La Compañía 33ª del Regimiento de Santiago, bajo el comando del coronel José María López, se encontraba ocupando el segundo fuerte militar que llevaba por nombre “Patria” y se encontraba frente al camino de Gurabito, por donde se esperaba que marchara hacia la ciudad el ejército haitiano desde allí, donde había establecido su campamento desde la noche anterior al 30 de marzo.
Ya en la madrugada, el coronel Fernando Valerio, jefe de las Fuerzas Cívicas, ocupaba el fuerte “Libertad” y había encabezado una aguerrida acometida al frente de sus macheteros contra el primer cuerpo del ejército haitiano, diezmando sus tropas cuando estas marcharon hasta la Sabana del Pueblo. Los hombres en derrota cruzaron el río Yaque por el mismo lugar que lo habían hecho para entrar, hasta que fueron enfrentados por los “andulleros” y acamparon en su orilla a la espera de la mañana, para unirse con el regimiento que debía atacar la ciudad desde Gurabito.
El día de la histórica Batalla del 30 de Marzo las tropas haitianas iniciaron la marcha en una formación cerrada avanzando hacia el fuerte “Patria”. La voz de alarma activó a los defensores de la plaza y su comandante el coronel López, ordenó disparos del cañón que se encontraba orientado hacia el lugar por donde apareció el enemigo. El artillero no ocupaba su puesto al momento de la orden y la voz firme del coronel le dijo al sargento mayor Infante Pichardo ¡“Fuego al cañón”¡
La bala del primer cañonazo abrió una brecha en la cabeza de la columna invasora. El artillero llegó a cubrir su lugar y continuó abriendo fuego mientras el coronel López dirigía también el fuego de fusilería de sus hombres sobre la columna enemiga que, a pesar de las fuertes bajas que la debilitaban, seguía su avance en la misma formación cerrada. El desarrollo de esta lucha se efectuaba a la vista de los otros baluartes que esperaban su momento para entrar en combate. Los hombres del general Imbert, que defendía el fuerte “Dios”, cargaron contra las tropas haitianas por su flanco izquierdo, mientras el coronel Fernando Valerio lo hacía por el flanco derecho.
Trascurridas varias horas de recia batalla, los atacantes haitianos iniciaron la retirada de la ciudad de manera estrepitosa, hasta volver a sus trincheras de Gurabito, donde se hicieron fuertes y se defendieron del fuego de los tiradores dominicanos quienes less persiguieron y hostilizaron durante el curso del día a partir del abandono del frente de lucha.
Por la noche, aprovechando la tregua del acosamiento que le habían mantenido los soldados dominicanos, quienes decidieron tomar un descanso de las fatigas que les había proporcionado el duro día de guerra, el derrotado ejército haitiano emprendió el regreso a su país a marcha forzada y desordenada, perseguido por guerrilleros que lo acosaron en todo el trayecto, ocasionándole más pérdidas en su caótico abandono del territorio dominicano.
Lo expuesto en los párrafos anteriores, es la versión de la Batalla de Santiago, según la describió uno de sus participantes: el sargento mayor Andrés Infante Pichardo, quien cargaba experiencia militar desde que fue nombrado por Jean Pierre Boyer, teniente del “33ª. Regiment a Saint Yaque”, cuyo cargo le fue ratificado por Pedro Santana, cuando asumió el poder en marzo de ese mismo año de l844, por la participación que este soldado había tenido en los acontecimientos que produjeron el movimiento separatista. El soldado Infante Pichardo, hombre de gran parquedad y modestia, se decidió a contar sus experiencias en ese importante hecho histórico, después que se lo pidiera con mucha insistencia su hija Rita Infante, quien fue directora del colegio “Santa Teresa”, de Santiago, por los años l887 y 88.
Con motivo del centenario de aquel hecho de armas que consolidó la Separación del Santo Domingo Español de la parte haitiana, Juan Tomás Infante Viñas, hijo de aquel hombre de guerra que fue su padre, el sargento mayor Infante Pichardo, produjo para ser publicado en el diario “La Información” la crónica que hemos recreado, como apunte que tal vez pudiere contribuir en algún momento a la revisión de esa batalla, dentro de un rigor científico e histórico y la búsqueda tal vez de documentos olvidados que confirmen de manera fehaciente, que en esos encuentros del 30 de Marzo de 1844, donde hubo lucha cuerpo a cuerpo según las crónicas y solo una de las partes combatientes sufriere numerosas bajas y la otra resultare sin ninguna muerte y apenas un combatiente resultare ligeramente lesionado, conclusión que guarda parecido con la versión de algunas de las batallas de la antigüedad que contiene el Viejo Testamento.
29 de marzo 2001
sábado, 15 de enero de 2011
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