Ser”, en la edición del pasado jueves. Ahí se escribe con clara complacencia sobre el triunfo que obtuvo el país debido a la “justa oposición de los sectores más sensatos” al intento que promovieron nuestros honorables legisladores por extender su período de nobles servicios a la patria más allá del lapso cuyo mandato le otorga la Constitución de la República.
Tiene toda su validez el reflexivo comentario de la aguda columna del periódico al resaltar ese triunfo de la opinión pública, debido al vigoroso rechazo de las fuerzas sociales sobre las pretensiones que persiguen los señores congresistas: “porque logró evitar este atropello contra la población”.
Esa interpretación regocijada acerca de la actitud asumida por los sectores representativos del país tiene justa razón debido a que esa no ha sido la conducta habitual de estos grupos influyentes. Lo asombroso es que los pujos de pálida decencia sean tan esporádicos en esta sociedad, cuando los abusos contra ella se hacen cada vez más descarados, flagrantes y abusivos. Escándalos de todo tipo la sacuden sin que los “sectores sensatos” den muestras de la firmeza, continuidad o tenacidad que son necesarias para exigir sanciones, enmiendas o rectificaciones.
Tomando como ejemplo la columna que hemos citado, bastaría decir que sólo en una sociedad como la nuestra se puede hacer siquiera el intento como pretendían los diputados, lo que en fín de cuentas, no fue más que otra muestra del bajo nivel de respeto que han tenido las autoridades públicas con sus gobernados.
El pasado inmediato y el presente están plagados de facetas de lo que alguien llamó “La obscenidad del Poder” y esas voces representativas e influyentes como para frenar esas conductas desdorosas, nada más se han conformado, en contados casos con emitir pálidos comentarios, tal vez para que apenas haya constancia en los archivos, con declaraciones retóricas que, el igual que las llamaradas de tusa, de inmediato se apagan.
La línea de conducta característica de nuestras fuerzas sociales “dirigentes”, impúdicamente sumisas y complacientes, ha sido la principal razón de que el poder lo hemos entendido y ejercido nada más como instrumento para “el goce narcisista abusivo y personal, utilizado para favorecer a los que quieren y hacen las barbaridades que se les ocurra”.
Tal vez por esa vergüenza colectiva es que hemos preferido atribuirles todas nuestras lacras y padecimientos de manera exclusiva e irresponsable a determinados gobernantes a quienes hemos considerado culpables únicos, dejando fuera de manera paladina la complicidad irrefutable de los grupos sociales más influyentes del país por su acción participativa o por omisión del estado de cosas aberrantes en que nos hemos desenvuelto con tanto desparpajo y naturalidad, lo que ha llegado a ser parte de nuestra cotidianidad y que nos hacen sobresalir como país sin que sintamos por ello el menor sonrojo.
8 de julio año 2000
viernes, 14 de enero de 2011
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