En nuestra ignorancia creemos que sobre Rafael L. Trujillo, se ha escrito poco y de forma parcial. La epidermis social de su período apenas ha sido arañada. La verdadera historia del fenómeno Trujillo espera que hurguen en sus entrañas y para que podamos acercarnos ahí, tal vez pasarán décadas, si antes el mito no envuelve al hombre y el suceso, como pone Roa Bastos en boca del Supremo, Gaspar Rodríguez de Francia, en su monumental biografía novelada.
Para buscar la verdadera historia del trujillismo habría que investigar profundamente la sociedad dominicana, sobre todo durante el decenio que antecedió a la llegada de éste personaje al poder, proyectado de forma meteórica por la fuerza impulsora inicialmente del ejército de ocupación y luego por una sociedad pobrísima; pero con carnavales y reinados esplendorosos, con su “gente de primera”, extremadamente genuflexa, trepadora y oportunista embriagada por el aroma de las costumbres que introdujeron los norteamericanos durante sus años de dominio directo.
Para tratar de comprender el fenómeno Trujillo sin el amor ni el odio, porque ambas pasiones nublan el entendimiento, habría que comenzar por revolver por todo el vasto “almacén” de papeles que se encuentra acumulado en el Archivo General de la Nación y romper el hilo de cabuya original que ata centenares de empolvados legajos y rimeros que se encuentran con sus secretos ocultos porque la mano del historiador no los ha tocado todavía..
Ahí, esos paquetes de documentos oficiales envueltos en papel del que se usaba en las carnicerías de barrio, esperan, resecos y amarillentos a causa del tiempo, la mano del investigador para dar claridad a aquel periodo tan dramático de nuestra historia. A esa conclusión hemos llegado luego de abrir algunos voluminosos legajos de los que pertenecieron al ministerio de Interior durante la Ocupación y hemos encontrado algunas pestilencias en las escarbaduras que hemos hecho al azar, las que hemos compartido con algunos amigos..
En esos estantes desvencijados, puede el investigador dedicado y escrutador, encontrar el caudal de información que le podría adentrar en aquella etapa en que las denuncias bochornosas sirvieron de plataforma para que ese hombre feroz que fue Trujillo fuera conociendo el fango en que comenzaba a sumergir sus botas, como claras muestras de lo que recientemente un notable escritor denominó como ”la profunda corrupción de la conciencia colectiva” que ha caracterizado en conjunto a los dominicanos de todo tiempo.
Por eso hemos visto que los grandes actores de la Era de Trujillo, gente con mucho que contar, se han marchado de este mundo sin dejar sus secretos, porque, según decía uno de esos servidores de Trujillo, destacado por su gran capacidad de trabajo y truculencia, y quien más poder por delegación llegó a acumular en toda la Era, él no podía escribir sus experiencias de Estado, pues de hacerlo comprometería muchas reputaciones de ilustre alcurnia ligadas a todo tipo de crimen e incluso, a la entrega complaciente de hijas y esposas a Trujillo.
Trujillo tiene una extraordinaria vigencia, porque supo encarnar las debilidades colectivas de su pueblo, como tanto se ha dicho. Hasta en la cotidianidad están presentes muchos de sus rasgos. Desde el hogar más humilde hasta las más altas autoridades del Estado hemos visto el autoritarismo mantenerse fresco y lozano. Cualquier partícula de poder público nos convierte en semidioses arrogantes a veces hasta la insolencia.
En lo ético, el deterioro ha persistido. Nada más que ahora mantenemos una particular percepción, como se desprende de la lectura de un hermoso ensayo titulado “Los Discípulos”, que publicó este diario Hoy, en su edición del martes l4, donde se lee: “Los que vivieron esa época, ¿No recuerdan en cada hogar aquella plaquita que decía Dios y Trujillo?. Los que vivimos en este fin de siglo en democracia de palabra. ¿No han leído en la prensa la declaración jurada de nuestros funcionarios… casi todos millonarios con dígitos dobles? (en rigor histórico, la plaquita decía: “En esta casa Trujillo es el Jefe”. El letrero Dios y Trujillo tiene otra historia.)
Trujillo, ciertamente, está entre lo peor que ha tenido la sociedad dominicana, desde un
juicio estrictamente ético y moral como bien expuso otro distinguido columnista de este periódico, quien se proyectó de forma sobresaliente por el arrojo que demostró en un determinado momento para defender de manea ejemplar sus creencias políticas y sociales. Pero la sociedad ha sido igualmente dañina en sus núcleos dirigentes, tanto en el pasado como en el presente. Se podría repetir que este hombre que nos gobernó de manera tan avasallante, fue producto acabado y eficiente de su ambiente, en muchos aspectos, porque, “todavía los criterios fundamentales, que aplicaba Trujillo en su estilo de gobierno perviven entre nosotros y rigen el comportamiento de las instituciones públicas”, como señaló ese veraz funcionario y columnista.
Lo cierto es que el país no ha experimentado un esfuerzo apreciable para cambiarle el rumbo en lo moral que le marcó Trujillo. Por el contrario, parece que el laborantismo de los grupos que lo han dirigido en lo social, político y económico han estado orientados hacia la degradación sostenida del pueblo, algo que todos hemos podido apreciar de manera elocuente en estos cuarenta años de trujillismo sin Trujillo en que hemos vivido
Si esto es así, no es posible dejar de escribir acerca de ese artífice de estilo de gobierno. con sus sombras y luces porque aquel estilo suyo no lo era tanto, sino ha sido una conducta nacional fuertemente enraizada, y ya se sabe lo difícil que resulta cambiar las costumbres, tanto en el individuo, como en la sociedad.
18 de septiembre de 1999
sábado, 15 de enero de 2011
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4 comentarios:
Excelente Trabajo Del Escritor De Ésta Columna, De Verdad Felicitaciones
Cuantos años duró el trujillismo sin trujillo
10 años
Explicar Cuál era La Frases trujillismo in Trujillo
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