miércoles, 19 de enero de 2011

MIGRACIONES Y BRUJOS

La salerosa noticia que publicó el sábado último este periódico HOY, acerca de un “vidente” de nuestra nacionalidad, que le dio candela a la vivienda de un competidor suyo de nacionalidad colombiana en una comunidad rural de Méjico, ha despertado en nuestra memoria la imagen de un de esos brujos migratorios a quien tratamos en El Salvador. Deseamos fervientemente que el pirómano no haya sido el simpático personaje a quien conocimos, cuyas vivencias ahora narramos para cumplir el compromiso con este respetable medio que nos concede la indulgencia de acoger nuestra colaboración cada semana.

El dominicano es ingenioso y sabe buscársela. De un tiempo para acá ha descubierto que los “síquicos” ganan dinero fácil y rápido. En las zonas rurales de Centroamérica, abundan nuestras connacionales dedicadas a las sanaciones; a mitigar desamores y buscarles la buena suerte a los creyentes. Se han establecido en el campo porque allí está la fe, las creencias, la tradición y el pisto, o sea el dinero, que por aquellos territorios, en lenguaje coloquial le llaman con se vocablo.

Conocimos en El Salvador varios “síquicos” dominicanos que trabajaban con el campesinado de Sonsonate. El que ha motivado este artículo lo hacia en el pueblo de Izalco, donde se encuentra el majestuoso y negro volcán que lleva ese nombre y es lo más emblemático de aquel agradable país.

En la zona en que desenvolvía sus milagrosas actividades todavía está la cultura aborigen y se practica el animismo y los brujos hacen su agosto. Izalco es el principal bastión para ese quehacer en aquel país. El brujo a quien recordamos vivía muy bien; sus visitas a la embajada se hicieron frecuentes y nos contaba que ganaba lo suficiente para mantener decentemente a su familia aquí, en Santo Domingo.

Nos contó acerca de su conversión. Cómo se volvió intérprete de los misterios, prodigador y resolvedor de dificultades y apto para morigerar miserias humanas. Su explicación nos resultó algo prosaica, frustró nuestras expectativas de una conversión grandiosa, algo parecido a lo que ocurrió al León Rojo, Saulo de Tarso, en su camino a Damasco, o de Mahoma cuando se le apareció el arcángel Gabriel.

Nos dijo que el vendía pastelitos por el ensanche Naco y un día decidió cruzar la raya de Pizarro en espera de obtener riquezas y abundancias. Inició su aventura emigrando a Panamá, en calidad de “mochilero”, o lo que s lo mismo, en el hablar dominicano, ayudante de un “síquico”. En aquel país se adentraron en Chiriquí y alla, en la lejana frontera, entre indígenas, establecieron su tabernáculo, donde acudían la gente animadas por su secular tradición de fe y creencias para consultar, con esos hechiceros o sacerdotes recién llegados. En aquella zona selvática, permaneció lo suficiente hasta adquirir los conocimientos y la solemnidad gestual que le trasmitió la práctica y la observación a su maestro

Cuando se creyó en posesión de la destreza elemental para iniciar vuelo por sí solo, como escrutador del porvenir, dador de salud, curador de impotencia masculina y esterilidad femenina, cruzó la frontera e hizo pasantía profesional en Costa Rica, primero para recalar en Nicaragua, como nuevo vendedor de ilusiones –que dicho sea en respeto y beneficio del brujo que conocimos, este último término no ha sido escrito con la intencionalidad de igualarlo con nuestros altos dirigentes políticos-

En tierra de los ticos no permaneció mucho tiempo, esa campiña ubérrima no lo fue para su provecho. Siguió sus andaduras hasta llegar a la tierra de los pipiles, el antiguo señorío de Cuscatlán: El Salvador de hoy. Nuestro brujo pensaba en el porvenir y lo veleidosa que a veces se tornaba el éxito en su actividad maravillosa. Solo en Méjico podría asegurar su mañana y el de los suyos. Allí, entre aquella inmensidad aborigen estaban intactas las creencias de sus antepasados, sus tradiciones y sus supersticiones.

En la tierra de los aztecas ejercían su apostolado decenas de síquicos dominicanos que habían encontrado en el campesinado mejicano una nueva versión de la plata y oro que extrajeron los conquistadores. Ese país era el Dorado para el ejercicio de la brujería y de los síquicos.

A nuestro amigo brujo no volvimos a verlo. Sus visitas a la embajada se fueron haciendo mas esporádicas a medida que fue confirmando nuestra firme negativa a gestionarle visa de entrada a la meca de los síquicos, como lo era, a su entender, Méjico.


l de mayo de l999

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