martes, 7 de diciembre de 2010

BAEZ, ¿TRAIDOR O ESTADISTA?

Adecuándonos a estos tiempos en que se escucha de forma cotidiana, tanto en la radio como en televisión y también se lee en los periódicos el uso de vocablos de nuestra habla popular que hasta hace poco tiempo se consideraban censurable pronunciarlos por esos medios, nos sentimos en libertad para escribir sobre algo que puede ser calificado como de mal gusto, insolente o hasta procaz.

Los dominicanos hemos sido educados teniendo a Buenaventura Báez como paradigma del antipatriota, del descreído en nuestra nacionalidad, siempre atento a la búsqueda de una potencia a la cual entregar la patria. A pesar de eso, ese hombre, que también se distinguió por su trato exquisito y otros atractivos, como su fina educación europea, vivió en el favor de las mayorías y junto a Santana fue árbitro de la vida nacional durante los primeros veinte años de la República. El grito estruendoso: ¡Viva Báez! Que salía del alma popular, nada más se puede igualar al que el pueblo le dedicó a Trujillo. Nadie, ni antes ni después, motivó ese ardor y pasión en las masas como esos dos líderes en sus respectivos tiempos: El gran Ciudadano y el Benefactor de la Patria.

Esa desbordada pasión baecista que también conoció otro hombre singular, como lo fue Lilís, el Pacificador de la Patria, hizo a éste afirmar en más de una ocasión que el país solo había tenido tres gobernantes de verdad, refiriéndose a Báez, Santana y él. Y lo que decía Lilís tenía carta de autenticidad, porque los conoció a todos y lo vivió todo. Por esa razón aseguró en su oficina a un estrecho colaborador suyo, cuando conversaban acerca de un político de supuesto prestigio: “Yo he tocado a todos los políticos de la República, como ahora toco este escritorio y el que no está podrido está gastado”. ¡Cuanta semejanza se encuentra en ese juicio de aquel hombre conocedor profundo de su pueblo y la situación que presente el país a mas de cien años de aquella lapidaria afirmación.


Habría que coincidir con Arnold Toynbee, en cuanto a lo cíclico de la historia, si no se quiere aceptar que nuestro país debería figurar entre aquellos que acusan mayor atraso en política; y por ello, ese ayer está vivo en nuestro hoy.

Apelamos a la indulgencia del lector por esta digresión y retomamos el hilo conductor del tema sobre el Gran Ciudadano, quien., a pesar de su conocida trayectoria enajenante de la nacionalidad ocupó por cinco ocasiones el solio presidencial, lo que causaba sorpresa hasta en el Arzobispo Meriño, y que el mismo Báez comentaba con sorna, comparable a lo que expresó hace unos quince años el político mas señero de toda nuestra historia, Joaquín Balaguer, cuando lo aclamaban para que volviera a competir en elecciones: “Yo no busco la Presidencia, mas bien es la presidencia la que me busca”.

Ahora comenzaremos a tratar la procacidad que prometimos al inicio de este artículo: A Buenaventura Báez, debemos comenzar por hacerle una revisión histórica que raspe la costra de traidor a la patria que ha cubierto su memoria, y es posible que revele al estadista, si por esta clasificación –hoy tan vulgarizada entre nosotros, debido, más que a la ignorancia, a la profunda genuflexión que anida en el fondo de nuestra “conciencia colectiva”- entendemos y aceptamos al hombre de dilatada experiencia en asuntos de Estado que le permite ver más allá del horizonte para la toma de decisiones trascendentes, tal como lo fue Richard Nixon.

Es posible que hayamos enjuiciado por tanto tiempo a Buenaventura Báez, sin detenernos a tratar de entender si su actitud acaso pudo haber sido fruto de una gran visión que le permitió adelantarse a su tiempo y prever con larga anticipación el futuro del país. En cuanto a la desaparición de las soberanías de los pueblos con fuertes debilidades éticas, aun cuando mantengan los aspectos formales de esa soberanía, como son sus símbolos; banderas, himnos, escudos, desfiles militares e “instituciones” (¿) para que se regodeen con consignas y arengas líricas sobre nacionalidad, patriotismo y libre albedrío que se vuelven risibles ante la realidad que a diario muestran todo lo contrario.

El Gan Ciudadano, don Buenaventura Báez, con el claro sentido práctico de que siempre hizo galas, pudo haber intentado en su momento resolver, porque, “al mal paso se le da prisa”, lo que más adelante tendría que ocurrir en el nuevo orden que regiría el mundo-en el que ya estamos- con mayor acentuación en estos países cuyas debilidades intrínsecas en moral y templanza sobresalen con largueza.

El 13 de marzo de 2000

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