sábado, 15 de enero de 2011

JUAN PABLO DUARTE

Orlando Inoa, ha puesto a circular una sobria biografía de Juan Pablo Duarte, llamada a establecer una visión mas íntima del prócer que concibiera la creación de la República Dominicana “libre de toda dominación extranjera”. Ese alto ideal al cual se dedicó el patricio con devoción apostólica, tuvo su primera etapa, cuando se llevó a cabo el movimiento separatista en la noche del 27 de febrero de l844.

El exhaustivo estudio de la gran cantidad de documentos bajo su observación y su agudeza como investigador, le permitió al historiador Inoa, presentar a las nuevas generaciones un Juan Pablo Duarte de carne y hueso; en quien la confrontación ni el arrojo formaba parte de su naturaleza, por lo que fue barrido por el vendaval de pasiones que siguió al hecho separatista.

Su inexperiencia en las controversias de aquel medio político taimado, también le resultó un impedimento para liderar en aquellas luchas sordas entre hombres fogueados por la perfidia y las maquinaciones, que forcejeaban, a veces con ímpetus arrolladores, en el escenario de la vida nacional de entonces, para imponerse en aquel proyecto de emancipación del dominio haitiano y aprovecharlo para acomodarlo a sus propios intereses particulares o de grupos.

Orlando Inoa, expone con valentía un Juan Pablo Duarte, cuya principal virtud estuvo en la fuerza de su convencimiento irreducible por el ideal patrio con cuya magia contagió y supo insuflar el espíritu libertario en la juventud de su época, hasta llevarla a cumplir aquel momento estelar en el proceso de creación del Estado nacional.

Duarte, sufrió el desconocimiento y desaire de los hombres de su época. Las ambiciones de los más ladinos que, haciendo galas del oportunismo y la profunda corrupción moral que ha anidado en el alma de los dominicanos de todos los tiempos, se confabularon para hacer más patético su abandono y olvido. Y hasta el desprecio que le fue mostrado a aquel sacrificado precursor de la creación de la nacionalidad dominicana, cuando, en un postrero esfuerzo del amor inextinguible que siempre mostró por su patria, regresó al país para ofrecer sus servicios a unos titanes montaraces fogueados por la pólvora y el fuego de la guerra restauradora. Este apóstol, menguado por la enfermedad física y mas aun por la del espíritu, había sacado fuerzas para allegarse al país bajo el incendio de la lucha redentora: “venía a consagrar a la defensa de los derechos políticos del país cuanto aun me restase de fuerzas y vida”.
Y, para colmo, cuando muere en Venezuela, estragado por la tuberculosis y la miseria, “la patria estaba en una situación tan difícil y lastimosa que no pudo dedicarle una sola lágrima”, como escribiera piadosamente José Gabriel García.
Esta obra de Orlando Inoa, ofrece una versión de Juan Pablo Duarte al que no estamos acostumbrados; sin embargo, el mismo autor señala que: “Este es el Duarte al que todos los dominicanos y dominicanas debemos retribuir sus esfuerzos y fe en la Patria, con amor a nuestro pueblo, pasión por la justicia, honestidad en la política y responsabilidad en nuestra acciones ciudadanas”.


Enero 16, 2009

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