martes, 7 de diciembre de 2010

DE NUEVO LAS BOMBAS

espués de más de medio siglo, las bombas han vuelto a caer sobre Europa. En una acción coDnjunta, el imperio norteamericano –ya hay que investirlo como tal- se ha hecho acompañar de sus principales provincias en ese continente para que compartan la vergonzosa acción militar que han emprendido contra Yugoeslavia. El comandante imperial Welsey Clark, usa el mismo lenguaje de arrasamiento, soberbia y de predominio absoluto que sus pares usaron en aquellos cuarenta, sin que las motivaciones sean comparables.

Los Estados Unidos se han acostumbrado y les gusta su papel de gendarme del mundo en el que se han erigido. La primera globalización del planeta fue la de su poder militar. No recordamos el nombre del Almirante de ese país, quien en los lejanos años treinta, con un claro cargo de conciencia escribió sus memorias donde hablaba del papel de la infantería de marina de su país, que en las décadas anteriores depredaba el mundo. Y, en un símil del rampante latrocinio, decía que Al Capone había resultado un infeliz ratero que solo controlaba dos distritos de la ciudad de Chicago, mientras que ellos, los infantes de marina estadounidense arrasaban en los cinco continentes.

Poco a poco, el imperio se ha vuelto mas intolerante; mas belicoso y los pueblos sometidos acatan con menos dignidad esas acciones, sobre todo, aquellos que todavía tienen ante ellos alguna relativa importancia. El acosamiento militar que ha estado ejerciendo sobre el pueblo de Irak, de manera periódica, que a veces da la impresión de estar sujeto a determinadas circunstancias internas del gobierno o del presidente norteamericano, es una muestra de ese silencio sumiso y hasta aplaudido por algunos estados provincias con menos pudor.

Lo más penoso es que los Estados Unidos ya actúan sin siquiera cubrir las apariencias, esperando el formal respaldo del Consejo de Seguridad. Su poder los ha hecho entender que no necesitan de ese requisito, pues sus socios en ese colegio están en bancarrota moral, por lo que sus opiniones no cuentan. Los rusos apenas sobreviven en su agonía económica por las ayudas norteamericanas y los chinos prefieren seguir recibiendo la tecnología moderna que le suplen para modernizar parte de su capacidad industrial. En cuando a Inglaterra que hace mucho tiempo dejó de ser la orgullosa Albión y Francia perdió “la grandeur” que tanto exaltaba De Gaulle, como recuerdo del pasado esplendoroso de aquel país.

Pero lo peor de todo es que el pueblo norteamericano, también se ha acostumbrado a aceptar con agrado esos rasgos de soberbia y atropello imperial de sus gobernantes. Aun cuando las masas norteamericanas están bien comidas, tampoco piensan, pues a “barriga llena harta, corazón contenta”. El pueblo norteamericano apoya esas acciones brutalmente agresivas sin posibilidad de reacción por quienes las sufren. Y hasta las comenta con cierta picardía, como cuando sucedió con la masacre contra Bagdad, accionada en un momento de gran embarazo moral para el presidente Clinton, como describió en un enjundioso y reflexivo artículo el periodista argentino Eduardo –Tato- Pavlovski: “Mientras vemos por la televisión la masacre, los comentaristas hablan de la posible duración de Clinton por sus affaires sexuales”.

Con los bombardeos que se han desatado sobre Servia, es seguro que la “opinión pública” norteamericana estará de nuevo en acuerdo. Sería una broma preguntarse si esa masa estará consciente de la “gran fábrica de nuevo fascismo cotidiano” que estará ayudando a construir. Como el pueblo alemán, con su respaldo y entusiasmo abrumador, edificó el suyo. Vale para el caso recordar que Adolfo Hitler, poco después de ser nombrado canciller, se ufanaba en afirmar –y no le faltaba razón- que Alemania solo había aclamado con tanto fervor a dos hombres: Lutero y él.

El viejo y desacreditado argumento del apoyo de las mayorías ha ocasionado graves daños en el curso de la historia. Enarbolando ese principio borreguil se han cometido abusos y saqueos de todo tipo en nuestros pueblos. Investido de esa adhesión de gran parte del pueblo, chileno, Augusto Pinochet proclamó con jactancia en el momento cumbre del ahogamiento de las libertades de su nación, que allí no se movía una hoja sin que él lo supiera”

Con el apoyo de las mayorías del pueblo norteamericano se bombardea ahora a Servia y también a Irak cuando el presidente norteamericano le viene en ganas. Sabrá Dios cual otro país seguirá en la lista. Con ese respaldo se llevó a cabo el único bombardeo atómico que ha sufrido la humanidad hasta ahora, contra un pueblo que había agotado su potencial bélico y se encontraba aislado y en retirada en todos los frentes de lucha, lo que dejaba ver su colapso definitivo en muy poco tiempo.

Nos deja como una reflexión profunda el juicioso periodista a quien nos hemos referido antes, cuando en su artículo “Después de las bombas” hace una cita aterradora: “Entre 1945 y 1976, cada año se produjo una intervención militar estadounidense en el Tercer Mundo y siempre con la concomitante complicidad civil del pueblo norteamericano. Los demócratas son los campeones de las invasiones. Y Clinton tiene hoy el 72 por ciento del apoyo de su pueblo. Esa es la verdad escalofriante, lo realmente temerario”

4 de abril el año 1999.

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