El año l961 irrumpe en la República Dominicana cargado de inquietantes presagios, agravados por las dramáticas ocurrencias del año anterior. Todavía se percibe un ambiente de tristeza por el asesinato de tres damas envueltas en las actividades conspirativas contra el régimen. Cuando eso ocurre, en los últimos días de noviembre, la Navidad se aprestaba a lucir su atuendo de colores en un pueblo con sus alegrías menguadas.
El atentado contra la vida del presidente Betancourt, de Venezuela había decretado definitivamente la caída del decrépito régimen del generalísimo Trujillo y el crimen de las hermanas Mirabal “rompió los lazos de solidaridad que aún mantenía la dictadura con su pueblo”, como certeramente señaló un historiador francés en una importante obra sobre la “Era de Trujillo”
La muerte de las hermanas Mirabal, enervó hasta los espíritus que habían mostrado mayor fervor trujillista, y la pesadumbre subyacía en las gentes y alejó de ellas el ánimo de celebración y alegría en la Navidad de l960.
Cuando les llegó la muerte, enmascarada en un accidente automovilístico, se cumplió una sentencia implícita que había dejado escapar el Padre de las Patria Nueva en un gran homenaje que le tributó Santiago seis meses antes. Allí, denunció “las actividades clandestinas a que se han estado dedicando algunas personas en ciudades y secciones del Cibao”, recalcando que “en Conuco los comunistas han echado las raíces más hondas, donde en el pasado se destacaron los Mirabal y sus familiares…”
Si en el pasado los Mirabal habían sobresalido en sus desafecciones al régimen, como señaló el Benefactor de la Patria, la presencia vigorosa de esta familia en el anitrujillismo se destacaba esta vez por el laborantismo que encarnaba Minerva Mirabal, particularmente, entregada con intensa e irreductible devoción, tal como lo expresó al autor de este artículo, mas de treinta años después, el militar encargado de los servicios de inteligencia en la Zona Norte del país, quien tuvo a su cargo la logística para el operativo que condujo al triple asesinato. Aquel ex militar habló con gran respeto y admiración de las convicciones y el valor de esa dama por la causa a la cual se había entregado.
Todo el dramático acontecer del año l96o, las masivas prisiones de jóvenes y los numerosos asilamientos en embajadas mantenía azorada a la gente mientras la OEA, decretaba sanciones económicas contra el régimen, en los círculos de confianza se hablaba del final de la Era.
Empero, el Padre de la Patria Nueva, pretendía seguir mostrando sus rejuegos políticos que tan buenos resultados le habían dado en el pasado. Al comienzo de enero de l96l, se juramenta como gobernador de Santiago, donde había resultado electo en diciembre último. Antes de concluir el mes renunciaría a esa posición por haberse hecho nombrar presidente de los bancos del Estado,”frente a la manifiesta negligencia con que los gobernadores del Banco Central condujeron su gestión en el pasado, lesiva a la economía de nuestro país”.
En un nuevo intento por recuperar la confianza nacional anuncia nuevas obras como la Presa de Valdesia, a un costo de 34.5 millones de pesos, tal vez como un tardío reconocimiento hacia aquellos colaboradores suyos que seis años antes esperaban el inicio de esa gran obra, cuyos fondos estaban disponibles y, en cambio, fueron distraídos para la construcción de la Feria de la Paz.
En ese delicado y deteriorado ambiente, la Iglesia Católica hacía esfuerzos aparentes por reducir las tensiones que mantenía con el gobierno y los cinco obispos se reúnen con el Presidente de la República, Joaquín Balaguer y el Padre de la Patria Nueva, quienes reciben de monseñor Octavio A. Beras una exposición, donde dicen: “Nosotros nos hemos acercado aquí, mas como padres y pastores que tienen el deber de conducir a sus hijos que tienen desavenencias que fácilmente pueden ser allanadas”. Los obispos reconocen, además, que entr5e la Iglesia y el Estado “ha habido retroceso, pero jamás ha sido nuestra voluntad incitar a revoluciones ni alentar a nadie para ello”.
Apenas transcurridos diez días de la reunión, el Presidente Balaguer y su gabinete “solicitan a los obispos otorgar al Generalísimo Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia y para esto citan el memorándum que le entregaron el 10 de enero, en el cual se hacen eco con nobles y justicieras palabras de los beneficios, favores y mercedes que directamente ha recibido la iglesia Católica en nuestro país del gran estadista”. El día 23 de febrero, “El Caribe” publica la respuesta que dirigiera el Obispado, señalando que la concesión de tal título sobrepasa las atribuciones “no solo conceder sino aún apoyar esa iniciativa por tener la Santa Sede reservada para sí la promoción y concesión de tales títulos”
Un enfrentamiento abierto entre los obispos Francisco Panal, de La Vega, y Tomás Reilly, de San Juan de la Maguana, caracteriza los últimos meses de vida de Trujillo quien recorre el país y recibe multitudinarios homenajes. En La Vega, en el curso de un Tedéum ante el Padre de la Patria Nueva, expresa el obispo en un discurso que pronunció: “ Lo primero y principal que necesita un gran porción de habitantes de ésta y otras ciudades y lugares es trabajo honesto a cada uno y lucrativo de los medios indispensables para su subsistencia”
Por su lado, Reilly, en San Juan de la Maguana, acusó al gobierno de “actos de intimidación y persecución contra la Iglesia”…
Estos dos valerosos obispos recibieron los embates de furiosas turbas de antisociales y sus sedes y residencias fueron asaltadas.
Mientras tanto, en el ámbito internacional seguían acelerados los pasos para la liquidación del agonizante régimen luego que el presidente Kennedy esbozara su política económica hacia América Latina y entre sus objetivos señalaba que “la libertad política debe acompañar el progreso material(…) por consiguiente, alberga la esperanza de que la República Dominicana y Cuba se vinculen a la sociedad de hombres libres”(..)
El histórico mes de mayo, el Padre de la Patria Nueva lo inicia con un extenso recorrido por las comunidades del suroeste del país. Hace una pausa y regresa a Ciudad Trujillo y despide en el aeropuerto a su hijo Radhamés que viaja a Francia para, junto a su hermano, jugar polo con sus equipos “Cibao” y “la Pampa”. Regresa al Sur y recibe homenajes de las provincias de San Juan de la Maguana, Elías Piña y Azua .Luego viaja por el Cibao y una semana antes de su muerte, es vitoreado por los pueblos de Puerto Plata, Valderde y otros lugares que incluye en ese recorrido postrero.
El seguimiento de este último mes en la vida de Trujillo lleva a la conclusión, que el estado gripal que tanto se ha señalado como la causa de la posposición por varias ocasiones para llevarse a cabo el atentado que le costó la vida, por no asistir a su Hacienda Fundación, cuando los complotados lo esperaban, no existió o el ya mencionado malestar fue de muy breve duración.
Luego de la muerte del Benefactor de la Patria, seis días después, o sea, el 6 de junio, los obispos Panal y Reilly, en una muestra de sus nobles espíritus y vocación cristiana, dirigieron una circular a sus respectivas curas párrocos instruyéndoles oficiar misas por el alma del “esclarecido líder que tantas veces nos favoreció y por los beneficios innumerables que ha hecho a la patria y a la Santa Iglesia”.
Publicado en el periódico HOY,
El 26 y 27 de octubre de 2005
El año l961 irrumpe en la República Dominicana cargado de inquietantes presagios, agravados por las dramáticas ocurrencias del año anterior. Todavía se percibe un ambiente de tristeza por el asesinato de tres damas envueltas en las actividades conspirativas contra el régimen. Cuando eso ocurre, en los últimos días de noviembre, la Navidad se aprestaba a lucir su atuendo de colores en un pueblo con sus alegrías menguadas.
El atentado contra la vida del presidente Betancourt, de Venezuela había decretado definitivamente la caída del decrépito régimen del generalísimo Trujillo y el crimen de las hermanas Mirabal “rompió los lazos de solidaridad que aún mantenía la dictadura con su pueblo”, como certeramente señaló un historiador francés en una importante obra sobre la “Era de Trujillo”
La muerte de las hermanas Mirabal, enervó hasta los espíritus que habían mostrado mayor fervor trujillista, y la pesadumbre subyacía en las gentes y alejó de ellas el ánimo de celebración y alegría en la Navidad de l960.
Cuando les llegó la muerte, enmascarada en un accidente automovilístico, se cumplió una sentencia implícita que había dejado escapar el Padre de las Patria Nueva en un gran homenaje que le tributó Santiago seis meses antes. Allí, denunció “las actividades clandestinas a que se han estado dedicando algunas personas en ciudades y secciones del Cibao”, recalcando que “en Conuco los comunistas han echado las raíces más hondas, donde en el pasado se destacaron los Mirabal y sus familiares…”
Si en el pasado los Mirabal habían sobresalido en sus desafecciones al régimen, como señaló el Benefactor de la Patria, la presencia vigorosa de esta familia en el anitrujillismo se destacaba esta vez por el laborantismo que encarnaba Minerva Mirabal, particularmente, entregada con intensa e irreductible devoción, tal como lo expresó al autor de este artículo, mas de treinta años después, el militar encargado de los servicios de inteligencia en la Zona Norte del país, quien tuvo a su cargo la logística para el operativo que condujo al triple asesinato. Aquel ex militar habló con gran respeto y admiración de las convicciones y el valor de esa dama por la causa a la cual se había entregado.
Todo el dramático acontecer del año l96o, las masivas prisiones de jóvenes y los numerosos asilamientos en embajadas mantenía azorada a la gente mientras la OEA, decretaba sanciones económicas contra el régimen, en los círculos de confianza se hablaba del final de la Era.
Empero, el Padre de la Patria Nueva, pretendía seguir mostrando sus rejuegos políticos que tan buenos resultados le habían dado en el pasado. Al comienzo de enero de l96l, se juramenta como gobernador de Santiago, donde había resultado electo en diciembre último. Antes de concluir el mes renunciaría a esa posición por haberse hecho nombrar presidente de los bancos del Estado,”frente a la manifiesta negligencia con que los gobernadores del Banco Central condujeron su gestión en el pasado, lesiva a la economía de nuestro país”.
En un nuevo intento por recuperar la confianza nacional anuncia nuevas obras como la Presa de Valdesia, a un costo de 34.5 millones de pesos, tal vez como un tardío reconocimiento hacia aquellos colaboradores suyos que seis años antes esperaban el inicio de esa gran obra, cuyos fondos estaban disponibles y, en cambio, fueron distraídos para la construcción de la Feria de la Paz.
En ese delicado y deteriorado ambiente, la Iglesia Católica hacía esfuerzos aparentes por reducir las tensiones que mantenía con el gobierno y los cinco obispos se reúnen con el Presidente de la República, Joaquín Balaguer y el Padre de la Patria Nueva, quienes reciben de monseñor Octavio A. Beras una exposición, donde dicen: “Nosotros nos hemos acercado aquí, mas como padres y pastores que tienen el deber de conducir a sus hijos que tienen desavenencias que fácilmente pueden ser allanadas”. Los obispos reconocen, además, que entr5e la Iglesia y el Estado “ha habido retroceso, pero jamás ha sido nuestra voluntad incitar a revoluciones ni alentar a nadie para ello”.
Apenas transcurridos diez días de la reunión, el Presidente Balaguer y su gabinete “solicitan a los obispos otorgar al Generalísimo Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia y para esto citan el memorándum que le entregaron el 10 de enero, en el cual se hacen eco con nobles y justicieras palabras de los beneficios, favores y mercedes que directamente ha recibido la iglesia Católica en nuestro país del gran estadista”. El día 23 de febrero, “El Caribe” publica la respuesta que dirigiera el Obispado, señalando que la concesión de tal título sobrepasa las atribuciones “no solo conceder sino aún apoyar esa iniciativa por tener la Santa Sede reservada para sí la promoción y concesión de tales títulos”
Un enfrentamiento abierto entre los obispos Francisco Panal, de La Vega, y Tomás Reilly, de San Juan de la Maguana, caracteriza los últimos meses de vida de Trujillo quien recorre el país y recibe multitudinarios homenajes. En La Vega, en el curso de un Tedéum ante el Padre de la Patria Nueva, expresa el obispo en un discurso que pronunció: “ Lo primero y principal que necesita un gran porción de habitantes de ésta y otras ciudades y lugares es trabajo honesto a cada uno y lucrativo de los medios indispensables para su subsistencia”
Por su lado, Reilly, en San Juan de la Maguana, acusó al gobierno de “actos de intimidación y persecución contra la Iglesia”…
Estos dos valerosos obispos recibieron los embates de furiosas turbas de antisociales y sus sedes y residencias fueron asaltadas.
Mientras tanto, en el ámbito internacional seguían acelerados los pasos para la liquidación del agonizante régimen luego que el presidente Kennedy esbozara su política económica hacia América Latina y entre sus objetivos señalaba que “la libertad política debe acompañar el progreso material(…) por consiguiente, alberga la esperanza de que la República Dominicana y Cuba se vinculen a la sociedad de hombres libres”(..)
El histórico mes de mayo, el Padre de la Patria Nueva lo inicia con un extenso recorrido por las comunidades del suroeste del país. Hace una pausa y regresa a Ciudad Trujillo y despide en el aeropuerto a su hijo Radhamés que viaja a Francia para, junto a su hermano, jugar polo con sus equipos “Cibao” y “la Pampa”. Regresa al Sur y recibe homenajes de las provincias de San Juan de la Maguana, Elías Piña y Azua .Luego viaja por el Cibao y una semana antes de su muerte, es vitoreado por los pueblos de Puerto Plata, Valderde y otros lugares que incluye en ese recorrido postrero.
El seguimiento de este último mes en la vida de Trujillo lleva a la conclusión, que el estado gripal que tanto se ha señalado como la causa de la posposición por varias ocasiones para llevarse a cabo el atentado que le costó la vida, por no asistir a su Hacienda Fundación, cuando los complotados lo esperaban, no existió o el ya mencionado malestar fue de muy breve duración.
Luego de la muerte del Benefactor de la Patria, seis días después, o sea, el 6 de junio, los obispos Panal y Reilly, en una muestra de sus nobles espíritus y vocación cristiana, dirigieron una circular a sus respectivas curas párrocos instruyéndoles oficiar misas por el alma del “esclarecido líder que tantas veces nos favoreció y por los beneficios innumerables que ha hecho a la patria y a la Santa Iglesia”.
Publicado en el periódico HOY,
El 26 y 27 de octubre de 2005
miércoles, 19 de enero de 2011
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