martes, 7 de diciembre de 2010

PINOCHET: CRIMEN Y CASTIGO

El teniente general Augusto Pinochet, actuó con odio infinito. Con saña irracional y sin la gallardía que en alguna medida ofrece una conquista un enfrentamiento entre fuerzas iguales o la defensa de la madre patria. Su bombardeo aéreo no fue contra un asentamiento militar enemigo, sino contra el símbolo de la dignidad y fidelidad a principios que representaba un hombre y media docena de acompañantes, aislados, sitiados, sin respuesta armada. Nada más con sus corazas de honor y por demás, rodeados por centenares de soldados en pie de guerra y tanques de guerra.

Las bombas sobre el palacio presidencial, “La Moneda”, no fueron lanzadas para aniquilar un bastión militar beligerante. Las bombas fueron detonadas para hacer volar estruendosamente la representación de la legalidad. Las bombas fueron arrojadas para advertir a hombres y mujeres humildes acerca del pecado capital que cometieron al haberse permitido escoger en forma libérrima un gobierno que no agradaba a los poderosos intereses locales e internacionales.

Las tanquetas, que por la madrugada marcharon sobre los barrios de obreros, formando tétricas columnas de arrasamiento y trituración de viviendas con sus habitantes llamados los “rotos” por su condición humilde, dentro; fue un acto de barbarie dolorosamente cruel e innecesario contra conglomerados socialmente desvalidos. Solo porque esa multitud de desamparados, junto a los campesinos fueron los más entusiastas con aquel presidente que ha pasado a la historia como ejemplo de reciedumbre y fe en elevados valores morales, y la libre determinación de los pueblos.

En aras de ese pensamiento, Salvador Allende, hizo suya la dramática sentencia que lanzó el presidente de Colombia, Ospina Pérez, cuando la gran revuelta ocurrida en Bogotá, tras el asesinato de Eliezer Gaitán, en l948: “Más vale un presidente muerto que un presidente fugitivo”

El general Pinochet, prohijó la tortura indiscriminada de hombres y mujeres. Estudiantes y profesionales, campesinos y obreros. Artistas e hijos de Machepa, por igual sufrieron sus crímenes y vejaciones nada más por éstos haber demostrado simpatías con el gobierno contra el cual ese general sangriento encabezó la insurrección bestial y despiadada.

La actuación de las fuerzas armadas, que representaba y en las cuales todavía influye ese general de la muerte, en su operativo de exterminio no tuvo nada que envidiarle a los arrasamientos humanos llevados a cabo por el fascismo en Alemania. Sólo que en los ocurridos en Chile fueron más obscenas sus actuaciones, si es que esto cabe, pues el régimen nazi actuaba impulsado por una desquiciada filosofía de Estado, en búsqueda de un nuevo orden social basado en una superioridad racial.

El general Pinochet, fue vulgar, poco imaginativo Le faltó mística a la desbordada criminalidad que lo marcó. Nada más perseguía hacerse fiel y cumplido con el mandato de los poderes extranjeros, de los cuales fue eficiente y tétrico delegado. En ese papel de sepulturero por encargo de la voluntad de su pueblo, propulsó con excesiva complacencia con el crimen y la tortura como rutina, sobre millares de sus conciudadanos. Como nuevo converso, quiso dar excesivas muestras de fe y devoción a la doctrina que le señaló la CIA y la ITT, junto a los capitales locales.


Su reinado de terror desbordado se extendió a todo el cono sur, en una complicidad regional que se llamó “Operación Cóndor”. También ensangrentó Washington y llegó hasta a sacrificar extranjeros que tuvieron que sufrir la vesania de aquellos militares que alguna vez fueron considerados los más profesionales entre los pueblos de latinoamérica, en cuanto a formación y respeto al orden constitucional.

Pinochet rompió ese hechizo. Los gallardos uniformados de ese austral y educado país perdieron su encanto y sobrepasaron con largueza los momentos en que nuestros otros ejércitos, compuestos en su gran mayoría por hombres rústicos y hasta montaraces, han desatado su mayor represión. Una muestra macabra de que, en todo, la educación es más eficiente y sutil que la barbarie, cuando se lo propone.

El arresto de este hombre ha ocurrido en Inglaterra, porque en su propio país tal acto hubiese sido del todo imposible, debido a la fortaleza y la cohesión cómplice entre amplios e influyentes sectores económicos, sociales y políticos que actúan junto a unas fuerzas armadas ya desvestidas de su traje de respeto y acatamiento al poder civil.

La detención del general Pinochet, trasciende la búsqueda de un castigo a los crímenes incalificables que marcaron su mandato gubernativo de l7 años y el daño moral que infligió a su país, al liberar en las fuerzas armadas sentimientos atávicos que permanecen dormidos en lo recóndito del hombre. como lo son el crimen, el pillaje y la violación, pasiones primitivas que fueron aplicadas sobradamente como sistema válido en aquellos momentos de muerte y aniquilamiento que produjo el derrocamiento del presidente Salvador Allende.

Es posible que el confinamiento del general Pinochet, no llegue hasta el juicio que le imponga el pago de su deuda de sangre a su país y a la humanidad. Fuertes intereses políticos y económicos se mueven hacia esta objetivo. Pero el sólo hecho de la acción ya ejecutada significa un castigo. Una admonición de que sus orgías colectivas de sangre y vejación todavía escuecen el sentimiento de muchos pueblos, por lo que se mantendrá aislado y repudiado por la decencia universal, los años que le queden de vida.



26 de octubre de l998

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