martes, 7 de diciembre de 2010

JIRONES DEL AYER

Los primeros meses del año 1948, fueron memorables por diversas causas: unas en el marco oficial, como la paridad del peso con el dólar de los estados Unidos, anunciada por el Banco Monetario Internacional el 25 de abril. También la llegada al país de don Manuel Aznar Zubigaray intelectual y exquisito diplomático de gran prestigio en la Madre Patria, quien se convirtió en el primer diplomático español acreditado en Santo Domingo, con el rango de embajador, al haber sido ascendida de categoría la misión diplomática española en el país.

El señor Aznar, fue un gran amigo de los dominicanos, particularmente del doctor Manuel Arturo Peña Batlle, cuya principal obra de este profundo pensador, el ensayo histórico “La Isla de la Tortuga”, lleva el prólogo de aquel exquisito hombre de letras español. El doctor Aznar también participó en las ideas iniciales que se esbozaron para dar vida al proyecto de establecer un Concordado entre el gobierno dominicano y la Santa Sede, proyecto que culminó en el año l954.

En ese año de l948, otro hecho importante entre las relaciones del Estado y la Iglesia Católica, lo fue la inauguración del edificio de Seminario Santo Tomas de Aquino, en la ciudad capital, en cuyo acto el arzobispo metropolitano de Santo Domingo, Ricardo Pittini, improvisó palabras para agradecer “a su honorable y querido Presidente” y aprovechó para evocar cuando, en la azotea del la Escuela Salesiana de Artes y Oficios “en ocasión de ser yo elevado al rango de Arzobispo de Santo Domingo, el Presidente Trujillo me dijo: Trabajé mucho para y por la construcción de nuestro clero”

Al comienzo de ese año, el pueblo llano tuvo momentos de luto, alegría y expectación. El día 11 de enero, el equipo nacional de béisbol “Santiago” desapareció al morir sus componentes en un accidente aéreo cuando regresaba desde la ciudad de Barahona hacia su sede en Santiago. De todo ese conjunto solo quedó vivo Enrique Lantigua, por no haber abordado el avión. Dos meses después de tan doloroso golpe para el deporte y el sentimiento nacional, arribaron al país los miembros de los equipos de beisbol Dodgers de Brooklyn y Reales de Montreal, con sus peloteros estelares, Jackie Robinson y Roy Campañella, quienes acapararon la atención, tanto en San Cristóbal, como en el estadio de la Escuela Normal, de la ciudad capital, donde llevaron a cabo sus prácticas de entrenamiento.

El contento popular tomó otra vertiente cuando pocos días después de los juegos de esos famosos equipos beisboleros, cuando todavía el entusiasmo que había despertado su presencia no había desparecido en los círculos deportivos, se produjo otra visita al país que también generó vivas simpatías en el ámbito capitaleño. Se trataba del cantante puertorriqueño Bobby Capó, a quien contrató La Voz del Yuna para varias presentaciones en su emisora y cines. En aquel momento dicho artista se encontraba en su momento mayor popularidad como intérprete y compositor entre los artistas latinoamericanos. Su afamada voz llevaba oleadas de simpatizantes, sobre todo, en el género femenino hacia la emisora y los cines donde actuaba el simpático cantante. Para las mujeres era delirante verlo interpretar sus composiciones musicales: “San Miguel/ tu que sabes donde está mi amante/ llévame al instante que la quiero ver…que la quiero ver…/Luna lunera cascabelera/ ve y dile a mi chinita…/Que se quede el infinito sin estrellas/ y que pierda el ancho mar su intensidad/ pero el negro de tus ojos que no muera/ y el canela de tu piel se quede igual…”

Un rumor asordinado, susurrante, tiñó con un matiz de chisme la presencia de la “sensación de Borinquen”. Tal vez por la maledicencia popular o tal vez no. Lo cierto fue que comenzó a circular por lo bajo que la esposa de un alto funcionario, conocido por su hombría de bien y templanza, había tenido un fuerte intercambio verbal con el artista. Cierto o no, la verdad es que el picante y extendido comentario dio mas sabor alas presentaciones de Capó, sobre quien entonces cayó un gran escándalo envuelto ahora en un halo de ternura y pureza de amor filial.

Una humilde mujer de San Pedro de Macorís causó un gran revuelo al reclamar que el cantante era su hijo, a quien su padre se había llevado para Puerto Rico en su infancia. La prensa le dedicó sus mejores espacios a la sensacional revelación y por semanas se mantuvo el despliegue noticioso de la inaudita novedad. De nada sirvió que el cantante José Manuel López Balaguer, dijera que conocía a la madre de Bobby Capó y que “la sensación de Borinquen” era tan puertorriqueña como Rafael Hernández”

Paco Escribano humorista sin par, aunque hombre de carácter conflictivo, siempre hacía lo indecible por acaparar la atención, aunque fuera por sus frecuentes presencia en los tribunales de justicia. Don Paco contribuyó a darle mas espectacularidad a la tragicomedia y se integró a la campaña sobre la discutida maternidad de Capó, cuando todavía el último ”affaire” de el Archipámpano de la Carcajada”, como llamaban a Escribano estaba fresco en la mente de las gentes cuando concurrió ante la Corte para acusar a su empleado “la gallina rabona” de hurto y también incluyó a Canelina, la rumbera cubana a quien había acogido en su casa de ser cómplice, porque ésta se puso de parte de la “gallina rabona”

El chispeante humorista levantó el estandarte de la defensa a los reclamos de la prensa madre de Capó y auspició una colecta de fondos que permitirían a la buena mujer viajar a Puerto Rico en busca de las pruebas que comprobarían su maternidad del popular cantante.

El diario “El Caribe” que había iniciado su circulación desde pocas semanas antes de todo este sonado debate, con muy breves palabras de su jefe de redacción, Rafael Herrera, describió el colorido caso que había atrapado la atención de la comunidad capitaleña entre los meses de marzo y mayo: “Miles de personas desfilaron en la mañana por las oficinas de El Caribe a conocer a la mujer cuya historia de maternidad herida conectada súbita y extrañamente con un cantante famoso, ha conmovido tumultuosamente el sentimiento popular”. Esa señora se llamaba Filomena Trinidad ydon Paco Escribano preparó para el efecto un sketch cómico llamado “Yo soy Filomeno”, que presentó en el teatro Julia.


14 de enero de 2005,

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