Somos un país cuyo principal producto de exportación se exhibe en muchas de las ciudades mas reconocidas del mundo. Desde Buenos Aires hasta Atenas se encuentra la más reconocida identificación dominicana gracias al mercado globalizado en que nos desenvolvemos.
Nuestras mujeres en ejercicio de la prostitución se han desplazado por toda Europa hasta llegar a la región del Levante. Son como la Coca-Cola y Mcdonald´s. El comercio internacional en ese renglón ha contado con esa mercancía desde hace un montón de años por nuestras meretrices, ahora llamadas trabajadoras sexuales.
Durante el decenio cuarenta el país abastecía de frutos menores las islas de Aruba y Curacao. Del puerto de Santo Domingo partían goletas rebosantes de vegetales y bastimentos; en algunas de esas embarcaciones iban grupos de mujeres a internarse durante semanas en un lugar llamado “Campo Alegre”, en Curazao, para satisfacer las apetencias sexuales de los “macambos” que trabajaban en las refinerías de petróleo instaladas allí.
Conocimos ese lugar de forma imprevista hace muchos años. Nos encontrábamos alojados en un Holliday Inn, de aquella isla no lejos del aeropuerto y al levantarnos, mientras tomábamos el desayuno, escuchamos por una estación de radio local, que el día anterior, le había sido otorgado el premio Rómulo Gallegos a una novela llamada “La Casa Verde”, de un escritor peruano llamado Mario Vargas Llosa, cuya fama comenzaba entonces. La obra premiada trataba de un prostíbulo establecido en la selva que llevaba por nombre el título de la obra.
La noticia de inmediato nos recordó que en esa pequeña isla en que nos encontrábamos, tal vez aun pudiera existir el gran prostíbulo del cual habíamos escuchado en nuestros días de muchachito en Villa Francisca. En la tarde recurrimos a un taxista para ubicar el lugar, conocerlo y compararlo con aquel recuerdo infantil, cuando lo concebimos como algo alegre, bonito y festivo. Llegamos cuando el lupanar se reponía para sus ajetreos de la noche.
“Campo Alegre”, para aquel entonces, no tenía nada de alegre; quizás había perdido el encanto de antaño, si es que alguna vez lo tuvo. Era un conjunto de casuchas de madera rodeado de una malla ciclónica. Algunas mujeres descansaban a la puerta de sus viviendas temporales. Lucían apagadas y mustias, agobiadas por un sol que achicharraba aquel vasto burdel ubicado en un erial salpicado de cactus y distante de la ciudad, como si se pretendiera mantener oculta esa llaga social.
Estas referencias a nuestra identificación como país generador de prostitutas desde hace tantos años la traemos al caso, avaladas por la información que ha publicado este importante periódico HOY, en edición reciente, donde describe las aventuras en esa actividad de trato carnal que vivió una joven, la cual formaba parte de una red internacional en Tel Aviv, para ejercer ese oficio.
Como se imaginará quien nos haya honrado leyéndonos hasta este párrafo, encontrará que también las han motivado las declaraciones atribuidas erróneamente a Alan Touraine, uno de los sociólogos contemporáneos mas importantes, quien en los años setentas hablaba de la sociedad post-industrial que entonces se asomaba con su desarrollo cibernético y la despersonalización definitiva del individuo.
El país tuvo el privilegio de recibirlo para la celebración de la Feria del Libro que celebramos el mes pasado, y algunas personas deben haberse enriquecido atendiendo sus charlas. Un parte noticioso de la agencia EFE le atribuyó al cientista social el pecado de haber dicho que el país no existe como tal, porque su economía descansa en el turismo sexual y las remesas.
El prestigioso académico ha desmentido el infundio que se derivó de sus palabras que pronunció en Brasil, y con eso es posible que haya evitado que desatemos los demonios contra su laureado y bien ganado respeto universal como sociólogo, siguiendo el hábito que nos caracteriza de atacar la honra y calidad de quienes dicen verdades que resultan inconveniente o que nos puedan doler.
Sin embargo, las declaraciones, que han resultado “apócrifas”, contienen verdades pesadas. Como la carta aquella que causó revuelo hace apenas algunas semanas. Las tergiversaciones de las palabras de Touraine nos dejan algo bueno, porque nada es del todo malo. Brindan una magnífica oportunidad para que nuestros entendido en el estudio de la realidad social dominicana, entren en un análisis sociológico para debatir el tema de sí existimos como país o no existimos., partiendo de que un país necesita, para considerarse tal, un aparato realmente productivo en constante desarrollo y crecimiento; y hasta ahora, no lo hemos tenido..
Lo mas estable y expansivo con lo que hemos contado es la prostitución, turismo chatarra, remesas y el lavado…no precisamente de nuestras culpas.
5-22-99
miércoles, 8 de diciembre de 2010
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